martes, 4 de junio de 2019

La originalidad, una nota de Gustavo Baldovino, desde Uruguay

Algunos aspectos sobre la originalidad.

Lo original es algo novedoso, que no copia o imita a otra cosa.
Sin embargo, en el arte, para que algo sea original y sea arte al mismo tiempo, tiene que enriquecer la mirada del otro, tiene que ampliar su experiencia.
Si algo es “demasiado nuevo”, demasiado diferente de todo lo visto alguna vez, entonces no se entiende, no tiene sentido, es un delirio.
Para que algo enriquezca la experiencia del otro, primero tiene que partir de la experiencia del otro, y luego tiene que “agregar un poquito”.
Entonces: algo original es algo nuevo pero que tiene alguna relación con lo hecho hasta entonces.
Recordemos que, cuando hablamos de crear o tener una idea creativa, nos referimos al resultado de combinar de una manera novedosa cosas que ya son conocidas.
Por eso, en el arte, podemos decir que por lo general la originalidad está dada por la manera en que se combinan las cosas conocidas, y no por aquello que es completamente desconocido.
Eso es una paradoja, algo maravillosamente contradictorio: lo original no es algo del todo original. Las obras originales son “originales en parte”.

Lo mismo pasa con las personas.

Cuando hablamos de las personas en general y los artistas en particular, todos somos en verdad combinaciones originales o novedosas de características que ya existen en los demás.
Uno puede ser más interesante o mejor artista en tanto esa combinación de características es más extrema o más sutil, cuando no se queda en la media, en la mediocridad.
Pero las características ya existen en otros.


Por eso no hay que tener miedo de enriquecerse con las características de otros. Porque eso nos provee más “ingredientes” para construirnos a nosotros mismos.

El arte de la guerra- Dalí

                                              


Planear la revolución que ya se ha hecho hace 50 años.


Podemos convenir que hay dos caminos por los cuales uno se puede volver original: el haber vivido toda la vida en una caverna (lo que nos volvería originales al punto de que nadie nos entendería ni siquiera nuestros gritos guturales), o el haberlo conocido todo.
Porque cuando uno comete el error, la falacia, de pensar que no quiere “conocer demasiado”, para “no dejarse influenciar”, así es como termina intentando cambiar el mundo con ideas que ya existieron hace mucho y que gran parte del mundo conoce.
Y entonces a uno se le ocurre la genial idea de querer revolucionar el arte pintando una botella de Coca-Cola seis décadas después del nacimiento del arte pop, o de querer revolucionar la literatura hablando de sexo de manera transgresora y con humor, cinco siglos después de Gargantúa y Pantagruel.


Tomando en serio una frase disparatada de Picasso.

Picasso dijo: “Si algo no te trae problemas, entonces no es bueno”.
Una frase que no siempre será correcta pero es una buena provocación para reflexionar sobre un aspecto de la originalidad.
Partamos, como nos gusta, de una obviedad: el gusto se va desarrollando en base a lo ya consumido, no en base a lo desconocido.
Pensemos en una persona que, sin estar influenciada ni por una multitud, ni por conocedores, ni por la opinión de quienes tienen un gusto similar al suyo, conoce algo “nuevo”.


Maya á la poupée-Picasso


Eso nuevo lo saca del abanico de su experiencia, lo asombra
(como sucede con el chiste, cuando uno se desconcierta primero y se ríe después). Pero a diferencia del chiste, que se convierte instintivamente en risa, esa fascinación por esa obra de arte “distinta” no se convierte automáticamente en “eso es una genialidad”.
Lo original, por lógica pura, no recibe el aplauso rápido.
Cuando las cosas salen demasiado bien y son aplaudidas muy rápido, el público tal vez está aplaudiendo algo que ya conocía demasiado.


La conclusión: lo difícil de ser original es que se empieza no siendo original.
En su etapa de formación, el artista se deja influenciar mucho, pero mucho, por todo lo que le gusta. Y en algún momento, de toda esa influencia nacen su propia mirada y su voz original.
Un cuentista uruguayo llamado Horacio Quiroga, maestro del cuento latinoamericano, dijo que si al principio uno tiene que copiar a otros, pues entonces que copie, porque la obtención de un estilo propio “es una larga paciencia”.

Es que los maestros están para ser superados. Pero mientras uno no los supera, tiene que tomar de ellos todo lo que puede. Sin temor a parecerse en aquellas cosas que le admira al otro. Porque si uno es bueno, ya las superará.
La imagen del artista que tenemos es la de aquél que se lleva el mundo por delante. El genio implacable. Pero nos cuesta entender que ese artista seguramente empezó con humildad y paciencia. Aprendiendo y admirando a otros.

Y ése es el camino: empezar admirando a otros. Porque la realidad es que no ha existido ningún genio que haya empezado por la genialidad. Y mucho menos por la propia.


del Fb de Gustavo Baldovino

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