EL DÍA QUE ENGIN AKYÜREK SE ENAMORÓ DE MÍ
Ocurrió hace ya algunos años… Pero no por eso pude olvidar jamás lo que me pasó en ese viaje a Estambul, Turquía.
Nunca lo conté, a riesgo que me traten de mitómana delirante… No me importa. Esta historia está grabada a fuego en mi corazón.
Corría el año 2.014, y nos habíamos embarcado en ese tour, esperado, soñado, con “Turismo Felgueres”.
Éramos un grupo de mujeres solas, dicharacheras, ruidosas, ansiosas por conocer otras culturas…Turquía y Egipto, diez días en Estambul, y diez días en Egipto. Ankara, Capadocia, Pamukkale, Konya, Laodiceia, Hierápolis, Éfeso, Esmirna, el Cairo… ¡Allá vamos!
Yo había ahorrado tres años y me privé de algunas cosas para realizar ese viaje. Soy una triste docente jubilada… ja, ja, ja…
Pero sé que la mejor inversión de la vida es un viaje. Las expectativas, la loca ansiedad, la adrenalina de los aeropuertos…El batir de los corazones cuando estás en lugares lejanos, todo eso es fantástico. Es mirar una foto, y que la felicidad nos asalte la cara, porque tenemos impregnado en la sangre, los fantásticos momentos vividos…Es volver a vivir, decía una amigo, sátrapa él.
Yo, con lo único que soñaba, era subirme a un globo aerostático, para recorrer los paisajes de Turquía desde el aire; pasearme por el desierto en camello, y sacarme unas selfies en las pirámides… y también, para qué negarlo, que me vea mi ex, y se ponga verde. Como acostumbra.
Pero no, el destino me tenía designado algo mil veces mejor, como verán.
Nos habían dicho que Turquía era un país de gente muy cálida, amable, de milenarias tradiciones y costumbres.
Ese viaje era un regio paquete de celofán dorado, que llevábamos bajo el brazo, y lo abriríamos despacito, despacio, degustando lentamente, como un enorme Bon o Bon, esa maravillosa Caja de Pandora que suponíamos que era ese país, tan lejano como fascinante para nosotras.
El primer día que llegamos, hicimos un tour por el Bósforo, que es un estrecho que separa Asia de Europa, y une el Mar de Mármara con el Mar negro.
Y ya en el primer día, como para festejar, reservamos mesa en uno de los restaurantes más elegantes y típicos de Turquía, el “Yasar Baba Resturaunt & Turkish Nights”. Esa noche actuarían Tarkan y Mustafá Sandal, famosos cantantes turcos.
Cuando llegamos… ¡Sí que nos maravillamos! … El lugar era bien selecto, la gente estaba preciosamente vestida, y en el aire reinaba el aroma seductor de una noche muy especial:
juventud, música genial, gente linda, y atención esmeradísima. Nos asignaron tres mozos
que se deshacían por atendernos, que hablaban inglés y español.
Yo, me sentía una reina.
La comida turca, es una de las más variadas, ricas y deliciosas del planeta… Nos maravilló la mesa de platillos multicolores y refinados que nos esperaba para degustar. El kebap, los baklava, dolma, doner, meze, menemen… Todo fue una fiesta a nuestro sabor.
Conocimos el raki, (licor nacional de Turquía), el ayran, el salep, el boza, el salgam… No le perdonamos a nada.
A nuestra derecha, una vasta mesa, muy ruidosa, que hablaban y gesticulaban con gestos ampulosos… Como son ellos. Parecía que festejaban algo, porque brindaban y se reían.
Yo dije para mis adentros… Con este muestrario de turcos, ¡Muero hoy mismo, feliz de la vida!...Altos, delgados, pelo negrísimo, ojos de ébano, relucientes, barbita candado todos… ¡Nooooo! Era mucho para un solo día.
El mozo nos comentó que eran la troupe de la cadena de televisión ATV (“Turkish TV Channel), de la famosa serie de Netflix, “Kara para ask”.
Dijo que siempre venían allí, ya que estaban filmando los últimos capítulos de la serie, en Gölyazi, un pueblito enclavado en un islote, a orillas del Lago Uluabat, en Bursa.
¡Quéééée´!.....Mi corazón estalló… ¿Perdóóón?... ¿Quéééé?...¡No podía seeeer! Era la serie turca que yo estaba mirando, antes del viaje, que me fascinó. Buenos actores, buena fotografía, paisajes increíbles, unos turcos pa’l crimen. ¿Qué más?
