Pertenezco a una generación a la cual querer ser cineasta era como querer ser astronauta. En 1985, la dictadura llega a su fin en Uruguay y genera, cinematográficamente hablando, una camada de marcianos. Creativamente todo era posible pero productivamente nada había cambiado. Existía un pequeño grupo de gente interesada en hacer películas que tenían la necesidad de ir contra el statu quo del momento e intentar una identidad propia. Contaban con una cultura cinéfila importante, en parte debido a la Cinemateca y en parte a la influencia de los videoclubes pero con cero infraestructura para filmar. De ahí que esta etapa se caracterizó por una enorme cantidad de material experimental, donde la bizarra mezcla de géneros era moneda corriente, en video y sin dinero alguno y con aires de intelectualidad casi ridículos.
PORNO PARA PRINCIPIANTES pertenece a ese extraño pero maravilloso momento ya que trata del sueño de hacer una película como sea, en un lugar y un tiempo donde eso es prácticamente una utopía.
Y así como “La Novia de Frankenstein” (James Whale, 1935) fue un caso insólito en su especie, un absoluto engendro cinematográfico, donde convivieron el humor y el terror en extraña armonía, nuestra historia es también una mezcla de dos de los más disímiles ejemplos de cine: el de autor y el porno.
La película expresa estos conceptos a través de un continuo conflicto de fuerzas entre dos seres antagónicos, y la lucha interna a la que Víctor, el protagonista, es sometido. No estamos ante una desenfadada mirada interior al mundo del porno, ni ante una historia de ascenso y caída, ni ante una historia sobre la tolerancia, la creación, el cine, la identidad, la fantasías y los sueños perdidos; estamos ante todo eso a la vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario