viernes, 3 de abril de 2020

Escritor invitado: Rubén Sánchez Rivas

Este cuento es una mirada a una actualidad con raíces muy profundas en nuestra sociedad.
  quiera la Diosa fortuna, interponer su buen voluntad, para que algún día salga el sol para esos hermanos. Rubén Sánchez Rivas



“ELVILLERITO”


Ocurrió una villa del gran Buenos Aires.

Calles de tierra, zanjas nauseabundas, incuba-doras de mosquitos y guarida de toda clase de miasmas.

¿Agua corriente?, un espejismo ¿Cloacas?,¡Una utopía! Moradas… a las que generosamente lla-man ”Viviendas”. Cubículos levantados con tro-zos de madera, latas, cartón. En muchos casos, la puerta es una lona..., cuando la hay

Cuchitriles, en que habitan seis o más per-sonas en total promiscuidad; deslizándose por la vida y sobrellevando la perversa miseria del cada día.

En un rancho así; sumisamente sobrevivían doña Pancha, con Luis, su hijo de once años.

Viuda de cuarenta y cinco años, maltratada por una severa afección pulmonar y reumatismo.

Poco podía hacer. Lavar los pocos andrajos que poseían la torturaba. ¿Su lavarropas?... una lata de 20 litros cortada longitudinalmente.

El agua se la alcanzaba alguna vecina compa-siva - Del surtidor distante 50 metros-

Desde que José; su hijo mayor cayera preso, Luis aportaba las monedas para la subsistencia.

Pancha, el día que podía, cocinaba tortas fritas que el niño salía a vender. Chico vivaz, juntaba metales y cartones; siempre atento a conseguir algún dinero honesto, a pesar del lugar en que vivían, --caldo de cultivo de delincuencia-- se lo conocía por respetuoso y honesto.

Los comerciantes de la zona, siempre tenían para él alguna changüira: Barrer la vereda, lavar vidrieras, llevar pedidos.





Contaba con la fiel compañía de Rulo; perrito callejero que buscó refugio en el pibe, desde el día que lo apedrearon.

A veces, cuando podía concurría a la escuela.

Sabía leer y escribir. Tal vez, la necesidad le dio una agilidad mental envidiable. Realizaba cálcu-los mentales con rapidez sorprendente.

Una mañana de junio, salió temprano de su “casa”. Tres días hacia, que caía una penetrante fría llovizna convirtiendo el barrio en un lodazal.

Su madre, desde la estera que ocupaba por cama le preguntó:

-- Luis... ¿tomaste el mate cocido?.

-- Si mamá.

-- ¿Donde vas?

--A lo de don Juan. Quiere que le lave las vidrieras y luego que haga el reparto.

-- ¿Te abrigaste? ponete el chalequito que aunque no tiene mangas, te abriga el pecho.

-- Mamá... con ese chaleco no se me ve la camiseta que me regaló el hincha de River.

--Hijo ponete debajo unos diarios; y que no te vean con esa camiseta, sabes como son los vecinos. Primero se burlan y luego...como no les contestas, te provocan y te insultan.

-- No...no importa, son tarados pero no son malos.

-- ¡Cubrite con el plástico! No te mojés.

-- ¡Mamita... como toses! ¿Te hiciste los vahos?.

--Si hijito... Cuando vuelvas pasá por la salita y pedíle a Clara si te puede dar pastillas de la que ella sabe

-- No te veo bien, voy a llamar al hospital. Puede ser que tengamos suerte y aparezcan. Chao viejita

--Luisito…vení. Dame un beso y un abrazo bien fuerte.

-- ¿Así...? el abrazo del oso? ¡Viejita linda!

¿Porque lloras? ¿Te apreté muy fuerte?

-- No... m’hijito, estoy hecha una floja.

Y salió Luis, saltando aquí y allá, esquivando los charcos, haciendo equilibrio para no caer en una zanja hedionda.

