viernes, 29 de noviembre de 2019

Un cuento de Antonio Flores Schroeder

La increíble historia juarense de la mujer mezcal y su perro

Doña Mani llegó de Nueva York expulsada por el Marqués de La Fayette y el falso racismo de los hot-dogs. En Ciudad Juárez se hizo amiga de Talón en menos de dos bocados; ella era una ermitaña que disfrutaba del silencio y de las compañías que habitaban las uñas sucias de su mente y él, en cambio, era un perro faldero que solía andar entre pulgas y miedos errantes.

Un día doña Mani cruzó una calle como fantasma de mezcal y fue a parar al techo de un auto compacto, aunque no fue la primera ni la última ocasión en que sucedieron de esa forma las cosas. Talón estaba seguro que ella se levantaría como agua fría en sentido opuesto a la corriente de una cascada para curar la resaca de voces que a lo mejor ni existían. Y así fue.


                             


Pero no estaban solos. A menudo eran perseguidos por Pancho Villa y sus caballos por las principales avenidas de la ciudad del burrito y la violencia. La señora de piel de cemento y el perro en blanco y negro eran dos figuras sobre la tarde y la banqueta, dos que se diluían cuando el sol se tornaba en precursor de los movimientos revolucionarios.

La primera tarde que la doña los observó en medio del parque casi muere. El Centauro del Norte y otros jinetes reían mientras los animales relinchaban tanto, que hasta las palomas se convirtieron en mariposas y los grillos en estatuas de arena.

Talón a veces dormía mucho, sobre todo cuando el hambre era una imagen imprevista sobre el asfalto del desierto. Lo más increíble de esas largas comas fue cuando Villa subió a su caballo a la sexagenaria mujer para llevarla al olvido. Pese a que el fiel Pastor Alemán no sabía a dónde se dirigían, tuvo que seguirlos.

Todavía se escuchan sus ladridos en algunas zonas de Centro de la ciudad.

©Antonio F. Schroede
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23 DE ABRIL DIA DEL LIBRO