Sombra partida
Nunca
me animé a molestarlos . Ni siquiera me atrevía a saludarlos cuando estaban
sentados en el banco frío de la costanera los jueves a la tarde.
Estaban
pendientes uno del otro. Se miraban, ausentes absolutos del mundo a su
alrededor.
Sobraban
las palabras. Estaban pendientes uno del otro. Ausentes absolutos del mundo a
su alrededor.
Sobraban
las palabras. Sólo existían ellos y el brillo de sus ojos oscuros como una sola
sombra cobijada bajo los sauces lánguidos a la orilla del río.
Tomados
de la mano caminaban desde el puerto hasta la entrada del parque de los chicos.
No se soltaban ni un segundo. Volvían cuando bajaba el sol y apuraban el paso
para llegar a su casa antes que caiga la noche.
Tomados
de la mano caminaban desde el puerto hasta la entrada del parque de los chicos.
No se soltaban ni un segundo. Volvían cuando bajaba el sol y apuraban el paso
para llegar a su casa antes que caiga la noche.
Aquel
día se repitió la rutina. Cuando volvían de su paseo, ni bien cruzaron el
puentecito, vieron un grupo de pibes alrededor de un auto abandonado. Le
estaban sacando las cuatro ruedas. No estaba ahí cuando pasaron bien temprano
en la tarde.
Dos
de ellos se dieron vuelta al verlos.
-
¿Qué te pasa, viejo?. No nos mires.
Ella
le tiró del brazo y lo llevó hasta la vereda de enfrente.
-
Te dije que no nos mires, viejo- repitió.
Ahí nomás, el más alto, de pelo enrulado , sacó
un arma de entre sus ropas y le disparó.
Cayó
como una bolsa pesada sobre el asfalto. Ella gritó pero no la escucharon. Su
grito mudo no pudo evitar que corrieran hacia el otro lado cuando a sirena del
patrullero apareció en la esquina.
Rogó,
imploró ayuda. Tres de los agentes se dieron vuelta y corrieron hacia el grupo,
el otro, llamaba por radio a una ambulancia.
El,
gimiendo, entreabrió los ojos ya sin brillo, le tomó la mano y le sonrió.
Un
jueves más, ella caminaba sola, Se sentaba en el banco frío de la costanera.
Los
sauces lloraban sobre sus hombros. El atardecer se imponía y ella con la cabeza
baja, volvía desde el puerto hasta el parque . Su sombra, desde aquel jueves,
se había partido a la mitad.
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