Rulo a su lado lo imitaba; protegido el lomo con un viejo trapo, ladrando juguetón.

El, vestía la vieja campera que alguna vez fuera de

su hermano.Cubierto con una bolsa de consorcio que lo protegía de la lluvia. Calzaba alpargatas con plantillas de cartón, que ayudaban a mitigar

el frío. A través de un agujero en su mísero pan-talón, se filtraba indiferente la gélida humedad.

Al pasar frente a la “propiedad” de un vecino desde dentro escuchó:

--Luís, ¿Dónde vas tan apurado? A comprar paco? Jaja. Vení con nosotros, hoy tenemos un laburito que nos va dejar mas de 50 a cada uno !Volvé gil!

Luis siguió su camino haciendo caso omiso

Al llegar a la salita esperó que se desocupara la enfermera.

-- Buenos días señora Clara. Dijo mi mamá si me puede dar pastillas de la las que usted sabe.

-- Buen día Luisito; ¿Como está tu madre?.

--Yo... no... no la veo bien. ¿Podría mandar la ambulancia?

-- Voy a ver a que hora puede ir. Ocurre que con el barro es difícil que puedan entrar.

-- ¡Pero mi mamá necesita que la atiendan!.

--Tranquilízate Tomá las pastillas y no llores. Andá; de alguna forma van a tratar de llegar.

Luego; Luís, llegó al negocio donde lo esperaban ¡Luisito...! ¿Te quedaste dormido?

–Buenos días don Juan... No. Tuve que hacer. .¿L ¿lavo los vidrios?

--No, buscá la canasta y cargá la mercadería que está sobre el mostrador. Llevala hasta la casa de García; te tienen que pagar $ 35; tratá de apurar-te, hoy vas a tener trabajo. Cuando vuelvas, pasá por la farmacia y me traes ésta receta,. Acá te doy $ 50.

Luis cargó la canasta y salió según lo ordenado.

Entregó el pedido. Luego; en la farmacia, retiró los medicamentos cuyo valor ascendían a $ 49,50 abonando con el billete de $ 50.

Apresurado salió de la botica sin esperar el vuelto – Su mente habitaba en otro lugar – Corriendo se acercó hasta la salita para averiguar por la ambulancia.

--Luisito, todavía no fue. – Le contestó Clara--

-- ¿Va a tardar mucho?.

--Tranquilizate... Apenas llegue, le voy a rogar al doctor que vaya urgente.

-- Muchas gracias... señora Clara.

--Nuevamente Luis, –Chorreando agua– regresó al mercadito.

-- ¿Que pasó pibe que tardaste tanto?

-- Don Juan, en la farmacia... había gente.

-- Bueno, apuràte y llevá ese pedido urgente.

Tras la salida de Luis, llegó un muchacho de aproximadamente 23 años.

-- ¡Buenos días!, ¡¿Usted es don Juan?! .

-- Buen día, sí. ¿Que anda necesitando?

-- ¿Usted mandó un negro con esta receta?

-- Si… yo lo mande, es un pibe de la villa ¡pero no es ningún negro!

-- Que poco conoce a la gente, son todos iguales... atorrantes, chorros, drogadictos.

--¡Oiga maestro!... no le parece ¿que está exage-rando?. ¡Y usted. ¿Quién es?!

--Soy empleado de la farmacia. Vea: pagó con éste billete y salió corriendo. No esperó ni el vuelto. ¿A que todavía no volvió?

--. Tardó un poco de mas... dijo que ustedes tenían mucha gente pero regresó y salió con otro pedido.

--¡Lo ve!; le mintió, apenas entró lo atendí. Pagó y salió corriendo.

--Está bien, ¿Y a que viene toda ésta historia?

--Esta historia viene por que pagó con éste billete falso.

Salvo… que usted haya querido hacérselo pasar

--¡¿Usted está loco…o borracho? como voy a mandar a una criatura con un billete falso?.

