viernes, 11 de junio de 2021

La creación en los tiempos de ocio.- por Susana Grimberg

                                        

“Los hombres deberían saber que del cerebro y nada más que del cerebro vienen las alegrías, el placer, la risa, el ocio, las penas, el dolor, el abatimiento y las lamentaciones”.
Hipócrates (El padre de la Medicina -460--370 antes de la era actual).

Se llama ocio al tiempo que se dedica a actividades que no son las propias del trabajo en ninguna de sus modalidades: ni el de la oficina, tampoco el del comercio ni el que se desarrolla en un consultorio y menos aún, el de las tareas en la casa o el de las actividades obligatorias como las tareas escolares.

Si bien, se nos inculcó que el trabajo es una virtud, todos sabemos que nada es tan reparador como un tiempo de descanso que, en mi opinión, no es un tiempo de hacer nada sino el de hacer algo distinto. No deja de ser notable que muchas obras creativas, fueron pensadas, y escritas en los tiempos de ocio.

Hace unos cuantos años, en los inicios de los ochenta, me inscribí en una escuela de psicoanálisis, la Escuela Freudiana de la Argentina, en la que una de sus características era denominar Otium a los grupos de estudio, talleres dedicados a profundizar los temas que nos interesaban.
En la Antigua Grecia se consideraba que el ocio era el tiempo verdaderamente humano, un tiempo que podía ser el de las artes, el de la política, el de la filosofía, un tiempo dedicado a la formación, aunque, también, a la creatividad.

Según el diccionario etimológico de Joan Corominas, la palabra ocio (del lat. otium), significa descanso, y fue la que dio origen, a su negativo: negocio (del lat. negotium), que significa ocupación, quehacer. Decir que es el negativo, ha dado lugar a malentendidos porque, los polos opuestos perfectamente pueden complementarse y crear algo nuevo.
Muchas veces se ha confundido ocio con vagancia y con pereza. Pero, en verdad, el tiempo de ocio es necesario para tomar distancia de los avatares cotidianos y volver a encontrarnos después de la vorágine.

La creación en los momentos de ocio

Es interesante cómo la literatura nos muestra que, el tiempo de ocio, típico de la cárcel, puede ser un tiempo de creatividad. Un ejemplo es el del escritor norteamericano Howard Fast, que al ser llamado por el Comité de Actividades Anti-Americanas y negarse a divulgar los nombres de los contribuyentes al Comité de Ayuda a los Refugiados Antifascistas, fue preso por el macartismo en 1950 y que, mientras estuvo en la cárcel, comenzó a escribir la novela Espartaco que luego obtuvo la trascendencia y éxito que muchos conocemos, sobre todo en el cine.

Pensé también en Marcel Marceau quien en los ratos en que el peligro nazi parecía disiparse, inventó e interpretó, varios personajes que lo trascendieron. Marcel Marceau, nacido Marcel Mangel, (1923 - 2007) fue mimo, actor, payaso con la consabida nariz roja y los ojos caídos. En realidad, Marcel Marceau empezó su carrera como mimo en Alemania, actuando para las tropas francesas después de la Segunda Guerra Mundial. Luego de esa incursión por el arte dramático decidió estudiar esta disciplina en el teatro Sarah Bernhardt de París.

Marcel y su hermano, Alain, adoptaron el apellido Marceau con el fin de ocultar sus orígenes judíos. El apellido fue elegido como referencia a François Séverin Marceau-Desgraviers, un general de la Revolución francesa. Ambos hermanos se alistaron en la Resistencia francesa de Limoges, donde salvaron a numerosos niños judíos de ser llevados a los campos de concentración siempre interpretando situaciones graciosas. Pero Marcel Marceau, en los tiempos de ocio, ya se había interesado por la actuación luego de haber visto a Charles Chaplin. El estilo de la pantomima de Marceau no ha tenido par, sus ejercicios silenciosos que incluyen las caminatas en contra del viento, el hacedor de máscaras, en el parque y muchas delicias más.