Yo no les puedo contar lo que sentí en ese momento. Mi corazón hacía “Pum, pum, pum”. Adoré esos actores…Adoré…Si bien tenía escenas rocambolescas, como todas las novelas turcas, yo me sumergía todas las noches en los avatares de sus protagonistas. Pasé a un estado de hipnosis total. Mis amigas se rieron un largo rato de mi cara de asombro. Yo, nadando en los efluvios del raki, en el ambiente musical y jolgorio que nos brindó Mustafá Sandal con su hermoso tema “Istambul”, y los repetidos brindis…Nos olvidamos hasta de los apellidos.
En la esquina de la larga mesa de los actores, casi en frente a mí, a seis metros más o menos, estaba Engin Akyürek… Sentado al lado de Tuba Büyüküstün y Tuvana Türkay. También estaban Nebahat Çehre, Erkan Can, Saygin Soysal, Bestemsu Özdemir…
Son los que alcancé a conocer.
Fue tal mi arrobo, o mi insistencia, o las ondas mágicas de ese mundo encantado que estaba viviendo…que sentí que… ¡Él me estaba mirando!...A mí se me aflojó hasta el alma. Y pensé que ni muerta me iría de allí, sin haberme sacado una foto con él esa noche. ¡Ni occisa!
Lo primero que pensé, era en el placer inenarrable de cuando le contara a mis amigas de la Argentina esto. ¡No lo podía creer!
Tomé otro trago de raki. De pronto, tenía la garganta seca. Noté que las manos me temblaban.
Mis amigas salieron a bailar, solas, con los turcos, prendida a las paredes… Ya ni me acuerdo. Yo ya veía el mundo en technicolor y 3D.
Me encontraba en el momento más perfecto de mi vida. La sangre me bullía, caliente. Pensé que tenía que verlo, aunque sea de cerca… Un minuto. Un segundo. Y si me animaba, le pedía una foto.
Me levanté parsimoniosamente, más por el raki, que por la parsimonia, con el celu en la mano. Tenía que pasar frente a él, para ir al toilette.
Pero en vez de dirigirme a él, en estado de pánico grave, pasé a su lado, y lo miré. Yo rogaba que no se me enredaran los tacos en la alfombra, que no me desmayara, que no tartamudee, que no se me cayera una pestaña…
Lo único que gané es que me agarrara un súbito calor, tanto, que empecé automáticamente a traspirar, y, cuando pasaba frente a él, el celular se me cae. Justo él se levantó, vio lo que pasó, y se apresuró a recogerlo del piso y devolvérmelo. Estaba con un sweater negro, que le quedaba colosal. Yo lo miré extasiada, a punto del desmayo.
Le dije “¡Gracias, Gracias!”, como si él fuera a entenderme… Qué tonta.
Él me respondió: “Prego, signorina”…
¡Hablaba italiano!... Yo cazaba algo, ya que había estudiado en la Dante Alighieri, hacía unos años. No sé cómo llegué al toilette, ya que las rodillas me temblaban.
Me pellizqué frente al espejo, y, a pesar de que hacía frío, noté que en mi frente brillaban algunas gotas de sudor.
Cuando volví a mi mesa, las chicas seguían de parranda, se volvieron a reír de mi embelesamiento, y me dijeron cómo me podía gustar tanto ese turco de naso tan grande y orejas de pantalla. Me dijeron, para rematar, que los turcos tenían fama de no bañarse muy seguido. Yo también me reía, pero era de nervios. Pensaba,” Yo a ese papirri no le pido ningún certificado, ni de sanidad ni de limpieza, ni de vacunas…¡Uy, Dió!”
Él no me sacaba los ojos de encima, y yo, llegué a la conclusión de que estaba en un sueño, mejor dicho, una pesadilla… ¡De éxtasis!
Cuando ya las chicas estaban en el estadio de brindar por una mosca que pasaba, y ya chapuceaban hasta turco, por milagros de Dios y el universo cósmico, llega un mozo con una botella de champán y una rosa roja en una copa de cristal. La tarjeta decía: “Mi piacerebbe conoscerti. Ecco il mio numero. Ti prego di chiamarmi…Ti porto a passeggiare a Stambul. Io so che tu sei argentina. Un bacio. Engin.”
Lo miré, y le volví a decir gracias, con una sonrisa, o algo parecido, no sé qué me salió, una mueca espasmódica seguramente, porque me temblaban desde el pulso, hasta la mandíbula.
Él hizo una leve inclinación de cabeza, apoyando su mano en el lado izquierdo de su pecho. Luego supe que ese era un ademán común entre los caballeros turcos.
Allí, allí mismo, yo vi las estrellas, la luna, hasta el cosmos de Carl Sagan no paré, y experimenté por primera vez la quintaescencia de la felicidad absoluta.
