EL ANILLO DE CORAL
A fines del siglo XVII en la encantadora ciudad de Coímbra, en Portugal, en un fastuoso castillo frente al mar vivía una familia destacada por su fortuna y sus títulos nobiliarios, obtenidos a fuerza del sudor y lágrimas de muchas personas que en Mozambique y Angola, África, entonces colonias portuguesas, trabajaban en forma infrahumana, para el enriquecimiento de personas sin escrúpulos, como la familia Beiras.
El castillo estaba rodeado de frondosos jardines, terrazas adornadas con maceteros con flores de estación que alegraban la vista , los azahares y jazmineros trepados a las pérgolas impregnaban el aire con suaves perfumes suaves pero persistentes.
Las personas de servicio se perpetuaban allí de generación en generación, y formaban sus familias entre ellos. La señora Marquesa de Copeira, era considerada y amable con los sirvientes, no así su marido el Marqués de Beiras, que no manejaba con acierto las relaciones humanas, dedicado a los negocios sucios y a la comercialización de los esclavos; pasaba largos periodos de su vida en África, para beneplácito de todos los habitantes del castillo.En contadas oportunidades su esposa lo acompañaba porque algunos negocios requerían su presencia, ya que ella era la legítima heredera de un banquero reconocido en muchas partes de Europa y África.
Magdalena, la jefa de la cocina del castillo, tenía un hijo llamado Joaquín, que ayudaba y aprendía el arte de la jardinería junto a su padre, ambos recibían los halagos de todos los visitantes al castillo, admitiendo que los jardines diseñados por ellos eran los más bonitos de Coímbra y sus alrededores.
Ana, era la nodriza de Caterina, hija mimada y consentida de los señores marqueses, quien había heredado las virtudes y buenos sentimientos de su madre y una parte de su belleza. Su único hermano , cuatro años mayor que ella, minusválido, permanecía la mayor parte del día postrado, encerrado en su cuarto.Su padre, avergonzado de haber tenido un hijo diferente a sus deseos, lo mantenía aislado y no le permitía acceder a la educación ni a vivir una vida mas o menos útil. Su hermana, Caterina
a escondidas del Marqués, le enseñó a leer y gracias a eso llenaba sus días con la lectura.
Caterina era bonita, dulce,graciosa y comprensiva. Había compartido sus juegos infantiles y luego las inquietudes y los encantos de la adolescencia con Lucía, hija de Ana su nodriza. Aunque el Marqués no veía de buen grado esta amistad, la aceptaba porque eran las dos únicas niñas que habitaban el castillo. Caterina, también le enseñó a leer a Lucía, aún sabiendo el riesgo que corría si su padre se enteraba. Eran entrañables amigas y confidentes.
Una tarde que estaban en la terraza contigua a los aposentos de Caterina disfrutando del tibio sol de abril, vieron a Joaquín escondiéndose entre las plantas, ella lo invitó a compartir una charla, pero él temeroso de las consecuencias le podría causarle, agradeció y se retiró con cautela. Caterina no lo había vuelto a ver desde que eran unos niños y quedó cautivada por su buena presencia y sus buenos modales. Se lo dijo a Lucía, pero ella bajó la cabeza y no hizo ningún comentario.
(Continúa en el próximo número).
Leonor Pires
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