E N S E V I L L A
Rodeada de blancas flores la Virgen de tez morena
atiende llantos y ruegos, escucha la Macarena
a las madres y las novias de valerosos toreros
que hincadas ante el altar suplican que sus amores
airosos salgan del ruedo.
La plaza de la Real Maestranza, viste la tarde de fiesta,
generando la inquietud el torero va a lidiar.
Al sol en el graderío exaltación y fervor,
en los tendidos cubiertos glamour, linaje y pasión.
Capa con garbo y espada que ostenta el matador,
sudor y sangre en la arena, angustias en el corazón,
el público enardecido súplica a la Macarena
que el toro no sea el mejor.
Rejas que guardan secretos de amores que ya murieron,
de encuentros no permitidos y furtivos galanteos
Misteriosas callejuelas con tiestos llenos de flores
y geranios de colores que cuelgan de los balcones.
El río Guadalquivir intrépido mueve sus aguas,
y en la soleada rivera la Torre de Oro albarrana,
veleidosa y arrogante con diadema de diamantes
vigila con añoranza como un dormido gigante.
Un templo con Minarete indica el dominio islámico,
que distingue el poderío y atributos de otra raza.
La emblemática Giralda montada en la Catedral
ostenta con dignidad de Sevilla el embrujo real,
el repicar de campanas colma de gloria los aires,
moviliza el sentimiento y se estremece el alma.
En el tablao por las noches la sangre vuelve a bullir,
lunares que se alborotan y como pájaros vuelan
en las faldas salerosas, mantón con flecos de seda,
en el rodete un clavel y se agrega el taconeo.
El sonar de castañuelas acrecienta la alegría,
vibra un concierto de palmas, ¡y a bailar por bulerías!
“Cantaores” que sollozan las penas de sus amores,
Y a las guitarras flamencas las manos le extraen gemidos,
la moza de ojazos negros en un requiebro sentido
aparta el clavel de su pelo y lo entrega al preferido.
Si rondas por esas tierras de la hechicera Sevilla,
y la tristeza te agobia ¡achíspate con manzanilla!
©Leonor Pires
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