martes, 4 de junio de 2019

Narrativa: La cosa




Me levanté temprano. Apenas sonó la alarma, salté de la cama. Tomé un mates y salí para no llegar tarde a la parada del colectivo. La cosa es que no me descuenten el premio por asistencia.

Alcancé el colectivo y subí, apenas me senté, subió una señora mayor, con una bolsa en la mano y una cosa negra en su cabeza. Era un gorro de lana, pero parecía una cosa amorfa que no se sabía si era un gorro o una maceta.Le dí el asiento, no sea cosa que el colectivero me rete por estar sentado adelante.

Llegué a destino y bajé. Hay una cosa tirada en el piso, brilla, llama la atención. La levanté y la guardé en un bolsillo del bolso, no sin antes ver si alguien me vio. Cuando puedo sacarla, veo que la cosa era un anillo de fantasía que seguramente se le había caído a alguien. Lo llevo a casa, para dárselo a la patrona y de paso quedo bien.

La cosa es que llegamos el trabajo y no hay luz. Se me ilumina la cara, porque no voy a tener que aguantar quejas de clientes. El sistema no funciona, no podemos siquiera abrir la puerta del frente.

Al rato viene el electricista que vive al lado y me cuenta que es la fase, que él la arregla en un ratito, pero la cosa es esperar ese ratito con toda la gente protestando afuera.
Casi cuatro horas para solucionar el tema. Se vino la hora de salir. Vuelvo a tomar el mismo colectivo, sube la señora del sombrero, esta vez con una gorra paquetísima de lana  que le queda muy bien. El colectivo no tardó mucho, cosa rara.. y llego a casa a horario. Abro la puerta y ahí, atrás, hay una cosa en una caja enorme. Estaba envuelta en un papel brillante, con un moño dorado. Dejo el bolso sobre la mesa, con la cosa que encontré en la calle , el anillo, bah, y abro el paquete.

La cosa es que estaba ahí, entre papeles y moños. Abrí el paquete y estaba ahí, un enorme teclado de marca. Ella sabía que la banda sonaría mejor con eso, y ahorró hasta poder comprarlo. Detrás de la cortina que divide los ambientes, estaban todos, esperándome para festejar mis 50 años. ¿La alegría que tenía! Y yo que pensaba que todos se habían olvidado de saludarme…

La cosa es que esa noche, me acosté re tarde, luego de haber tomado y comido hasta la última cosa que había sobre la mesa.

Me costó levantarme al día siguiente. Menos mal que era sábado y no tenía que ir a trabajar.

©Silvia Vázquez
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