“La corrupción”.
“Quienes creen que el dinero lo hace todo, terminan haciendo todo por dinero.” Voltaire
Etimología del término corrupción
Según el diccionario etimológico de Joan Corominas, el término corrupción deriva de roer, corroer, romper, también de corrosión, corrosivo, erosión. Proviene del latín corruptio, acción y efecto de destruir o alterar por putrefacción, también dañar, sobornar o pervertir a alguien. También, es la práctica que consiste en hacer abuso del poder para sacar un provecho económico. La corrupción política se refiere al mal uso del poder: al tráfico de influencias, la extorsión y el fraude, hechos con los que se encadenan otros delitos.
Αλήθεια es como los griegos llamaban a la verdad, que es lo que está des-cubierto. Lo opuesto sería ψεῦδος, el encubrimiento, la mentira. No son tan contrarios porque si alguien dice que miente, al decir “yo miento”, puede estar diciendo una verdad.
Freud, a fines del Siglo XIX, contradijo la idea de que los síntomas de conversión eran una simulación, porque algo se quería decir con esos síntomas dado que, en cada síntoma, hay una verdad inconsciente en juego. Así fue como inventó el psicoanálisis, que no solo se transformó en una práctica terapéutica de la palabra y con la palabra, sino en una herramienta muy potente para poder pensar las relaciones de los hombres entre sí, la sociedad y la cultura.
Dijo Manuel Jiménez Friaza, Licenciado en Filología Española, Profesor de Educación Secundaria de Lengua Castellana y Literatura y columnista del diario La Opinión de Málaga, sobre la onomatopeya de la palabra corrupción que, tal como en la historia de Eva y la manzana, Eva es seducida por la serpiente a la que no se le entiende ni oye: bisbisea, se arrastra, se oculta, desaparece. “La aliteración de la s, los corruptores sisan, sisean, bisbisean, se arrastran en la sombra: la serpiente”.
En el momento en que Freud se encontró, en los tratamientos que conducía con la repetición de lo que el paciente quería curarse y se topó con la pulsión de muerte fue un escándalo mayúsculo para su círculo más cercano. Lacan lo nombró goce, planteando una conjunción entre verdad y goce. La verdad quiere poder decir algo sobre el goce, pero la palabra no alcanza porque solo puede medio-decirse. Por ese motivo, los políticos y no sólo ellos, hacen falsas promesas sabiendo que no van a cumplirse, como si la palabra no fuera algo de lo que hubiera que responsabilizarse.
También, está la cuestión de la inmediatez. Si la respuesta no es inmediata, aparecen la desconfianza, el miedo, la angustia. Por otra parte, se usa la mentira para obtener ventajas. Por ejemplo, la difamación, que se utiliza estratégicamente para hundir al adversario. Y, como la velocidad de la mentira es mayor que la de la justicia, la difamación no importa, pues ya se han obtenido los beneficios buscados. Todo esto genera, en el hombre, impotencia, angustia y rabia. Es decir, se lo arroja a la soledad y al anonimato. Por eso, volver a a darle a la palabra su valor, es una apuesta difícil, pero que vale la pena intentar.
Al concluir la segunda guerra mundial, cuando todo era horror y muerte, con millones de muertos, de heridos, de mutilados, con las familias desintegradas, dijo Freud: “Lo construiremos todo de nuevo” pero mejor, con más solidez, con más firmeza. Es indudable que junto al enorme potencial destructivo, el ser humano tiene, también, un inmenso potencial creativo que posibilita un siempre volver a empezar.
El exceso de yoísmo
Pocos saben la gravedad de la corrupción, porque cuando se instala en la sociedad, se integra en la vida cotidiana como algo natural. Sin embargo, ¿qué es realmente?, ¿cuánto de corrupto tiene una persona cuando, por ejemplo, a las escondidas, desliza dinero para lograr un asiento mejor?
Es lamentable que la gente desconozca que la desnutrición, la pobreza, la mortalidad infantil o la muerte de mujeres por causa de abortos sépticos, violaciones y demás horrores que salpican nuestras vidas cotidianas, se produzcan por la corrupción pese a que la corrupción es la absoluta culpable de muchos de estos hechos.
Subrepticiamente, la corrupción va infectando la vida de la sociedad. Tanto la aplaudida viveza criolla como la “apiolada” porteña, dan cuenta de lo sobrevalorado que está apoderarse de un bien de otro, sin que nadie se dé cuenta; lo valorado que está saber robar.
En las estadísticas realizadas en 177 países respecto de la corrupción, la Argentina, aparece entre los más corruptos, lejos de los países más honestos como Dinamarca, Suecia y Nueva Zelanda entre otros.
Es difícil precisar las causas de la corrupción. Una de las teorías, la menos convincente en mi opinión, es la que asocia la degradación moral, y por ende la corrupción, con la pobreza. Sin embargo, en realidad, la corrupción está fuertemente enraizada en factores culturales que comparten ricos y pobres.
Para muchas personas, si alguien trae objetos de contrabando, o realiza prácticas para obtener aprobaciones de forma ilegal y cobra por eso, en ambos casos se considera que está haciendo un negocio cuando, en realidad, es un delito. En el lenguaje mismo, está internalizada la corrupción.
