viernes, 3 de abril de 2020

Treinta y ocho años Malvinas





Me preguntaron una vez, qué sentí aquel mes de abril de 1982, cuando gente de mi edad estaba por ir a una guerra.

Sentí miedo, sí, miedo. Algunos de ellos eran compañeros de secundario, y la clase (año) de mi novio y mi primo hermano luego fue convocada.

Una tragedia familiar que afortunadamente no sucedió, ya que la guerra culminó antes.
Caminaba por la calle Florida, peatonal, mediodía y tarde al salir del trabajo, que quedaba a media cuadra y solo se veía gente con alcancías, juntando dinero para enviarles a “los chicos”. Esos chicos que apenas habían tomado un arma para conocer cómo era, que jamás la habían limpiado y apenas habían usado para practicar; quienes no tenían idea de lo que era una guerra ni algo parecido. Los mismos chicos con mi misma edad, que lloraban en brazos de sus madres antes de presentarse ante la autoridad correspondiente.
Sentía miedo, de perder a dos seres amados muy cercanos, pero además de lo que vendría después. Ellos, los que fueron a las islas, pasaron hambre, frío, sed, necesitaban de sus familias.

Lo mismo ocurría con los que tenían cargos en marina, aeronáutica y ejército. Todos sabían que iban pero no sabían si volverían. Personalmente estaba sin sonrisa, sin ganas de divertirme en absoluto.

Días antes de ese 2 de abril la gente fue a la Plaza de Mayo convocada por la CGT liderada por Saúl Ubaldini, con la consigna  “paz, pan y trabajo” . Hubo represión de parte de un presidente de facto, Leopolgo Galtieri,a quien no le importaba en lo más mínimo la gente. Esto dejó un muerto como saldo, en las puertas del Cabildo.

Días después vivaron al mismo militar a cargo, cuando invadió las islas, diciendo “Vamos a ganar!”. ¿Vamos a ganar? Si estábamos por comenzar una lucha incomprensible contra una de las potencias más grandes del mundo. Nuestros soldados no estaban ni a la altura y tampoco sabían cómo reaccionar. Los subieron a camiones y luego a aviones. Y allá fueron, a terrenos inhóspitos, helados, enormes, donde cavaron hasta poder esconderse del enemigo. Ese enemigo que los atormentaba casi tanto como la idea de no volver jamás.

Vivávamos por los pilotos de aviones, eran lo mejorcito que había, y de hecho habían hundido a uno de los barcos donde estaba el “principito” Andrew, hoy retirado con su familia y feliz.

Eso fue lo que provocó el 1ro de mayo el hundimiento de nuestro “ARA Gral.Belgrano”,  desaparecido cerca de Tierra del Fuego, y del que jamás se encontraron restos.


Rawson, Playa Unión, Chubut- Foto Claudio Laracca
Acá en la ciudad, se seguían recolectando chocolates, que jamás recibieron, dinero que jamás llegó a destino y tantas otras cosas, como joyas que nunca aparecieron. Aun así, la gente en parte seguía agradeciendo la posibilidad de recuperar las islas.

No era mi caso. Yo rogaba que todo pase, que no llegaran a convocar a mis hombres queridos, que jamás pisaran esas islas, que en definitiva a mí no me servían de nada.
Entendí que uno de los dos sueldos que doné para la causa, generosamente brindado por mi jefe (ex militar) era para los soldados. Ignoro si habrá llegado a destino, pero lo dudo.
No importaba eso, lo que me importaba es que todo terminara.Y pronto.

Hoy agradezco a los pilotos en particular, quienes fueron los que más bajas produjeron en el enemigo, a todos los militares de carrera que dieron su vida y a quienes volvieron heridos y hoy pueden contar la verdadera historia. También a quienes despertaron de la locura de esos días helados de piernas congeladas y cortadas y volvieron a sus casas con sus familias. A los que enloquecieron creyendo que jamás verían a sus seres queridos y a las familias que los esperaban con los brazos abiertos en las diferentes ciudades y pueblos.
Todo en vano, pero se luchó. Ellos jamás nos temieron. Nosotros sí a ellos. Ellos jamás perdonaron, nosotros tampoco, salvo excepciones.

Muchos que han estado en combate se conectaron años después con sus “soldados enemigos” y entablaron amistades.

Hoy, 2 de abril, treinta y ocho años después, me duele el estómago de solo pensar que aquello pueda repetirse.

Foto gentileza Jorge Arnedo

Hoy, treinta y ocho años después, les agradezco, a los valientes que estuvieron en el frente, a los que estuvieron en continente esperando el llamado, a los que luchan por sus derechos y a los militares de carrera honestos que supieron comprender a aquellos pibes inexpertos y aún así lucharon para combatir a los ingleses invasores.

Quizá alguna vez, se sienten todos alrededor de una mesa (algunos ya no estarán), a conversar y decidir qué harán con la gente que ahí vive y con qué parte se quedará cada uno. 

Ojalá así sea, porque si bien nosotros, los argentinos, decimos que son “nuestras”, las islas están ocupada por “ellos”.





No quisiera volver a escuchar los comunicados por radio, ni comprar chocolates y ponerles adentro una carta, dando ánimo, ni tampoco saber que mis nietos (ya no mis hijos) pasen por esa situación.

Hoy, 2 de abril rezo por las almas que llegaron al cielo, por aquellas que volvieron y por todos nosotros. Alcemos la bandera de una vez y que sea la misma para todos los argentinos.




Ushuaia-Foto Claudio Laracca




©Silvia Vázquez
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Este 2 de abril, volvemos a recordar a estos héroes, para mi, además víctimas. No estábamos preparados para esa guerra.

Naddeo, Sardella y Luraghi


Este año, dicto clases en un Colegio donde asiste una de las nietas de un Veterano de guerra de Malvinas, a quien entrevisté (https://lasmusasdespiertas.blogspot.com/2019/04/malvinas-aun-duele.html)



Se llama Adolfo Luraghi. Su nieta Cristabelle Zalazar Luraghi y su nieto Salvador, han pintado hermosos dibujos de las Islas.

En salón de ingreso al Instituto hay una placa que fue colocada en el año 2019 por Luraghi,  el Director el Instituto Hernán Sardella y el Veterano de Guerra Armando Naddeo, también vecino de Villa Libertad, quien ha estado en el portaaviones 25 de Mayo.




 Gracias Adolfo,por permitirme publicarlos. Gracias Armando,por estar ahí en nuestro nombre. 

Estos chicos representan la herencia que han dejado, el amor a la Patria y a la bandera, a las islas y a la lucha que han transitado con sus compañeros.





Salvador
Cristabelle



Son un orgullo para nuestro barrio. 





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