La boca rojiza
Ana y sus colores animan el puesto. Macetas y adornos bajan y suben desde escaparates.
Colgantes vistosos y mucho arte. Mucho vidrio. Mucho papel que asoma colores varios y
mucho amor.
Sus creaciones son como ella: explotan de contenta.
Ana tiene una risa muy ocurrente. Expresa su alegría. Mientras ubica su humanidad entre la
silla y lo que uno no muestra en el puesto. Bolsas y su cartera que ese esconden tímidos en
su carro.
El carro guarda y ella lleva y trae cual amigo solemne . Sus elementos de armado. Sus obras.
Botellas, y las ganas. Esas que la mantienen activa.
En la feria pasan estas muchas cosas: conocés gente y desconocen a otras que creías que
eran amigos. La vida te enseña y te deja huella.
Aprendés manejos y tramas. Horarios como cualquier negocio y rutinas.
Te cansás, te agobian los climas y las caminatas de ir y venir.
Mujer coqueta si las hay es una de la antiguas de la feria. Lleva en su haber más de diez
años de permanencia.
Pero como los tiempos aprietan zapatos, un día lo pensó mucho y decidió irse. Buscando
nuevos caminos. Labor más descansada.
La bonita maceta y ese arte del delineado perfecto quedan en muchos objetos de Ana.
Entre el pincel y su risa loca, queda ese rojo carmín con el que te recibe. Si no hay rojo
chillón en sus labios no es el puesto de Ana.
©Mirta Serrano

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