Hedy Lamarr (Hedwig Eva Maria Kiesler) fue una actriz de
cine e inventora austriaca naturalizada estadounidense, dotada de una
extraordinaria belleza que reinó en el olimpo del Hollywood dorado.
Poseía un
glamour que todos admiraban, aunque éste eclipsó sus otras facetas más
desconocidas. Y es que la artista no sólo fue una sex symbol, sino que fue
dueña de una mente privilegiada y la autora de un sistema de comunicaciones en
el que se basan todas las tecnologías existentes en la actualidad. Se podría
decir que es la precursora del actual WIFI.
Hace sus primeros pinitos como actriz en el teatro, para
después pasar al cine. Tras varias películas, el director Gustav Machaty se
fija en ella para su película Éxtasis. Hedy tiene 18 años, sale completamente
desnuda y además es protagonista del primer orgasmo del cine.
Cuando sus padres van a ver el estreno de la película,
salen de la sala completamente escandalizados. Pero el escándalo no termina en
sus progenitores, todo el país está asombrado y alborotado, así que se prohíbe
la película. Ninguna sala de cine iba ya a poder emitirla.
Sin embargo, Friedrich Mandl, un rico fabricante de armas y
pro nazi, consigue ver la película e inmediatamente decide que esa mujer tiene
que pertenecerle. Convencido de ello, averigua quién es y va a hablar con sus
progenitores para pedirles su mano. Mandl es catorce años mayor que la actriz y
eso les gusta a sus padres, eso y que además es uno de los hombres más ricos de
Austria. Piensan que es una ocasión perfecta para que su hija consiga un buen
marido y siente la cabeza, después de la vergüenza que han pasado por su culpa.
Por supuesto, Hedy no quiere casarse con el millonario, pero la boda se celebra
de todos modos.
Hedy Lamarr, prisionera en su propia casa
Aunque Hedy no quiere casarse con un hombre al que no ama,
tampoco imagina lo que le espera. Mandl es terriblemente celoso y desde el
primer día convierte su vida en un infierno. Le prohíbe salir a la calle sin
él, además no puede cambiarse de ropa ni bañarse si no está él presente.
Incluso la obliga a acompañarle a todas sus reuniones de trabajo, donde se
comentan las novedades de la industria armamentística, para así no perderla de
vista.
Pero Hedy, como mujer inteligente que es,
piensa eso de “cuando todo está perdido saca lo que puedas” y decide retomar
sus estudios de ingeniería y terminar la carrera. Al menos, su desgraciada vida
le servirá para algo positivo.
Pero al mismo tiempo, la actriz no se resigna y sigue
buscando en su mente la manera de escapar de su prisión y es así como un día
descubre que una de sus sirvientas la mira con una atención singular. Con mucho
cuidado para no poner sobre aviso a nadie de la casa que pueda contárselo a su
marido, propicia poco a poco un acercamiento. Busca quedarse a solas con ella,
hasta que más pronto que tarde estalla la pasión. Entablan una relación y Hedy
convence a su amante para que la ayude a escapar de su encierro. Hay que decir
que la actriz reconocía sin ningún tipo de problema su bisexualidad.
Así es como un día, aprovechando que Mandl está de viaje de
negocios, logra huir de su casa. No se lleva equipaje, pero sí todas las joyas
que puede y que le sirvan para conseguir dinero.
Cuando su marido se entera manda a sus guardaespaldas a por
ella, pero Hedy consigue escapar primero a París y más tarde a Londres. Con el
tiempo consigue que Mandl le conceda el divorcio.
La nueva vida de Hedy Lamarr
En el trasatlántico que la lleva a Estados Unidos
conoce a Louis Burt Mayer, presidente, director de producción y miembro
fundador del imperio cinematográfico Metro-Goldwyn-Mayer. En el mismo viaje se
convierten en amantes y cuando llegan a su destino, Hedy lleva en la maleta un contrato
de siete años para rodar películas de la mano del famoso productor.
Su paso por el cine no es demasiado afortunado. La película
que más popularidad le proporciona es Sansón y Dalila, que protagoniza junto a
Víctor Mature. La actriz siempre se arrepintió de haber rechazado películas tan
exitosas como Luz de gas y Casablanca. También estuvo a las puertas de
protagonizar Lo que el viento se llevó, pero en esta ocasión Vivien Leigh fue
la elegida para compartir escena con Clark Gable.
A lo largo de la historia, muchas mujeres han luchado por
conseguir un espacio.
Inventar era su auténtica pasión. Su asignatura preferida
era la química y desde muy temprana edad empezó a interesarse por la
tecnología, igual que su padre, al que adoraba.
Desarrolló una carrera paralela
y bastante discreta como ingeniera de telecomunicaciones. Ideó unos cubitos que
convertían el agua en Coca-Cola y ayudó al magnate Howard Hugues en su obsesión
por crear un avión más rápido estudiando la aerodinámica de los pájaros y la
fisonomía de los peces.
Su ascendencia judía le hace albergar una fuerte
animadversión hacia los nazis, y ya en Estados Unidos no duda un momento en
facilitar a su servicio de inteligencia toda la información que ha obtenido de
las reuniones a las que su ex marido la obligaba asistir.
Estamos en 1941. Hedy se ha separado de Mayer y se ha
casado de nuevo con un compositor. La Segunda Guerra Mundial había estallado
hacía dos años y George Antheil, que así se llama el nuevo marido de la actriz,
es conocedor de la dificultad de los aliados para retransmitir mensajes de
radio sin ser interceptados por los enemigos.
Hedy comienza a darle vueltas a la cabeza para solucionar
ese problema y un día, viendo a su marido tocar el piano, se da cuenta que la
solución es que la frecuencia vaya cambiando continuamente al azar, y se pone
manos a la obra. Patenta el invento y le cede los derechos al gobierno
estadounidense, pero no se usa hasta 1962, en la crisis de los misiles en Cuba
y más tarde en la guerra de Vietnam.
Con la aparición de la tecnología digital, el invento de
Lamarr se utiliza en la actualidad para el Bluetooth, el wifi y los smartphone
de tercera generación. Este sistema se conoce hoy como “salto de frecuencias”.
El final del camino de Hedy Lamarr
Hedy Lamarr llega al final de su camino en enero del año
2000. Tenía 85 años. El día 9 de noviembre se celebra en algunos países el día
del inventor, al coincidir con su fecha de nacimiento, en honor a ella.
Esta mujer, de belleza e inteligencia extraordinarias, supo
exprimir la vida al máximo. Poseía una creatividad que era capaz de concretar
de un modo absolutamente pragmático, también en el mágico mundo del celuloide.
Siempre huyó del encasillamiento de mujer guapa igual a tonta, pero sólo lo
consiguió en parte y con el pasar de los años.
Su vocación por el mundo del
cine, estaba estrechamente ligada a la capacidad que posee este medio de
hacernos imaginar y soñar. En una ocasión diría: “Si usan su imaginación,
pueden mirar a cualquier mujer y verla desnuda. Así pues, espero hacerles
utilizar su imaginación”.
©Silvia Vázquez
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