viernes, 17 de agosto de 2018

Escritora invitada: Leonor Pires

TARDE NOSTALGICA


Las nubes oscuras dejan caer una lluvia mansa que gotea por la jarcia y las velas aferradas, mojando la cubierta. Estoy sentada en la cucheta del velero esperando que milagrosamente salga el sol, me invade una melancolía singular. El río está bajo y sucio, los camalotes trepados al oleaje se resignan a seguir el curso impuesto por la naturaleza, y pasan velozmente hacia el sur, el viento está ausente. Los barcos amarrados en las marinas como si fueran prisioneros, se quejan haciendo rugir sus cuadernas que ansían bogar y bogar en el río de plata, la mayoría están tapados con las lonas color azul cobalto. Casi nadie ha venido al club, no hay niños navegando en los “Optimis”, en gallarda fila india conducidos por su instructor, desafiando las arrogantes aguas del río color de león, ellos me inspiran una especial ternura. Ni los patos están presentes hoy, ¿a dónde se resguardarán cuando llueve? Los árboles lucen sus verdes brillantes que le dan las gotas que quedan retenidas en sus ramas y calman la sed que les ha dejado un largo y agobiante verano. La lluvia contamina de una vaga tristeza, me invaden algunos recuerdos tan grises como este día de domingo sin sol.





El olor al café de la media tarde me saca de los pensamientos perniciosos que me estaban haciendo daño. Me transporté a otra época, y los reemplacé por otros más gratos, como cuando disfrutábamos de las travesías por el Paraná con la familia y amigos en nuestro hermoso barco “Amistad”, de madera barnizada y con ese olor a humedad tan peculiar. Cuando gozábamos de días plenos de sol y de amables tertulias, algunas veces alumbrado sólo por la luz de la luna. Mis niños en verano nadando en el arroyo “Las Animas” custodiados por “Pupy, la perra Cocker” que se regodeaba en el agua negándose a salir, o cuando navegaban el arroyo en el viejo chinchorro y no nos molestaba ni la lluvia ni el sol. Imágenes felices que abrieron camino en mí memoria, en esta tarde gris. Detrás de esa cortina de nostalgia permanecía todo allí, nítido, como si el tiempo no hubiera transcurrido. De pronto, esta bruma que goteaba en mi corazón, pasó a ser un episodio aislado, una anécdota en el tiempo. Después de un día gris, como éste, proclive a la nostalgia, siempre sale el sol. Fue bueno percibir que algunos malos momentos pudieron ser reemplazados por otros felices, y todo se ve mejor a pesar de la tediosa lluvia









                                      Leonor Pires.







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