viernes, 18 de junio de 2021

Escritora invitada: Susana Grimberg

 “El amor más allá de los tiempos”.

“Hay que saber que no existe país sobre la tierra donde el amor no haya convertido a los amantes en poetas”. Voltaire

El amor en tiempos de distanciamiento

La situación de aislamiento por miedo a ser afectado por el coronavirus está entorpeciendo demasiado lo construido por una pareja. Pese al distanciamiento, la posibilidad de leer y compartir, la leemos en El Decamerón, cuando en el año 1348, diez sujetos, pertenecientes a la nobleza florentina, siete varones y tres mujeres, intentando salvarse de la peste negra, luego de escaparse de Florencia, huyeron a una villa de las afueras de la hermosa ciudad. Una vez allí, se dispusieron a contarse cuentos eróticos, siendo esa la historia transmutada en novela, narrada por Giovanni Bocaccio.

En este tiempo, Italia ha sido uno de los países más afectados por la pandemia del coronavirus, siendo el lugar para que el que se podría escribir el Decamerón del siglo XXI, novela que revelaría el juego de siempre: la vida entre el amor y la muerte.
Recuerdo un encuentro de escritores, justamente un 13 de junio, día del escritor, cuando hace algunos años, se me acercó una escritora que sabía que yo era psicoanalista, para pedirme que escriba sobre las dificultades que plantea la convivencia y la dificultad para que “el otro lo entienda”, pese a que ambos se amen.

Acepté escribir sobre el tema, pero, cuando llegué a mi casa, pensé que no era sencillo con-vivir con otro, aunque se lo ame.
Estilos distintos, tiempos distintos y, el errado deseo de que dos, puedan ser uno.
En realidad, la incomunicación es inherente al orden de lo humano. ¿Por qué? Porque entre dos, sólo dos personas, hay un muro y ese muro es el lenguaje.
Como dije en otra oportunidad, la palabra es no-toda, quiero decir que ninguna palabra encierra una verdad. Menos un significado que podríamos pensar como verdadero pues el sentido surge al poner cada palabra en relación con otra.

Entonces, si el lenguaje arma el muro, la comunicación es difícil de lograr desde el momento en que cada palabra puede tener diversos sentidos y el sentido depende de la interpretación que cada uno haga de ella. La torre de Babel es una metáfora de la comunicación entre personas que hablan, se mal entienden y se desentienden en el mismo idioma.

Decir “aún, ahora” no es lo mismo que decir “a una hora”. Aún ahora es sinónimo de todavía mientras que “toda vía”, remite a cualquier camino o vía para andar.
Frases y oraciones pueden ser parecidas, pero también pueden estar sujetas a una diferente interpretación.

También los palíndromos pueden ser no sólo motivo de curiosidad sino un juego en sí mismo. Frases como “a ti no, bonita”, “Anita lava la tina”, “Luz azul”, o “Allí ves Sevilla”, se leen al derecho y al revés y palabras como Roma y amor, se seducen o atraen entre ellas.
El nombre de 'palíndromos' proviene del griego “palin dromein”, que significa 'volver hacia atrás' y que, como su nombre lo indica, el objetivo es justo ese, leer la misma oración hacia atrás.

Una curiosidad es que también existe una versión similar con números: los números capicúa.
Si digo me quiero ir, no es lo mismo que decir quiero irme. ¿Por qué? Porque la diferencia está en el lugar en que pongo el pronombre personal “me”: en la primera frase, el énfasis está puesto en “me quiero” ir y, en la segunda, en quiero “irme”. Hay una canción que dice “Volverte a ver” lo correcto sería decir “volver a verte”.

En este punto, voy a tomar la reflexión de uno de los protagonistas de “Sobre héroes y tumbas”, que fue en mi opinión. la más importante e influyente novela de Ernesto Sábato:
“Creo que la verdad está bien en las matemáticas, en la química, en la filosofía. No en la vida. En la vida es más importante la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza. Además, ¿sabemos acaso lo que es la verdad? Si yo digo que aquel trozo de ventana es azul, digo una verdad. Pero es una verdad parcial, y por lo tanto una especie de mentira. Porque el trozo de ventana no está solo, está en una casa, en una ciudad, en un paisaje. Está rodeado del gris de ese muro de cemento, del azul claro del cielo, de aquellas nubes alargadas, de infinitas cosas más. Y si no digo todo absolutamente todo, estoy mintiendo. Pero decir todo es imposible, aun en este caso de la ventana, de un siempre trozo de la realidad física. La realidad es infinita y además infinitamente matizada, y si me olvido de un solo matiz, ya estoy mintiendo”.

