viernes, 25 de marzo de 2022

ESCRITORA INVITADA: SUSANA GRIMBERG

 El doble discurso de algunos políticos y el de los que los apoyan.

“El mundo se sostiene en tres cosas: en la justicia, en la verdad, en la paz. Pero estas tres cosas son una y la misma. Porque si hay verdad, hay justicia, y si hay justicia, hay paz”. Talmud

 



Preocupada por los hechos que atentan contra la humanidad toda, como la guerra de Rusia contra Ucrania, decidí volver a referirme a un tema fundamental: el gusto por el poder, unido al placer sexual de tener la razón. Poco excita tanto como tener la razón e imponerla. Los vemos, a cualquier edad, mostrando una excitación incontenible.

Como escribí en otras oportunidades, para el psicoanálisis, las cuestiones sociales y políticas no son el decorado sobre el cual se desarrolla la escena del mundo, sino que son el tejido, el entramado de la red entre los sujetos. En esa red o entretejido, están las personas o los feligreses que los siguen, los que, como si se tratara de una religión, apoyan el desmentido perverso que los sostiene.

Los grupos afectados por el fanatismo político, también el religioso, tienen un discurso que le otorga a la palabra una consistencia absoluta. Sin embargo, la palabra insiste pero no consiste. Esta pretendida consistencia, crea la ficción de una verdad absoluta que fascina y subyuga a la sociedad, aunque el discurso que sostiene al líder autoritario, al conjugar el Bien con la Verdad, incita a recurrir a cualquier método en procura de la eliminación de los que disientan con esta suprema verdad.
Entre esos métodos, tener una presencia casi absoluta en ambas cámaras del Congreso, es fundamental. Apoyados en la mayoría, bajo la suposición de que la mayoría es la poseedora de la Verdad, recurren a lo que la misma democracia les ha provisto para desarticularla, por ejemplo: intentar modificar la Constitución en beneficio propio.

Esto lo sabe muy bien el gobernante que, luego de haberse presentado avalando la letra de la Constitución, paulatinamente, impulsa las modificaciones supuestamente necesarias, para lograr el máximo poder, el que le permitirá perpetuarse en el mismo.

Cuando el deseo de eternizarse en el poder es la aspiración máxima del gobernante, sabemos que apelará a todos los recursos posibles para “concentrarse” en el poder, entre ellos: el doble discurso.

El ocultamiento de las verdaderas intenciones

El doble discurso es la discordancia entre lo que se dice y lo que se hace, por eso, lo podemos pensar como una de las maneras de esquivar u ocultar el motivo real de cualquier decisión.
Se trata del “Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago” además de que lleva implícita una doble norma para juzgar. Por otra parte, el que sostiene esta posición, al transmitir sus mensajes, aparentemente con una cierta coherencia, logra que los de su alrededor, se conviertan en cómplices de la mentira.

Desde hace muchos años, escuchamos hablar de que estamos en crisis. Es cierto, sobre todo la crisis de valores que es lo que está detrás del doble discurso.
Pero ¿qué significa la palabra crisis, cuál es su etimología? Crisis deriva del griego, Krisis, y significa rotura pero, en la misma raíz, krinei encontramos crítica y criterio, que es la capacidad de pensar, disentir, crecer. Esto es lo que los políticos autoritarios, suelen combatir.

Pese al abuso del término, crisis hubo siempre, en todas las épocas, tan sólo porque hay historia, y, al haberla, hay hombres, movimiento, cambios que, inevitablemente algo destruyen y, cuando algo se rompe, se reconstruye.

El discurso autoritario, destruye los lazos sociales, convierte en enemigos los que antes eran amigos y arma un caldo de cultivo en el que la reconciliación, es difícil de que pueda darse. Es la lógica de que todos son adversarios salvo los que acepten someterse al arbitrio del gobernante, muchas veces un dictador oculto tras un ropaje de inocencia. Esto se vivió tanto en los tiempos de la Alemania nazi como en los de la Italia de Mussolini además de los años del Stalinismo. Y ya que menciono al stalinismo, quiero recordar que el 12 de Agosto de 1952, fue el día en el que Stalin dio la orden de ejecutar a escritores e intelectuales judíos en Rusia, falsamente acusados de espionaje y traición a la patria, así como de muchos otros delitos. Llama la atención que después de haber sido detenidos, fueron torturados, golpeados y aislados durante tres años antes de ser formalmente acusados. Había cinco escritores Yiddishes entre los acusados, quienes formaban parte del Comité Antifascista Judío.

Ya lo sé, pero aún así …

En los momentos en los que prima el populismo, el revanchismo y la intolerancia no sólo suelen avanzar sino que se reflejan en todos los estamentos sociales. La gente que se escuda en el Ya lo sé pero aún así, hace muy poco para contrarrestarlos, siendo éste el pensamiento que siempre intenta desvencijar la Constitución.

La frase “Ya lo sé, pero aun así …,” según el psicoanalista francés Maud Mannoni define la estructura de la “creencia”. Y la toma de un artículo que Freud dedica en 1927 al fetichismo en el que utiliza una palabra que suele traducirse como renegación o, en mi opinión, por el desmentido perverso. Se trata de una situación simultánea en donde lo repudiado es la evidencia de la realidad y lo conservado la creencia que, sin embargo, no puede dejar de abandonar.

Es que el neurótico extraña la realidad efectiva porque la encuentra - en su totalidad o en algunas de sus partes - insoportable. Por eso acepta no solo que el gobernante quiera eternizarse en el poder, tema que he desarrollado en muchas oportunidades, sino que el Estado y sus instituciones estén a las órdenes del líder como lo estamos escuchando en la Argentina de los últimos tiempos

“El Estado soy yo”, diría el rey de Francia Louis XIV. Y esto es lo que debe evitarse.
La gente, que no es ajena a ese discurso, cuando lo permite, es cómplice porque termina promoviendo la doble moral que caracteriza a algunos políticos. No a todos, porque hay excepciones que aspirarían a ser como el ex presidente Illia, un ejemplo de integridad para todos los argentinos.

Quiero concluir con este pensamiento de Voltaire:

“La pasión de dominar es la más terrible de todas las enfermedades del espíritu humano”.
Y con esta reflexión del escritor inglés William Hazlitt (1778-1830) célebre por sus ensayos humanísticos y por sus críticas literarias:
“El amor a la libertad es amor al prójimo; el amor al poder es amor a sí mismo”.
Susana Grimberg. Psicoanalista, escritora, ensayista y columnista.
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