"No puedo pensar en ninguna necesidad en la infancia tan fuerte como la necesidad de la protección de un padre" Sigmund Freud.
Desde el siglo XVIII, el lazo con el padre no era sanguíneo sino social, regido a través de la palabra.
En el origen de la cultura europea, la paternidad era adoptiva y voluntaria: En la Roma antigua después del nacimiento, el niño era depositado en el suelo, delante del padre, y éste lo reconocía levantándolo. El padre afirmaba ser el padre, decidía sobre las tradiciones familiares siendo aquel al que se debía respetar y obedecer.
Sin embargo, muchos años más tarde, alrededor de 1990 y los años 2000. afloró una nueva imagen: la del padre-educador imagen que se expandió sobre todo en el siglo XX con lo que se denominó “nuevo padre”, que es el que alza a su hijo, juega, cambia pañales y habla con el recién nacido. Dejó de ser aquel de quien la madre habla, sino que es quien habla a sus hijos. Es decir, dejó de ser un padre rígido, sino el que cuida y comparte con la madre la educación del niño. Por eso, ahora, el vínculo con el padre es desde otro lugar, más desde el amor.
Ana Frank y el regalo de un padre
En la nota en la que hablé sobre el ocio como un tiempo para crear, me referí a Ana Frank quien, en el anexo, además de los momentos para estudiar organizados por su padre, el Sr, Frank, la adolescente aprovechaba los momentos de ocio para escribir su Diario, el que, gracias al padre, ha hecho que Ana viva más allá de los años devastadores del nazismo.
Suelo hacerme la misma pregunta que el director rumano Radu Mihaileneau nos hace llegar a través de uno de los protagonistas de su película “El tren de la vida”: “¿Qué importa si Dios existe? Pregúntense si existe el hombre”.
El Sr. Frank, le regaló a Ana un diario el día en que festejaba su décimo tercer cumpleaños, el 12 de junio de 1942. Mi nota tiene que ver con el deseo de no olvidar a este padre que logró que la obra de su hija atravesara, con su mensaje, a todo nuestro tiempo.
La lucha desesperada del Sr. Frank
En contraposición a lo que muchos criticaron, el padre de Ana, el Sr Frank, hizo todo lo posible para rescatar a su familia del horror nazi: solicitó asilo a EE.UU. y a Cuba para salvarlos además de dar refugio a amigos y conocidos, hizo lo imposible para conseguir las visas, pero sus esfuerzos se vieron frustrados cuando los países aliados y del Eje endurecieron sus políticas inmigratorias, según los documentos difundidos en el 2007: las terribles cartas escritas por el padre de Ana Frank y que fueron publicadas a mediados de febrero de 2007 en Nueva York.
Otto Frank, también les había enviado cartas a amigos y a familiares que vivían en EEUU en las que pedía lo ayudaran a hacer frente a los costos de inmigración en los momentos en que intentaban escapar de Holanda.
"No lo pediría si las condiciones aquí no me obligaran a hacer todo lo que puedo antes que sea tarde, de modo de evitar cosas peores" escribió Otto Frank a su amigo Nathan Straus, en abril de 1941. "Es por el bien de los chicos (…). Nuestro destino es menos importante". Straus, hijo del propietario de los almacenes "Macy's", intentó ayudar a los Frank. Él, junto con Helen, su mujer, acudieron al Departamento de Inmigración del servicio nacional de refugiados y contactaron al Departamento de Estado norteamericano.
Estas cartas, junto con documentos y registros de varios organismos que ayudaron a la gente a emigrar de Europa, fueron dados a conocer por el Instituto YIVO de Investigaciones Judías, institución con sede en Nueva York.
Los documentos ponen al descubierto la forma en que Otto Frank intentó que su familia —integrada por su esposa Edith, sus hijas Margot y Ana y su suegra Rosa Hollander— pudiera viajar a Estados Unidos o Cuba. Para ello escribió cartas a familiares, amigos y funcionarios entre el 30 de abril de 1941 y el 11 de diciembre de 1941, cuando Alemania le declaró la guerra a Estados Unidos. Frank consigue una visa para Cuba, pero se la anularon en diciembre de 1941, cuando EEUU entró en la guerra.
La familia con algunos amigos, se ocultaron en julio de 1942, logrando mantenerse ocultos durante más de dos años antes de ser arrestados.
En su diario escrito, en el Anexo, Ana Frank fue narrando la vida de los suyos, de los amigos de su familia, del amor por Peter, de sus reflexiones, de sus ansias de vivir.