Mis amigas estaban tan enfrascadas en divertirse, que no se dieron cuenta del acontecimiento surrealista que yo estaba viviendo. A esa altura de la noche, les hubiera dado lo mismo tomar el “Dom Perignon”, que una copa de estricnina. Les cuento…Yo hubiera hecho lo mismo.
Ya no tenía consciencia del tiempo y del espacio, como diría mi neurólogo.
Al otro día, mis dedos temblorosos marcaron su número.
_ Dammi la tua whatsapp, Io voglio vederti. Me dijo.
Yo, casi me niego. Era como estar delante del cadalso, entre la espada y la pared. Estaba sin maquillaje, con ojeras, (No pude dormir nada), los ojos hinchados, y los pelos parados… Siempre fui algo trágica … Y tuve temor de que se suicidara allí mismo.
Él estaba con sus ojitos adormilados, el pelo revuelto, la voz melosa…
_ Buon giorno, cara! Ciao, bella, come stai?
Lo primero que pensé, es que este chanta me estaría cargando…O, tal vez, era una cámara oculta… ¡Que saldría por todos lados! ¿Y si pasaban en Argentina?... ¿Y si los que me conocieran se me cagan de risa?... ¿Y si este era un sicópata, que solo buscaba reírse de mí?
_ Vengo a prenderti tra un´ora, cuore! A presto!
_ Eh…Eh…Bue…Eh… ¿Me lo decís en serio?...
_ Certo! Tra un’ora io sono davanti al tuo hotel, bellissima! Non deludermi, per favore!
Yo, aceleradamente, me vestí, me maquillé, me desvestí, me perfumé…Tiré diez vestidos…Me los volví a probar…Los volví a descartar…Hasta que me puse uno negro, que me disimulaba los rollos, bastante apretado, como para hacer creer que tenía grandes bubis, cuando estaba muy lejos de ser una Isabel Sarli.
Estaba en un plano de nirvana místico, y rezaba… ¡Que sea cierto, Dios! ¡Que sea cierto Alláh! ¡Que no sea un sueño! Alláh, Alláh! (Era lo único que había aprendido de la novela que miraba en la Argentina) Diosito…No te burles de mí… Y compadecéte de esta pobre alma en penas…
Bajé… ¡Y allí estaba Engin Akyürek en persona!
1,90. Camisa terracota. Pantalones negros. Zapatos brillantes. No sé por qué, en eso me acordé que a Mirtha legrand le gustaban los zapatos bien lustrosos. Decía que era signo de elegancia en un hombre. Bueno, a mí me hubiera dado lo mismo que viniera en pantuflas o con las crocs… Sé gual.
Perfume francés… Casi muero bien morida…Y pido a Dios, que no me dé más nunca una sorpresa de esa magnitud, en el futuro. Hoy, con unos años más, tendría un paro, seguro.
No resistiría tal prueba del destino.
Me abrió la puerta, con su sonrisa espléndida, de dientes níveos y boca que prometían un
paraíso terrenal…O los fuegos del mismísimo infierno. Según de qué lado lo mires. Por supuesto, yo, oveja descarriada de este valle de lágrimas, opté por las llamas del mismísimo averno, en el segundo, en el instante que lo vi.
Resultó ser simpático, cálido. Un verdadero caballero del medioevo. Lo primero que noté eran que sus ojos negros, despedían miles de lucecitas danzantes…Y cuando se sonreía…Por Alláh, Osho, y Krishnamurti… ¡Era absolutamente maravilloso!... Ni a Miguel ángel se le hubiera ocurrido esculpir semejante criatura de Dios. Tenía una mata de pelo negrísimo, que, a veces le caía, rebelde, en la frente.
Recorrimos, en su Ferrari, la costa del Bósforo. El día estaba espléndido. Y mi alma, ya era un maremágnum de burbujitas y acordes de arpas celestiales.
Fuimos a un pueblito costero, era un lugar muy sencillo.
Me dijo que le gusté, desde que entré al salón, y, más que todo, le gustó el verme sonrojada, esa noche, cuando me pasó el celular. Me dijo que era un hombre muy sencillo, que a veces le estaba resultando difícil lidiar con la fama, porque a él le gustaba la vida tranquila, lejos de los flashes y los periodistas, y el sentirse observado las 24 horas.
Por eso rompió con su novia, Tuvana Türkay, porque ella hizo público su romance, para sacar ventajas.
Me contó que estudió en la Universidad de Ankara, que se graduó en Lenguas e Historia. Y también adoraba escribir, y sacó un libro, llamado “Silencio”, que ya se vendía en la Argentina. También me contó que dedicaba mucho tiempo a hacer obras de caridad.
