Llegar a
Colonia del Sacramento y hospedarse en la Posada del ángel, es un sueño. Arribar
en un barco que apenas se mueve, a una ciudad pequeña y muy acogedora, y la
posada casi frente al Río de la Plata, a cuadras del centro histórico de
Colonia, invitan a sumergirse en viejas épocas donde la historia renace.
La posada del ángel es naif, la puerta de entrada pintada de un azul cielo, con cortinas caladas con una imagen de ángel, se repite en cada abertura. Colgados del techo de madera, colgados de las paredes, en vitrinas, sobre mesas iluminadas y hasta pintados en las paredes, nos hace soñar que estamos inmersos en el cielo diáfano e increíble del Dante.
Muebles antiguos, un ropero con espejos altos, que
seguramente fue de alguna persona del año 1800 y el mostrador de madera
antigua, con olor a madera, emparejan los ventanales de vidrios de colores que
dejan pasar una luz especial a cualquier hora del día.
Habitaciones con camas amplias, con dosel, algunas con puntillas y otras con telas floreadas a tono, alfombritas individuales, veladores coloniales, ventanas altas y angostas con rejas retorcidas, de época.
La atención es sublime. Angie, la recepcionista siempre está sonriendo y obviamente mate en mano. Tuve la dicha de conocer al dueño, Carlos Camarotta, un argentino simpático de ojos azules como el cielo diáfano que pintaron en las paredes de la posada. Todo el personal, lo adora, y está atento a las necesidades de los huéspedes, a toda hora, calmando los ánimos si el puerto está cerrado a causa de la niebla y si el puerto abre, recibiendo argentinos y extranjeros con cordialidad, siempre. “Merecido” es la respuesta a las “Gracias” y “Disfrute” su palabra preferida.
La recepción al entrar a la habitación, es un angelito (por supuesto) de chocolate sobre una blonda de papel. El desayuno no se puede creer: bizcochuelo casero de naranjas, frutas, medialunas, pan tostado, unos dulces inolvidables y el café con leche repetido las veces que el huésped lo pida.
La vajilla azul y amarilla con el
logo “Posada del ángel” acompaña la vista al jardín con vegetación y una pileta
para calmar el calor en verano, acompañada de un jacuzzi tibio para tardes de
invierno.
Me llevo el
recuerdo de una estadía perfecta, soñada, con olorcito a sahumerios suaves y
relajantes, caras amables y solidarias, junto a la promesa de volver alguna vez
a disfrutar del sol y de las caminatas que Colonia ofrece.
©Silvia Vázquez
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Hola buenas noches Silvia
ResponderEliminarMuy bello trabajo como describiste
La posada .
Me encanto .ya se los reenvió a Angie y Carlos .
Un beso y un fuerte abrazo .
Saludos
Yolanda