-- Si no es así... ¡Me lo cambia y terminemos!.

-- Mire... ¡Ya me cansaste!; ¡mándate a mudar ya mismo. Y todos en paz!, chao chao.

-- ¡Mire que voy a la policía y hago la denuncia!

-- Donde te podes ir... ¡es al carajo y tómatela¡.

Momentos más tarde llegó Luis.

-- Luis... ¿Tuviste algún problema en la botica?.

-- No señor... ¿Porqué?

--Vinieron diciendo que pagaste con plata falsa.

-- ¿Qué...?

-- Que pagaste con un billete falso.

-- Falso por el agujerito que tenía?

--¿Agujerito?, el que te di estaba perfectamente

--Sabe don Juan, cuando esperaba los remedios, se me cayó el billete. Rulo se le echó encima,

lo mordió haciéndole un agujerito en la oreja de Sarmiento. ¿Por eso dicen que es falso?

-- Mirá ahí llegó la policía.

-- Buenos días, usted es el dueño del negocio?

-- Si señor.

-- ¿Este es el pibe del dinero falso?

--Mire a éste niño lo mande a comprar medica- . mentos. Acá vinieron diciendo que eran falsos; cosa que dudo

-- Bueno, nos van a tener que acompañar.

-- Oficial le puedo pedir un favor... podemos pasar por la farmacia? quien le dice que terminemos rápido el tema.

-- Lo voy hacer... como excepción. Vamos.

-- Buen día Aguirre.

-- Buenos días don Juan. Discúlpeme pero mire que problema... ¡Estos chicos de la villa!...

-- Yo tengo un chico de la villa, pero usted tiene un perfecto mal educado. Faltó poco para que le diera con un palo en la cabeza.¿Puede contarme lo que ocurrió?

--Según me contó el empleado... cuando le entregó las gotas el chico arrojó el billete y salió corriendo.

-- ¿Me lo puede mostrar?.

-- Si... sírvase.

-- Luis, ¿es éste?.

-- ¿Puedo verlo? ¡Noo, no es éste!.

-- Ejem, y como sabes... que no es éste ¿con el que pagaste?.

--Aguirre, un momento por favor. Se podría fijar en la caja si hay otros billetes?

-- Si... acá están; son cuatro. Fijate pibe

-- No Señor. No es ninguno de éstos.

-- Aguirre, le puede decir a su empleado...que nos enseñe su billetera?

-- José... enseñanos tu billetera, por favor.

-- ¡Esto es gracioso!. Un negro nos mete plata falsa y yo tengo que mostrar la billetera.

-- Dale José. Así se termina éste asunto.

--¡Un momento!; antes de que veamos la bille-tera les comunico que el billete que le di al pibe, tiene un agujero en la oreja de Sarmiento. ¿Si?

Ahora enseñanos tu billetera.

--Aleluya... ¡Un billete de $ 50! Y lo que son las casualidades, en éste también a Sarmiento le robaron el aro. ¿Que me cuenta Aguirre?.

Don Juan se dirigió al empleado de la botica.

--Lo querías culpar al pibe de la villa?. Te voy a demostrar lo que es ser bien nacido ¡No te voy a denunciar!. ¡En seguida vamos ha conversar!.

--¡ Oficial, podemos retirarnos?

-- Espere señor., lo vamos alcanzar.

--Gracias. Vamos Luis. Hasta luego Aguirre.

--Aguarde don Juan... al chico lo tengo que recompensar; ¿Como lo puedo ayudar?.

-- Mire. se que tiene la madre bastante enferma; no sé qué decirle... Pregúntele usted.

-- Luis... Luisito, vení por favor.

-- Si señor.

-- Me dijeron que tenés a tu mamá...enferma. Decime como te puedo ayudar.

--Señor, lo que necesito... es, un trabajo; aunque sean unas horitas.

-- ¿Vas a la escuela?. Sabes leer y escribir?

-- Si señor., por la tarde voy.

