viernes, 10 de febrero de 2023

Escritora invitada: Susana Grimberg

 “La hipocresía en la vida cotidiana”.

“Exageráis la hipocresía de los hombres. La mayoría piensa demasiado poco para permitirse el lujo de poder pensar doble”.
Marguerite Yourcenar (1903-1987) Escritora francesa.

 


La palabra Hipocresía proviene del latín “hypocrisis” y también del griego “hipokrisis” y su significado alude a “actuar o fingir”. En griego es una palabra compuesta por “hypo y crytes” que significa máscara y respuesta respectivamente.

En Grecia, los hipócritas eran actores teatrales que por lo general al momento de comenzar su espectáculo utilizaban una máscara para adentrarse más en el papel y volver el momento más fantasioso y así entretener al público. Tiempo después, el término también fue empleado a las personas que vivían fingiendo ser alguien más.

La hipocresía es hoy en día utilizada como un calificativo (despectivo) hacia alguien que se sabe que no está diciendo la verdad o que no está actuando con sinceridad, pues la hipocresía es aquella conducta que se asume al momento en que se finge o aparenta en diversas circunstancias de la vida, puede ser acerca de un pensamiento, sentimiento, opinión o cualidades.

La hipocresía en la política y en los discursos gremiales

Un individuo hipócrita es aquel tipo de persona que no desea que sean conocidos sus verdaderos sentimientos o pensamientos y, para poder lograrlo, esconde sus verdaderas intenciones.

Es cierto que también está la persona que actúa con hipocresía en cierto tipo de situaciones que se le presentan, bien sea por miedo, pena o vergüenza. Por otro lado está el que para destacarse, miente. Hipócrita es también el sujeto que critica el actuar de los demás simplemente por envidia.

El término envidia procede del latín invidia, derivado de invidere, que significa "mirar con malos ojos, con envidia" y éste, de videre, “ver”. (Diccionario etimológico de Joan Corominas).

Quien está invadido por este sentimiento, mira con “malos ojos” las cualidades, éxitos o posesiones de los demás, lo cual le lleva a acumular rencor, además de una profunda insatisfacción. Por otra parte, el afectado por la envidia y digo afectado porque es casi una afección o enfermedad: oculta sus emociones y se resiste a aceptar el despecho que le produce que otro sea merecedor de algún reconocimiento.

S Freud, (Psicología de las masas y análisis del Yo) dirige la mirada hacia la brutalidad y crueldad de la guerra y dice que “un puñado de ambiciosos y farsantes inmorales” - yo diría hipócritas pues siempre lo hacen en nombre del bien -, “no habrían logrado desencadenar todos esos malos espíritus si los millones de seguidores no fueran sus cómplices”. Incluso, atribuye estos horrores a la envidia originaria. “Ninguno debe querer destacarse, todos tienen que ser iguales y poseer lo mismo”.

La justicia social o el igualitarismo, apunta a que cada uno debe denegarse muchas cosas para que “también los otros deban renunciar a ellas o, lo que es lo mismo, no puedan exigirlas”.

Esta exigencia de igualdad es, por otra parte, la que propiciaron y propician los populismos. Los totalitarismos no contemplan la igualdad de posibilidades sino que conducen a rechazar las diferencias intrínsecas a cada sujeto. No hay que obviar que la exigencia de igualdad de la masa sólo vale para los individuos que la forman, no para el conductor. Todos tienen que ser iguales entre sí, pero todos claman por un líder que los mantenga unidos.

También Freud en 1915, a un año de haber comenzado la Primera Guerra Mundial, al escribir “Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte” dijo: “El sujeto forzado a reaccionar permanentemente en el sentido de preceptos que no son manifestación de sus tendencias instintivas vive, psicológicamente hablando, muy por encima de sus medios y puede ser calificado, objetivamente, de hipócrita, se dé o no clara cuenta de esta diferencia, y es innegable que nuestra civilización actual favorece con extraordinaria amplitud este género de hipocresía.