Yo le conté que era profesora de inglés. Que mi vida también era muy tranquila. Y estaba sola. Y, le pregunté, por fin, por qué se fijó en mí…Ya que él tenía al lado mujeres hermosas, y jóvenes.
_ Le donne sono come i vini. Nel tempo diventano piu gustosi!
Ho amato i tuoi occhi, quasi nessuno mi guarda in questo modo, con gli occhi dell’anima. Grazie,cara.
Tenía una mirada aterciopelada, con la que miraba a Tuba Büyükustün en la novela, un festival de chispitas le iluminaba la cara. Y yo, en completa combustión…
Descubrí que era muy dulce y tierno, que era arrobadoramente humilde y sincero.
Pasé un momento inolvidable.
Cuando volvimos, me dijo que si yo estaba de acuerdo, él me haría conocer Estambul.
Al otro día, nos volvimos a ver.
Recién entonces, caí en la cuenta de que no era un sueño. Que yo estaba viva. Que estaba en Turquía, y mi cicerone sería Engin Akyürek.
Tomamos helado de fresas a orillas del Bósforo, saboreamos té turco en vasitos de vidrio, comimos los deliciosos güllac y tulumba, bailamos al ritmo de la música folklórica turca, el “Makam”, nos quisimos en las auroras, en su yate, a la noche, con lluvia, con frío, con nieve…Caminamos tomados de la mano por el parque Gülhane, nos reíamos tanto cuando comíamos lahmacun, (pizza turca), en un banco de la plaza , como en un lujoso restaurante; compartimos desayunos de frutas y bebimos cervezas “ Efes”; ascendimos en globo en Capadocia; visitamos las aldeas de Uçhisar o Ortahisar; fuimos a las aguas termales de Pumakkale; paseamos por Hierápolis,”La ciudad Sagrada”; me maravillé con el Palacio de Topkapi, residencia de los sultanes; me emocioné visitando el Valle del Monasterio de Göreme, con sus capillas excavadas en la roca, y frescos del siglo X y XI;
tomamos té en la Colina de Camlica ( O “ Colina de los Amantes”), nos besamos en los Campos Elíseos de Estambul; navegamos en un velero en la isla griega de Samos; conocí la Mezquita Verde, cubierta por 21.403 azulejos turquesas, y sus mercados de seda; brindamos con raki en el famoso café Pier Loti; recorrimos Bursa, primera capital del imperio Otomano; rezamos en la Basílica Santa Sofía; en Éfeso, conocimos el Ágora, el Templo de Adriano, el Teatro y la Biblioteca de Celsius…
Fuimos felices, como dos pajueranos, como dos lelos, desconectados del mundo, y de la raza humana, descolgados de toda religión, límite y tiempo…
Yo, nunca desperté de mi sueño. Al fin, admití que en esos días fui la mujer más feliz del mundo, pasé los días más alucinantes que jamás imaginé que iba a vivir.
Los días pasaron, él me juró que vendría a la Argentina a buscarme al año siguiente, y me llevaría con él.
Yo regresé a mi vida. Me zambullí en los capítulos que me faltaban, para terminar “Kara para ask”. Fue un tormento. Odiaba ver a Engin en situaciones románticas con la Büyüküstün, aunque él me dijo que ella era casada, y a él no le importaba. Nunca la miró, más que como una compañera. Aparte, me confesó que no es tan linda como aparentaba en la tele, está toda tuneada.
Llegué al Episodio 164….. Y terminé de ver la serie.
Ahora estamos en el 2.021. Esto ya pasó hace varios años, como les dije.
Engin nunca vino a buscarme. Hizo mutis por el foro. El último día que lo vi, fue en el capítulo 164, cuando se terminó la serie.
Este affaire con Engin Akyürek, jamás lo conté. Seguro que van a decir que se me volaron las chapas. No importa. Basta que lo crea yo… ¿No?
Algunas de mis amigas, no me volvieron a hablar. No me perdonan, que en Estambul, yo no haya salido con ellas…Mirá si voy a dejar a Engin por ellas… ¡ Envidiosas!
Después de todo…las chicas tenían algo de razón. Los turcos son mentirosillos y rufianes.
Aparte, sí que tenía la nariz grande, que descubrí, lo disimulaba bastante con make-up. Después de todo, tampoco era Brad Pitt. ¡Qué se creía!...
Y me parece, me parece, que ni su perfume importado, era tal.
Me hizo acordar al horrible “Vetiver Devon”, que usaba mi primer novio…
Raquel Pietrobelli
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