Gritemos
Pasa y sigue
pasando. Matan mujeres porque sí, por machistas, por locos, por asesinos. Matan
y siguen maltratando. ¿Hasta cuándo? No sabemos. La justicia, así con minúsculas,
no actúa, no ejecuta. La policía, es cómplice.
“Si pido ayuda,
nadie me escucha, nadie hace nada”.
“Las chicas que
se sienten amenazadas se animan a hablar y no se sienten resguardadas”.
“El botón de
pánico no sirve, hice denuncias y no pasa nada, lo mismo con la perimetral”.
La mayoría de
los femicidios son cometidos por un novio/pareja/conocido/familiar.
La víctima
denuncia, habla, a veces calla, se aguanta, hasta no poder más.
Cualquiera sea el
modo, muchas mujeres están acosadas y acorraladas.
No sabemos qué
pasa por la cabeza del asesino, más allá que sea una mujer o no la víctima. El
asesino es asesino, no es loco, ni debe estar en una institución mental. Debe estar
preso. Pero si en el contexto de covid que estamos viviendo, se abren las
puertas de las cárceles, no solamente esto sucede. También hay robos, que se
llevan a cabo y aún así, les gatillan o disparan a las víctimas, cosa que antes
no era habitual. “No hay códigos” dicen los especialistas “Antes el ladrón robaba
y se escapaba, hoy además de eso, mata o hiere en la mejor de las suertes”.
Días atrás
murió un preso joven y en el cementerio Parque de Mar del Plata, ocurrió un
hecho delictivo. Más de 10 motos robaron los cajones de plantas de la florería
que estaba a su paso. Y no es la primera vez que eso pasa, según el dueño.
Llegaron al cementerio y despidieron al muerto a los tiros. ¿Qué está pasando?
La mente criminal no tiene medida ya, códigos, ni nada. Esa gente está libre,
esa misma gente mata mujeres por nada, por celos, por machismo.
En apenas 42 días
de lo que va de este año, hubo 44 muertes por femicidio. Cuarenta y cuatro
mujeres murieron en manos de un hombre. Cuarenta y cuatro madres, hijas, hermanas,
primas que ya no están. Más mujeres muertas que días.
Mujeres que tenían
el derecho a vivir con quien quieran y cómo quieran. Mujeres que confiaron en
que “ese hombre” cambiaría, que no volvería a pasar, que les creyeron y siguieron
a su lado; otras que no, que decidieron apartarse y fueron hostigadas y
perseguidas a pesar de las notificaciones judiciales.
¿Será que la
justicia, así con minúsculas, no actúa como debiera? ¿Por qué la policía
esconde causas y denuncias?
Esta semana ha
sido notorio y público el caso de Úrsula, asesinada por su ex novio, policía,
en un contexto donde se veía venir el desenlace. La chica había denunciado en
varias oportunidades los maltratos, hostigamiento y persecuciones de este asesino.
Le dijeron el viernes cuando quiso denunciar, que volviera el lunes. No hizo
falta. El domingo apareció acuchillada en un descampado, a escasos kilómetros
de su casa, de su familia que la protegió hasta que pudo, de sus amigas que la
acompañaron a denunciar.
Úrsula ya forma
parte de una estadística. Una más y una menos. Una chica de 18 años que fue
muerta por un policía, uno de los que debería haberla protegido.
Úrsula es una
de nosotras, puede ser nuestra hija, nuestra hermana, nuestro familiar. Puede
que en este momento otra mujer esté pasando por lo mismo, o escapando de
alguien que no la deja vivir en paz.
Lo mismo pasa
con los hombres ,ya que no es cosa de femicidios solamente. Muchos hombres son
golpeados y asesinados y no tienen tanta prensa. Supongo que serán menos los casos,
pero existen.
Alguien que de
una vez ponga las cosas en su lugar, que los asesinos sean castigados como
corresponde, que las víctimas se sientan preservadas y no salir a la calle con
miedo.
Alguien que
ponga lo que hay que poner sobre la mesa y de una vez legisle como corresponde,
que las normas y leyes se cumplan.
Mujeres, no
tengan miedo, denuncien, si no quieren atenderlas, insistan, peleen, griten.
Gritemos todas
para aquellas que no tienen voz.
Gritemos, que
no sigan matando. Gritemos, que no podemos seguir permitiendo que asesinen por
que sí. Gritemos.
©Silvia Vázquez
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