viernes, 8 de julio de 2022

Cuento: Epitafio para mi bandoneón (Segunda parte)-por Leonor Pires

 SEGUNDA PARTE DEL CUENTO: 

" EPITAFIO PARA MI BANDONEÓN"

María y su hermano ofrecían un espectáculo tanguero de mediana categoría, Ella era bailarina de "alma", autodidacta, su escuela 
sólo habían sido los bailes de los clubes de barrio, llevaba el tango en la sangre, herencia de su padre que había sido cantor reconocido de la música ciudadana, atesoraba algunas medallas y trofeos de ambos que eran toda su fortuna. Vivía en un ático en un lujoso edificio de la Avda. de Mayo, destinado a oficinas donde su madre ejercía de Encargada, ella la ayudaba en los quehaceres durante el día y por las noches, junto a su hermano, (bailarín compadrito, si los hubo) trabajaban en los espectáculos tangueros. Así fue como la conoció Antonio.


Una madrugada, después de su trabajo se dirigía a su departamento, sin María, que esporádicamente lo acompañaba. La brisa fría y la humedad de la noche le hicieron castañetear los dientes y un dolor en el pecho, más fuerte que de costumbre que esporádicamente lo alertaba, lo asustó. No en vano algo había estudiado de medicina.
Entró a su departamento, que le pareció un panteón abandonado, el vetusto espejo le devolvió una imagen en la que él no se reconoció. Sin titubear, retomó el camino por el largo corredor hasta la calle. Pisó con dificultad el empedrado desparejo, tomó un ómnibus que llegaba hasta el hospital, tiritaba de frío y de temor mientras esperaba el diagnóstico del facultativo, que él ya imaginaba.

Vida sana, no tomar frío, acostarse temprano, evitar disgustos...etc. fueron los consejos del médico, todo lo contrario a lo que él hacía. Salió de allí asustado, si no tocaba el bandoneón en lugares nocturnos de qué iba a vivir. Se aproximaba el ómnibus en el que debía regresar y tuvo intención de arrojarse a su paso, pero pensó en María, su dulce compañera y se contuvo. Subió a él y la sacudida del arranque del vehículo lo trajo a la realidad, los colectivos y los autos que circulaban a su alrededor se le antojaban carruajes funerarios y los edificios de la ciudad una gran bóveda de cemento y cristales, el sol apenas entibiaba y no podía entrar en calor. El temor de que María lo abandonara lo aterrorizó. Sintió pánico al recordar que tenía que pagar el alquiler y no le alcanzaba siquiera para comprar los medicamentos, sus bolsillos estaban exhaustos. La casa le pareció más lúgubre que hasta entonces. decidió descansar un rato y trató de dormir.


El reposo no le resultó reparador. Soñó que estaba con Malena en París, ella lucía hermosa con un vestido rojo y llena de joyas, empuñando una daga con la que lo apuñaló y de su herida salía a borbotones un burbujeante champán. Despertó sudoroso y afiebrado. Miró a su alrededor qué cosas podría vender para afrontar los gastos inmediatos. De pronto pensó en los libros de medicina. Cuando los tomó en sus manos sintió un olor peculiar, que había guardo en su memoria emocional. Era el olor a transpiración que su padre tenía cuando llegaba a su casa después de haber trabajado varias horas bajo el sol, y la salobre humedad de las lágrimas de su madre. Los libros desprendían ese olor.

Cuando se vio reflejado en el espejo, le pareció que había envejecido mil años desde la noche anterior. No podía dejar de pensar en sus padres y por primera vez se sintió huérfano.
Leonor Pires 
Última parte el 8 de Julio

©Leonor Pires
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