El faro
Sobre la duna apenas
elevada y suave y detrás de los añosos árboles, asoma su cuello el faro. La
luz, hacia los mares ásperos y movedizos.
Donde el río Quequén se abraza con el mar Argentino,
crecieron el faro y el puerto.
Directores de cine han detenido en imagen su imponente
altura, para repartirla entre los espectadores del mundo.
Ciento sesenta y tres peldaños acercan al turista a lo
más alto, para así, ver un movimiento de barcos que seguirían su luz para
llegar a buen puerto.
El coqueto faro centenario seguirá elegante brillante
, enérgico, como se lo merece. Seguirá demostrando su prestancia, por años y
años.
Como un amigo fiel, que guía nuestros pasos, nos
acompaña, nos escucha, sin hablar, simplemente dándonos su luz .
Como una mano que se tiende para llegar a un puerto
donde el alma descansa.
Un faro, una luz, una señal imponente a la vera del
agua mansa del mar.
©Silvia Vázquez
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