Fui a visitar a la tía a Mykonos.
Ella estaba ahí. Los surcos
de su rostro mostraban la caída de aquella mujer impertinente y poderosa.
A pesar
del bastón, caminaba erguida.
Bajó las escaleras de mármol blanco con la
energía de una jovencita, pero cuando se sacó el sombrero, las canas asomaron
cayéndose al suelo.
Las pisoteó, las maldijo y pegó dos golpes a la mesa de
mármol de carrara del jardín.
Detrás suyo el mayordomo levantaba la bandeja
repleta de vasos de cristal, y la sirvienta barría el cabello cano.
Un valet,
apareció corriendo y le coloco la peluca rubia que usaba para las ocasiones
especiales.
Antes muerta que sencilla.
©Silvia Vázquez
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Excelente relato.
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