También Rita Levi-Montalcini, 1909 - 2012) una científica italiana especializada en Neurología y que descubrió el primer factor de crecimiento conocido en el sistema nervioso, investigación que la llevó a ganar el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1986 junto con su compañero Stanley Cohen. Sus hallazgos fueron tan importantes para la comprensión de los mecanismos de control que regulan el crecimiento de las células que hizo que fuera la cuarta mujer galardonada con el premio Nobel en toda la historia.

Nacida en Turín, fue la menor (junto con su hermana gemela Paola) de cuatro hermanos. Trabajó, también, como ayudante del famoso histólogo italiano Giuseppe Levi hasta que, en 1938, Benito Mussolini publicó el Manifesto per la Difesa della Razza que prohibía a toda persona judía acceder a alguna carrera académica o profesional.

En el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, aprovechando los tiempos de ocio, montó un laboratorio en el dormitorio de su propio hogar, donde estudió el crecimiento de las fibras nerviosas en embriones de pollo, lo que le sirvió como base para sus futuras investigaciones. En 1943 se trasladó con su familia y su laboratorio a Florencia para refugiarse del nazismo. Recién en 1945 pudieron volver a Turín donde continuó investigando. Murió en su casa de Roma el 30 de diciembre del 2012, a los 103 años de edad.

También Cervantes escribió su famoso don Quijote en las horas sin tiempo, de la vida en una cárcel. Puesto en prisión, en 1597 en la Cárcel Real de Sevilla por haberse apropiado, supuestamente, de dinero público, en la cárcel, cada tiempo de ocio, Cervantes creó Don Quijote de la Mancha, según dice el prólogo a esta obra.

Albert Einstein, en 1905, publicó su teoría de la relatividad, desarrollo que logró gracias a sus horas de ocio en la Oficina de Patentes de Berna, en Suiza.

Ana Frank, en las horas ocultas cuando estaban encerrados en el Anexo, toda su familia y amigos, en el anexo, más allá de los tiempos devastadores del nazismo, escribió su diario, el diario que, aún hoy, ilumina la vida de muchos, independientemente de la procedencia recial, política o religiosa.
Marie Curie, científica polaca nacionalizada francesa, Premio Nobel de Física y, más tarde, Premio Nobel de Química, en sus ratos de ocio, le agradaba cocinar, trasladando a la cocina las recetas que había escrito en sus cuadernos.

El trabajo del análisis, decía Sigmund Freud, se inscribe en el campo del ejercicio del ocio en su sentido clásico de actividad creadora.

El mismo Freud, en ocasión del 50º cumpleaños de su colega y amigo Ferencsy, le transmitió el deseo “de que le sean dados disposición de ánimo, vigor y ocio para concretar sus proyectos científicos en nuevos logros”. También, le sugirió que “no se deje dominar totalmente por el trabajo; y que, cuando tenga el ocio y la oportunidad necesarios, recuerde usted a su devoto amigo”.

Otium-negotium

En síntesis, el tiempo de ocio no es el que va a reportar un beneficio material inmediato porque no es ese el objetivo, aunque no lo excluye. Es la pausa necesaria para poder retomar la vida de todos los días, sea en donde sea, de una manera más entusiasta, con más vitalidad.
Es importante comprender que el tiempo de ocio es un tiempo que vale por sí mismo. Ocio y negocio, no solo no se excluyen sino que cada uno, juega una parte esencial en la vida.
Para concluir, quiero compartir esta reflexión de Thomas Mann:

“Súbitamente sintió el deseo imperioso de escribir. Cierto es que, como suele decirse, Eros ama el ocio, y que sólo para el ocio ha nacido. Pero en ese momento de la crisis, su excitación le impulsaba a tranquilizar por medio de la palabra el torbellino de sus pensamientos”.
También este pensamiento del filósofo, matemático y escritor Bertrand (1872-1970):
“El sabio uso del ocio es un producto de la civilización y de la educación”.

Y esta frase del escritor checoeslovaco Franz Kafka:
“El ocio es el padre de todos los vicios, y es el coronamiento de todas las virtudes”.

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