-- ¿Y? ¿Sabes de cuentas?

-- También señor.

-- Mirá, venite mañana a las nueve que vamos a conversar. Ahora tomá estos pesos y te compras zapatillas y un pantalón.

--Muchas gracias señor. ¡Hasta mañana!.

-- Don Carlos... perdón, le quite el cadete.

--No importa. El chico necesita trabajar. Yo lo ocupo un par de horas Se lo recomiendo, es un pibe honrado y cumplidor. Hasta luego. Llegaron al marcadito. Luego de que Luisito cumpliera con un nuevo pedido, don Juan le dijo que podía disponer de su tiempo, no había mas pedidos. Le entregó $15 y una bolsa con alimentos.

-- Luis, es para tu mamá. Vení a visitarme

Alegre por su nuevo trabajo: partió trotando junto a su perrito, hablándole.

--Rulo que te parece?, ¿Es verdad?. No lo puedo creer. Comida, plata para ropa, ¡Un empleo!

Cuando la vieja se entere se va querer morir... ¡Pobre!...¿Me darán el trabajo?... ¿Si?. ¿Vos que decís?. ¿Sabes?...¡Sos mi mejor amigo!

El villerito, corriendo fue al súper mercado.

Unas Pampero y un pantalón; fue su compra.

Colmado de júbilo se dirigió a la villa con lo adquirido y los alimentos que recibiera.

En tanto pensaba.¡Es un día de fiesta! comida, ropa nueva, y unos pesos

–¡¿Que dirá mi mamá?!.

Corría junto a Rulo bajo la fría pertinaz llovizna, brincando por sobre las traicioneras fétidas zanjas.

Su corazón no cabía dentro de su juvenil pecho. .¿Y la bolsa de consorcio que lo cubriera?, ¿Quien sabe donde la habría olvidado?.

Que importaba, su madre se pondría contenta, orgullosa,

Llevaba don kilos de harina, tres latas de tomates, dos kilos de yerba, dos de azúcar y un paquete de mostacholes para guiso. ¡Los que a ella tanto le gustan!.

En su púber cerebro, las ideas se sucedían con la velocidad del rayo.

Tendría trabajo, vaquero, zapatillas y además… Llevaba treinta y tres pesos !.

-- Gracias diosito mío. . . ¡por tanta felicidad!.

– Exclamó contento hablándole a su mascota

--El domingo… me llevo a la viejita hasta Devoto. Hace como un mes que no vemos a José.

¿Podrá ir?, a lo mejor sí. Se va poner contenta.

Es casi medio día.¿ habrá ido el médico ?

A lo lejos divisó una ambulancia

--Si, si allá está la asistencia. . .

-- Rulo. . .¡ temía que el médico no viniera !.

Mirà… están las vecinas en la vereda. ¿Lloran?

¡La sacan en la camilla!. ¡Menos mal que la cubrieron!. Si no pobrecita, ¡con ésta lluvia!...

Mamita querida, ¡Ojalá enseguida te mejores!.

--Huí, arranca Se van, me la llevan...

¡Pareen...! ¡Paren por favor!




-- Señor, señor, pare... ¡Soy el hijo! ¿Puedo ir?



Tres días después, Luis acudió a la farmacia

.Llegó cabizbajo, temeroso. En un paquete portaba el vaquero y las zapatillas que pudoroso le ofreció al farmacéutico

-- Buenos días señor. Aguirre.

--¡Luisito!. Pensé que te habías arrepentido.

¿Qué me das?

-- El vaquero y las zapatillas señor. Perdón.

-- No… llevalas. Si te estoy esperando

--Señor…. Llevaron a mi mamá al hospital. Estuve con ella hasta esta mañana.

--Y…¿Qué dijeron los médicos? Estás llorando?

--Señor… disculpe las lágrimas no, no lo puedo remediar. .

¡El, el, sábado le dan el alta!

©Rubén Sánchez Rivas
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