La verdad.
Elena nunca
supo la verdad. En realidad, nunca quiso saberla porque era demasiado cruel.
Luis había
sucumbido a la enfermedad, meses antes que ella decidiera irse de esa casa que
le había quedado tan grande como su corazón herido.
Ella quería
deshacerse de tantos recuerdos hermosos y también dolorosos que había en su
memoria.
Él estaba en
cada rincón de las habitaciones, en un adorno, en una historia…
Esa enfermedad
maldita que casi había quedado en el olvido pero volvió s surgir.
Ella siguió
adelante sola pero no logró entender el porqué de tanto dolor.
Ella vivió con
recuerdos hasta que decidió vender todo e irse a otro lugar donde guardaría
alguna de las hermosas cartas y posiblemente unos pocos objetos que formaron
parte de sus vidas.
El seguiría
estando a su lado pero de otra manera. Ella lo extrañará por siempre pero sabe
que debe continuar porque él se lo había pedido antes del viaje final.
Hasta el
momento de la verdad, lo había acompañado y seguiría recordándolo solo por su
promesa.
Jamás hubiera
imaginado lo que supo instantes antes de su último aliento, cuando sonó el
timbre y el cartero le entregó el sobre en sus manos.
Lo abrió
temblorosa y leyó la carta del abogado. Su marido había dejado específicamente
aclarado que la única heredera era ella, su amor de toda la vida, que nadie
podría impedir que se quedara con toda la fortuna y podía disponer de ella como
quisiera.
Corrió al
dormitorio, él aún estaba despierto. Lo abrazó suavemente y le dijo:
“No hacía falta
todo esto, sabés que te amo y haría lo que fuera por evitar el sufrimiento que
estás pasando”.
“Tranquila, yo
conozco a mi familia, quise que vos fueras la única persona que recibiera
además de mi amor incondicional, todo lo que te corresponde, por haberme
cuidado hasta el ultimo segundo. Te amo.”
Esbozó una
pequeña sonrisa y cerró los ojos.
Ahora, sentada
en su nueva casa, mirando al jardín, con una taza de café entre sus manos, se
acomoda la manta sobre las piernas. El frío llegó y las hojas de los árboles
comienzan a caer, lentas, amarillas.
Como aquel
invierno en que ella supo la verdad. Amante era la palabra exacta que la
definía. Amante.
©Silvia Vázquez
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