viernes, 15 de marzo de 2019

Mujeres inventoras:Hedy Lamarr


                                          

Hedy Lamarr (Hedwig Eva Maria Kiesler) fue una actriz de cine e inventora austriaca naturalizada estadounidense, dotada de una extraordinaria belleza que reinó en el olimpo del Hollywood dorado. 

Poseía un glamour que todos admiraban, aunque éste eclipsó sus otras facetas más desconocidas. Y es que la artista no sólo fue una sex symbol, sino que fue dueña de una mente privilegiada y la autora de un sistema de comunicaciones en el que se basan todas las tecnologías existentes en la actualidad. Se podría decir que es la precursora del actual WIFI.

Hace sus primeros pinitos como actriz en el teatro, para después pasar al cine. Tras varias películas, el director Gustav Machaty se fija en ella para su película Éxtasis. Hedy tiene 18 años, sale completamente desnuda y además es protagonista del primer orgasmo del cine.

Cuando sus padres van a ver el estreno de la película, salen de la sala completamente escandalizados. Pero el escándalo no termina en sus progenitores, todo el país está asombrado y alborotado, así que se prohíbe la película. Ninguna sala de cine iba ya a poder emitirla.

Sin embargo, Friedrich Mandl, un rico fabricante de armas y pro nazi, consigue ver la película e inmediatamente decide que esa mujer tiene que pertenecerle. Convencido de ello, averigua quién es y va a hablar con sus progenitores para pedirles su mano. Mandl es catorce años mayor que la actriz y eso les gusta a sus padres, eso y que además es uno de los hombres más ricos de Austria. Piensan que es una ocasión perfecta para que su hija consiga un buen marido y siente la cabeza, después de la vergüenza que han pasado por su culpa. Por supuesto, Hedy no quiere casarse con el millonario, pero la boda se celebra de todos modos.

Hedy Lamarr, prisionera en su propia casa

Aunque Hedy no quiere casarse con un hombre al que no ama, tampoco imagina lo que le espera. Mandl es terriblemente celoso y desde el primer día convierte su vida en un infierno. Le prohíbe salir a la calle sin él, además no puede cambiarse de ropa ni bañarse si no está él presente. Incluso la obliga a acompañarle a todas sus reuniones de trabajo, donde se comentan las novedades de la industria armamentística, para así no perderla de vista.

Pero Hedy, como mujer inteligente que es, piensa eso de “cuando todo está perdido saca lo que puedas” y decide retomar sus estudios de ingeniería y terminar la carrera. Al menos, su desgraciada vida le servirá para algo positivo.

Pero al mismo tiempo, la actriz no se resigna y sigue buscando en su mente la manera de escapar de su prisión y es así como un día descubre que una de sus sirvientas la mira con una atención singular. Con mucho cuidado para no poner sobre aviso a nadie de la casa que pueda contárselo a su marido, propicia poco a poco un acercamiento. Busca quedarse a solas con ella, hasta que más pronto que tarde estalla la pasión. Entablan una relación y Hedy convence a su amante para que la ayude a escapar de su encierro. Hay que decir que la actriz reconocía sin ningún tipo de problema su bisexualidad.

Así es como un día, aprovechando que Mandl está de viaje de negocios, logra huir de su casa. No se lleva equipaje, pero sí todas las joyas que puede y que le sirvan para conseguir dinero.

Cuando su marido se entera manda a sus guardaespaldas a por ella, pero Hedy consigue escapar primero a París y más tarde a Londres. Con el tiempo consigue que Mandl le conceda el divorcio.

La nueva vida de Hedy Lamarr

En el trasatlántico que la lleva a Estados Unidos conoce a Louis Burt Mayer, presidente, director de producción y miembro fundador del imperio cinematográfico Metro-Goldwyn-Mayer. En el mismo viaje se convierten en amantes y cuando llegan a su destino, Hedy lleva en la maleta un contrato de siete años para rodar películas de la mano del famoso productor.

Su paso por el cine no es demasiado afortunado. La película que más popularidad le proporciona es Sansón y Dalila, que protagoniza junto a Víctor Mature. La actriz siempre se arrepintió de haber rechazado películas tan exitosas como Luz de gas y Casablanca. También estuvo a las puertas de protagonizar Lo que el viento se llevó, pero en esta ocasión Vivien Leigh fue la elegida para compartir escena con Clark Gable.

A lo largo de la historia, muchas mujeres han luchado por conseguir un espacio.
Inventar era su auténtica pasión. Su asignatura preferida era la química y desde muy temprana edad empezó a interesarse por la tecnología, igual que su padre, al que adoraba. 
Desarrolló una carrera paralela y bastante discreta como ingeniera de telecomunicaciones. Ideó unos cubitos que convertían el agua en Coca-Cola y ayudó al magnate Howard Hugues en su obsesión por crear un avión más rápido estudiando la aerodinámica de los pájaros y la fisonomía de los peces.

Su ascendencia judía le hace albergar una fuerte animadversión hacia los nazis, y ya en Estados Unidos no duda un momento en facilitar a su servicio de inteligencia toda la información que ha obtenido de las reuniones a las que su ex marido la obligaba asistir.

Estamos en 1941. Hedy se ha separado de Mayer y se ha casado de nuevo con un compositor. La Segunda Guerra Mundial había estallado hacía dos años y George Antheil, que así se llama el nuevo marido de la actriz, es conocedor de la dificultad de los aliados para retransmitir mensajes de radio sin ser interceptados por los enemigos.

Hedy comienza a darle vueltas a la cabeza para solucionar ese problema y un día, viendo a su marido tocar el piano, se da cuenta que la solución es que la frecuencia vaya cambiando continuamente al azar, y se pone manos a la obra. Patenta el invento y le cede los derechos al gobierno estadounidense, pero no se usa hasta 1962, en la crisis de los misiles en Cuba y más tarde en la guerra de Vietnam.

Con la aparición de la tecnología digital, el invento de Lamarr se utiliza en la actualidad para el Bluetooth, el wifi y los smartphone de tercera generación. Este sistema se conoce hoy como “salto de frecuencias”.

El final del camino de Hedy Lamarr

Hedy Lamarr llega al final de su camino en enero del año 2000. Tenía 85 años. El día 9 de noviembre se celebra en algunos países el día del inventor, al coincidir con su fecha de nacimiento, en honor a ella.

Esta mujer, de belleza e inteligencia extraordinarias, supo exprimir la vida al máximo. Poseía una creatividad que era capaz de concretar de un modo absolutamente pragmático, también en el mágico mundo del celuloide. Siempre huyó del encasillamiento de mujer guapa igual a tonta, pero sólo lo consiguió en parte y con el pasar de los años. 

Su vocación por el mundo del cine, estaba estrechamente ligada a la capacidad que posee este medio de hacernos imaginar y soñar. En una ocasión diría: “Si usan su imaginación, pueden mirar a cualquier mujer y verla desnuda. Así pues, espero hacerles utilizar su imaginación”.

©Silvia Vázquez
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