El amor como logro de la libertad

Estaba conversando con la gran escritora Liliana Díaz Mindurry (Premio Planeta de Novela, 1998), sobre el amor en los tiempos del consumo, de la rapidez, de la superficialidad en las relaciones amorosas, cuando tropezamos con la cuestión de lo alejadas que están las parejas de un compromiso afectivo real. Hablamos, también, de las parejas que se disuelven al poco tiempo de convivencia por sentir que la “costumbre”, obstaculizaba el enamoramiento, la pasión, el deseo. Sin embargo, insisto con George Bataille, quien escribió: “El hábito tiene el poder de profundizar lo que la impaciencia no reconoce”.

En otro orden de cosas, nos llamaba la atención la dificultad de los miembros de cada pareja para compartir, inmersos en el afán de competir que se observa en las relaciones humanas en general.

También, es importante saber cuánto influye el ideal del amor que, cada uno de los miembros de la pareja, tiene desde antes de que se conocieran. Además, de cuanto pueden compartir y, ser escuchados, en estas historias, porque hay más posibilidades de que la pareja pueda sobrevivir, tan sólo porque el amor es una historia cuyos autores no son escritores como Flaubert y su “Madame Bovary”, Dumas y “La dama de las camelias” o Marguerite Duras y su libro “Hiroshima mon amour” o El arrebato de Lole B Stein. sino nosotros mismos.

En este punto, vuelvo a recordarles la frase de Julia Kristeva: “el lenguaje amoroso es un vuelo de metáforas; es literatura”.

La psicoanalista francesa Elizabeth Roudinesco, destaca que después de décadas de cuestionamientos, la familia, vuelve a ser aquel lugar en el que todos quieren ser incluidos.
En mi nota sobre “Familias ensambladas” sostuve que el matrimonio por amor es un logro de la libertad.

En “El malestar en la cultura”, Sigmund Freud señaló que el ser humano “toma el amor como punto central y espera la máxima satisfacción del amar y ser amado”. El amor sexual era considerado entonces el método por excelencia para conseguir la felicidad. Y esta idea hoy sigue manteniendo su vigencia.

Para el judaísmo, la pareja y, su consecuencia, la familia, son el núcleo básico para garantizar la identidad de un sujeto y para transmitir sus valores. Pero hay otra cuestión propia del pensamiento judío y es, también, la de darle lugar a la posibilidad de que el amor se termine y, por eso el divorcio.

El amor, la seducción, el deseo de salir al encuentro del otro aún cuando todo parece haber sido perdido, es decir, a los encuentros y desencuentros propios de la vida de una pareja, también hace referencia el Talmud.
En mi opinión, es indispensable respetar y rescatar las singularidades, porque, en el panorama actual de las parejas, independientemente de la edad (hay jóvenes viejos y viejos jóvenes), se observa una cierta tendencia al aburrimiento fácil, los vínculos se agotan rápidamente y las personas muestran una gran intolerancia a las diferencias. Por otra parte, por el alargamiento de las expectativas de vida, existe un miedo a pensarse con otro/a para siempre, sin otras opciones u alternativas.

Pocos pueden anticipar qué puede depararles el futuro. Si la pareja nunca está tranquila como para disipar nubes y apaciguar angustias, menos lo estará si sus miembros compiten entre sí nada más que para salir triunfante de una discusión en vez de compartir palabras, caricias, pensamientos.

Cuando Zigmund Bauman insiste en que en la “sociedad líquida” el viento se lleva las palabras, yo considero que “palabra y piedra lanzadas no retroceden”. El descuido por el otro al proferirlas, puede dañar profundamente a los miembros de la pareja. A mí parecer, es muy importante que, en la pareja, se propicie el diálogo, que se de lugar a la palabra de un modo tal que sea posible confiar uno en el otro, además de compartir los sabores y sin sabores de la vida en común, ahuyentar temores y, recrear en cada instante, un campo amoroso que posibilite proyectarse en el futuro.

Quiero concluir con este pensamiento de Leonard Cohen, que ya he mencionado en otras oportunidades:

“El amor no tiene cura, pero es la única cura para todos los males”

Con esta frase de Woody Allen:
“Tal vez los poetas tengan razón, tal vez el amor es la respuesta”.

Y con esta poesía de Federico García Lorca:
“Hay una cosa en el mundo que es la mirada. Mi madre lo decía. No es lo mismo una mujer mirando unas rosas que una mujer mirando los muslos de un hombre”.
Susana Grimberg. Psicoanalista, escritora, ensayista y columnista.



















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