viernes, 3 de abril de 2020

Nueva publicación en Revista Pluma literaria

La Revista literaria Pluma, ha publicado uno de mis cuentos. Comparto con ustedes:









Sombra partida




Nunca me animé a molestarlos . Ni siquiera me atrevía a saludarlos cuando estaban sentados en el banco frío de la costanera los jueves a la tarde.
Estaban pendientes uno del otro. Se miraban, ausentes absolutos del mundo a su alrededor.
Sobraban las palabras. Estaban pendientes uno del otro. Ausentes absolutos del mundo a su alrededor.
Sobraban las palabras. Sólo existían ellos y el brillo de sus ojos oscuros como una sola sombra cobijada bajo los sauces lánguidos a la orilla del río.
 Tomados de la mano caminaban desde el puerto hasta la entrada del parque de los chicos. No se soltaban ni un segundo. Volvían cuando bajaba el sol y apuraban el paso para llegar a su casa antes que caiga la noche.
Tomados de la mano caminaban desde el puerto hasta la entrada del parque de los chicos. No se soltaban ni un segundo. Volvían cuando bajaba el sol y apuraban el paso para llegar a su casa antes que caiga la noche.

Aquel día se repitió la rutina. Cuando volvían de su paseo, ni bien cruzaron el puentecito, vieron un grupo de pibes alrededor de un auto abandonado. Le estaban sacando las cuatro ruedas. No estaba ahí cuando pasaron bien temprano en la tarde.
Dos de ellos se dieron vuelta al verlos.

- ¿Qué te pasa, viejo?. No nos mires.

Ella le tiró del brazo y lo llevó hasta la vereda de enfrente.
- Te dije que no nos mires, viejo- repitió.

Ahí  nomás, el más alto, de pelo enrulado , sacó un arma de entre sus ropas y le disparó.
Cayó como una bolsa pesada sobre el asfalto. Ella gritó pero no la escucharon. Su grito mudo no pudo evitar que corrieran hacia el otro lado cuando a sirena del patrullero apareció en la esquina.
Rogó, imploró ayuda. Tres de los agentes se dieron vuelta y corrieron hacia el grupo, el otro, llamaba por radio a una ambulancia.
El, gimiendo, entreabrió los ojos ya sin brillo, le tomó la mano y le sonrió.

Un jueves más, ella caminaba sola, Se sentaba en el banco frío de la costanera.
Los sauces lloraban sobre sus hombros. El atardecer se imponía y ella con la cabeza baja, volvía desde el puerto hasta el parque . Su sombra, desde aquel jueves, se había partido a la mitad.

©Silvia Vázquez
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