El diario de Ana y el empeño de un padre.
Otto Frank había decidido esconder, con anterioridad, a su familia, en el anexo de su empresa de Amsterdam, dónde se quedaron cerca de dos años. Allí, Ana supo redactar su famoso diario, hasta que fueron traicionados supuestamente por un ex empleado.
El único que sobrevivió fue Otto, quien en enero de 1945, al regresar a Amsterdam, encontró el diario de su hija, logrando que se publicara en 1947. El padre de Ana hubiera podido guardarlo para sí, como un recuerdo. Sin embargo, puso todo su empeño como padre y como hombre de una generación devastada por las atrocidades del nazismo, para que la obra de su hija, una maravillosa escritora y buceadora en las profundidades del sujeto humano, se convirtiera en uno de los libros más leídos en el mundo, independientemente de la religión y de las ideas políticas de sus lectores.
El Sr. Frank, también posibilitó a toda una generación de jóvenes identificarse con las ansias de libertad, los anhelos de justicia y el deseo de vivir de Ana, más allá de la oscuridad de su tiempo.
Quiero concluir con una de las frases más conmovedoras que Ana nos legó: “Asombra que no haya abandonado aún todas mis esperanzas, puesto que parecen absurdas e irrealizables. Sin embargo, me aferro a ellas, a pesar de todo, porque sigo creyendo en la bondad innata de los hombres”.
Los documentos que mencioné con anterioridad ponen al descubierto la forma en que el Sr. Frank, quiso salvar a su familia del horror del nazismo y del silencio cómplice del mundo que hoy, en otras circunstancias, dan cuenta de la indiferencia de algunos países respecto de las dictaduras sudamericanas.
Recuerdo el día en que mis padres me entregaron el diario de Ana. Lo leí casi sin respirar. Desbordada por las lágrimas, formulé a mi madre la pregunta que no tuvo ni tiene respuesta. ¿Por qué?
La función paterna y la vida
En Deuteronomio, 30, es decir en Palabras, en el versículo 19, esta escrito; "...La vida y la muerte puse ante vosotros, la bendición y la maldición. Tú escogerás la vida, para que vivas tú y tú simiente...".
"Elegir la vida", fue lo que hizo el Sr Frank. Y eligió por la vida de todos, la de ellos y la de aquellos que, desesperados como él, buscaban refugiarse del avance del Tercer Reich.
Sin embargo, cuando Ana gritó la sorpresa de reencontrarse con las fotos de artistas, apretó el diario que el padre le regalaba y corrió a buscar un lápiz en la oficina, el padre la frenó diciéndole que iba a ser duro, pero que no iba a permitirle traspasar ninguna puerta, jamás. También, le dio a entender que, pese a lo cruel de la situación, ella debía saber que “nadie podría poner cadenas ni cerrojos a la mente, a la imaginación, a la inteligencia”.
Mi madre me contó que Ana había muerto de hambre. Que como una flor se había ido doblando hasta desvanecerse sobre la tierra. También, me dijo que en los campos de concentración, los números grabados en la carne de las víctimas reemplazaron a los nombres. Esos lugares, lo supe después, fueron el sostén de una economía basada no sólo en la guerra sino en la industrialización de la muerte: el aprovechamiento de los cabellos, el oro de las piezas dentales extraídas de los prisioneros apenas llegados a los campos, la piel industrializada para fabricar lámparas, la grasa del cuerpo para hacer jabón, son ejemplos. Yo me pregunté: ¿La piel de Ana transmutada en una pantalla?
Sabemos sobre la muerte de Ana por el recuerdo de quienes la vieron morir. Pero rozamos a Ana, la escuchamos, a través de las huellas de su escritura. Vive a través de su diario. Ana no sobrevivió al horror. Pero está viva, gracias a su Diario, en cada uno de nosotros.
Quiero finalizar mi nota con esta reflexión del poeta estadounidense Edgard Guest (1881-1959):
"Solo un padre lo da todo para allanar el camino de sus hijos, haciendo con coraje inquebrantable las cosas que su padre hizo por él. Y esta línea quiero dedicarle: Solo un padre, pero el mejor hombre".
Estas palabras del escritor, editor y filósofo Elbert Green Hubbard (1856. 1915):
“Mi vida ha tenido problemas, pero no son nada comparados con los que afrontó mi padre para lograr que mi vida empezase".
Además de este pensamiento de Víctor Hugo:
“El sueño del héroe, es ser grande en todas partes y pequeño al lado de su padre".
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