La corrupción, es un mal ocasionado por psicópatas. Muchas veces, de tal gravedad que, desalentada, la sociedad tiende a resignarse. El “roban pero hacen”, es un mal que afecta a la sociedad argentina desde hace mucho tiempo.
El corrupto, siempre busca obtener un beneficio personal, generalmente económico, con la complicidad de otro, tan corrupto como él. Entonces, ¿qué persigue el corrupto? El poder.
El poder, hace que el corrupto se sienta más fuerte que lo que en realidad es, vivencia que tuvo su origen en la primera infancia, momento en el que al desear algo y no poder obtenerlo, busca como refugio, una fantasía omnipotente que le permita realizar cualquier deseo.
El narcisismo del corrupto es exitoso cuando una sociedad tan permisiva como la nuestra, lo deja impune. Por otra parte, el psicópata, sujeto que carece de sentimientos de culpa, actúa a sabiendas de que es invulnerable. Los padres, el maestro, los gobernantes, nunca deben ser complacientes con las normas. Si un hijo observa que sus padres, maestros, amigos, son corruptos, él, por identificación, también lo va a ser.
Es cierto que el poder puede ser puesto en función del bienestar de la sociedad pero, en general, lo es en función de satisfacer el propio Ego, lo que se observa en los líderes que azuzan el fanatismo.
La patología del corrupto pone en juego la envidia, los celos y un narcisismo ilimitado, que se vuelve patológico cuando se abandonan las normas éticas.
¿Cómo prevenir?
La prevención de esta patología, empieza desde el niño, fortaleciendo la autoestima y los valores morales. Si un niño observa a sus padres, sus maestros o sus dirigentes, ser complacientes con la transgresión de las normas, donde hacerle daño al otro no tiene importancia, ahí se estarán sembrando las semillas de la futura psicopatía y el futuro corrupto.
Todas las sociedades pueden constituirse como tales, a partir de la ley, separando lo que está prohibido de lo que está permitido. En verdad, se trata de algo previo al código escrito, que incluso regía a las sociedades aún cuando no habían desarrollado la escritura.
La ley, entendida como lo que diferencia entre lo que se puede (y se debe) de lo que no se puede, es el gran organizador de la vida social.
El cachorro humano, que es el más indefenso de la escala animal, crece amando a los padres porque son los únicos que además de satisfacer las necesidades de comida y de amor, son los que pueden poner un límite a cualquier capricho, son los que pueden y deben decir No.
La corrupción ha tenido y tiene un lugar marginal en muchas sociedades con la salvedad de tienen mecanismos sociales que la interdictan. El problema es cuando se incrementa, pone en jaque el funcionamiento de la sociedad, más aún, cuando penetró en instituciones fundamentales como el Estado.
No puedo no destacar a la película policial “Serpico” (1973) dirigida espléndidamente por Sidney Lumet y protagonizada por un convincente Al Pacino, que denuncia, abiertamente, la corrupción en las fuerzas policiales de Nueva York.
Con guión de Waldo Salt y Norman Wexler, se basó en el libro biográfico escrito por Peter Maas sobre Frank Serpico, oficial del Departamento de Policía de Nueva York, que hizo un peligroso trabajo encubierto, en pos de sacar a luz los problemas de corrupción en las fuerzas policiales de la ciudad.
La película muestra a Serpico trabajando, con buenos resultados, como policía uniformado del Departamento de Policía de Nueva York. Sin embargo, cuando pasa a cumplir tareas vestido de civil, muy diferente pasa a ser su situación porque, en ese momento, Serpico descubre un mundo oculto de corrupción y negocios entre sus propios colegas.
Contrariamente a muchos de sus colegas, no está dispuesto a aceptar dinero de los criminales, motivo por el cual ningún policía quiere trabajar con él. Tras ser testigo de policías violentos, sobornos y otras formas de corrupción policial, Serpico decide sacar a la luz lo que ha visto, al mismo tiempo que es hostigado y amenazado por sus pares. Su lucha lo conduce a un enfrentamiento interno con la fuerza policial, problemas con sus relaciones personales y encontrarse en peligro permanente.
Para concluir, elijo esta frase de Éxodo:
Está escrito: "Y no aceptarás soborno" (Exodo 23-8).
“No se refiere solamente al soborno material; también se puede sobornar con bellas palabras”. (Ketubot 105)
Y este pensamiento de Eric Frattini, ensayista, novelista, corresponsal en Oriente Medio y periodista, de nacionalidad peruana y española que nació en 1963 (edad 59 años) en Lima, Perú.
“Si bien es cierto que la globalización ofrece oportunidades para el desarrollo y enriquecimiento, también lo es que puede causar un aumento de la pobreza y el hambre, que, a su vez, pueden desencadenar reacciones en cadena que a menudo conducen a formas muy dispares de violencia y a la corrupción desmedida.”
Y con esta frase del político, filósofo, escritor y orador romano Cicerón:
“Servirse de un cargo público para enriquecimiento personal resulta no ya inmoral, sino criminal y abominable.”
©Susana Grimberg
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