Quedaba solo un día para Navidad del año 2056 y los padres del pequeño estaban algo preocupados. Este sería el primer vuelo espacial de su hijo, y querían que fuera la mejor experiencia de su vida. Pasaría la Navidad en el espacio y habían pensado en llevar como regalo un precioso árbol navideño repleto de pequeñas luces blancas. Al niño le encantaban los arboles de Navidad y ese iba a ser el más hermoso.
Sin embargo, nada más llegar a la estación de naves espaciales, se quedaron con el árbol en la aduana.
– ¡No se puede llevar a bordo del cohete!- dijo a modo de excusa la encargada del pasaje.
El niño no se enteró, pero sus padres no sabían cómo solucionar aquello. ¡Su hijo se quedaría sin regalo en Navidad!
A pesar de todo, los tres entraron en la nave y minutos después, el cohete despegó dejando en el cielo una preciosa estela de fuego azulado.
– Papá mamá, ¿puedo mirar ya por la ventana?- preguntaba con insistencia el hijo.
La nave, que se dirigía a Marte, pasaría unos días cruzando el espacio.
– No, ahora será mejor que durmamos- dijo con cariño la madre.
Y todos los pasajeros durmieron durante unas horas.
Cuento de Navidad de Ray Bradbury: solo una hora
Se despertaron ya de noche. Según sus relojes neoyorquinos, eran las 10 de la noche.
– ¡Qué poco queda para Navidad!– gritó entusiasmado el niño- ¿Podré ver mi regalo?
La madre del niño bajó la cabeza entristecida. Pero a su padre, de pronto, se le ocurrió algo.
– Esperadme aquí, que tengo que preguntar algo- dijo mientras salía por la puerta y se perdía por el largo y oscuro pasillo de la nave.
Poco después, el padre regresó con una enorme sonrisa. El niño volvió a mirar su reloj.
– ¡Solo queda una hora! ¡Una hora para Navidad y veré mi regalo!
– Claro que sí, hijo- dijo entonces su padre- Y el regalo te va a gustar mucho.
– ¿De verdad?- exclamó extrañada la madre-. Pero…
– Será el mejor regalo de Navidad de tu vida- insistió el padre del pequeño, mientras guiñaba un ojo a su mujer.
Y el niño, emocionado, se pasó toda esa última hora de Nochebuena mirando el lento avance de las manecillas del reloj. Hasta que las dos se pararon en el doce.
Cuento de Navidad de Ray Bradbury: el mejor regalo
– ¡Las doce, las doce! ¡Es Navidad!- comenzó a gritar el pequeño mientras daba saltos de alegría- ¿Y mi árbol? ¿Dónde está?
El padre miró a su mujer y a su hijo y les dijo:
– ¡Seguidme! No está aquí…
La mujer le miró extrañada. Su hijo, emocionado. Y ambos comenzaron a seguirlo por el pasillo estrello que llevaba a la cabina de los pilotos. El hombre llamó a la puerta y uno de los pilotos de a bordo la abrió. Iba vestido de forma muy elegante e hizo una reverencia al ver al niño.
– ¡Os esperábamos!- dijo.
Entonces, la puerta se abrió más, los hombres se apartaron y el pequeño se quedó solo frente al enorme ventanón que dejaba ver la inmensidad del espacio. Millones de pequeñas luces blancas parpadeaban sin parar y el niño se abalanzó sobre el cristal con la boca bien abierta.
– ¡Wooow!- exclamó impresionado- ¡Qué bonito! Jamás había visto nada igual.
En ese instante, todos los presentes comenzaron a cantar villancicos y el niño sonrió. Su padre dijo:
– Es tu particular árbol de Navidad. Nunca verás otro con tantas luces blancas.
Sin duda fue la Navidad más especial del pequeño.
Ray Bradbury
Ray Bradbury fue un escritor estadounidense del género fantástico, terror y ciencia ficción. Principalmente conocido por su obra Crónicas marcianas y la novela distópica Fahrenheit 451. También fue conocido, aunque no de manera masiva, por ser tatara-tatara nieto de Mary Bradbury.