Podemos arriesgar la afirmación de que se basa en ella y tendría que someterse a hondas transformaciones si los hombres resolvieran vivir con arreglo a la verdad psicológica. Hay, pues, muchos más hipócritas de la cultura que hombres verdaderamente civilizados, e incluso puede plantearse la cuestión de si una cierta medida de hipocresía cultural no ha de ser indispensable para la conservación de la cultura, puesto que la capacidad de cultura de los hombres del presente no bastaría quizá para llenar tal función.” Por otra parte, dijo también: “También nosotros (…) somos, como los hombres primordiales, una gavilla de asesinos”.
Ocultar lo que uno piensa y decir otra cosa para quedar bien, suele llamarse hipocresía, un concepto que pone las cartas sobre la mesa. La hipocresía intrínseca a la frase “ya lo sé, pero aún así”, evidencia un pensamiento perverso.

Las nuevas tecnologías
En estos tiempos en los que la tecnología abarca muchos aspectos de la vida cotidiana, la felicidad misma puede medirse a través de las selfies, en la que las sonrisas, casi siempre hermosas, suelen ocultar un gran vacío existencial porque la verdad de una persona no es la pose sino su modo de ser.
Instagram, por ejemplo, sumamente eficaz para promocionar un evento o un producto, suele funcionar como vidriera de la felicidad tanto de la propia como la ajena. No se trata de algo nocivo ni malo en sí mismo, sino que, muchas veces es pura apariencia. Vanidad de vanidades que mucho tiene que ver con lo humano, desde la creación o surgimiento del hombre.
La llamada sociedad del bienestar pone en manifiesto carencias importantes que llevan al stress, a la adicción al trabajo y a otras adicciones y a una permanente ansiedad.
La hipocresía es un mecanismo de defensa que sólo alimenta el engaño y la doble moral. Sería interesante poder relacionarse en forma abierta y sincera, contando con el respeto y comprensión de nuestros semejantes.

La mentira como recurso
La naturaleza humana es mezquina y lamentablemente muchas personas por miedo, celos o envidia, terminan siendo hipócritas por necesidad o por sometimiento al discurso dominante, sometimiento que lleva a negociar la dignidad y otros valores.

Me interesa pensar la hipocresía como una pantalla, un tipo de mentira, una manera de ser o, quizás, una búsqueda de lo que no se es.
Un hipócrita es, como expresé anteriormente, alguien que esconde sus intenciones y que suele fingir cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente tiene. Es el arte de mentir hacia fuera y hacia adentro.

Si, como dijimos, la palabra proviene del latín “hypocrisis” y del griego que significa “fingir”, la hipocresía consta de dos formas, la simulación y el disimulo. La simulación es mostrar lo que se desea aparentar, en cambio el disimulo oculta lo que no se quiere mostrar.

La hipocresía es considerada, por muchos, como un mal necesario para la sociedad y tiene que ver con el inmenso grado de descomposición social al que puede haber llegado la sociedad.

Según el sociólogo Zigmunt Bauman, la Solución Final fue el ejemplo extremo del intento, hecho por la sociedad, de extirpar los incómodos e indeterminados elementos que existen en ella. Tal como el filósofo Giorgio Agamben, Bauman sostuvo que los mismos procesos de exclusión que operaron en el Holocausto podrían retornar hoy, y en alguna medida ya lo han hecho.

Una sociedad individualista y consumista, que conduce al egoísmo, al egocentrismo y a preocuparse únicamente de la felicidad personal, carece de un sentido comunitario y solidario.

Para que la sociedad cambie, hay que empezar por la familia, núcleo central de la sociedad. Quiero decir, se les debe transmitir a los hijos, niños y jóvenes, valores morales, alejados de la mentira, la hipocresía y de toda falsedad.

Quiero concluir con este pensamiento de Molière, dramaturgo y comediante francés:
“La hipocresía es el colmo de todas las maldades”.
Y con esta reflexión de Aristóteles:

“No se puede ser y no ser algo al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto”.

Susana Grimberg. Psicoanalista, escritora, ensayista y columnista.

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