Con apenas 2,50 metros de frente, a esta casa, que fue parte de una vivienda de la segunda década del siglo XIX, se la conoce por ser la más angosta de la ciudad. Presenta una fachada sencilla, compuesta por una puerta de dos hojas con cuarterones pintados de verde y, en la planta alta, un pequeño balcón con barrotes de hierro. Estas casas eran para los esclavos libertos, a quienes sus amos les asignaban un pequeño espacio para levantar sus viviendas, contiguo a su propiedad. La casa del Pasaje San Lorenzo --la única de este tipo que queda en Buenos Aires-- mide 2,50 metros de ancho y 13 de profundidad. La construcción es de la segunda década del siglo XIX y se trata de un espacio residual que quedó luego de las sucesivas reformas de edificación que sufrió la manzana.
La casa mínima es también conocida por el mito que rondó en torno de ella. Se creía que allí había residido un esclavo liberto, a quien su amo le habría donado el terreno para que edifique su hogar. De ahí que por mucho tiempo se la llamó entre los porteños Casa del esclavo liberto.
La cantidad de notas periodísticas y fotografías existentes de esta casa, indican que siempre llamó la atención de los porteños. Tanto es así, que en los archivos nacionales, existen fotografías desde por lo menos 1909 y el mismo Jorge Luis Borges se fotografió junto a ella. El poeta Baldomero Fernández Moreno la describió de esta manera: “Una Fachada lisa, con una puerta de dos hojas en el medio pintadas de verde con una cerradura y falleba de hierro, y con el número en alto, como una flor en la solapa. Es de dos plantas. Exactamente encima hay un balconcito con barrotes verticales de hierro; detrás de la vidriera de dos hojas y las dos cortinillas iguales, pliegue a pliegue. A un lado del balcón un cacharro con geranios rojos, al otro lado otro cacharro con geranios rojos. En el intervalo cuatro macetas. Y luego, la cornisa: un repulgo de argamasa. La casa se prolonga hacia atrás, pero parece sólo con esa habitación, con esa celda.”
A partir de la década de 1980 su fama se fue acrecentando con la publicación de un breve párrafo en la revista “Buenos Aires nos cuenta”, que mezcla la ficción con la realidad: “En general estas casas de reducidas proporciones eran para los esclavos libertos a quienes sus antiguos dueños les asignaban, dentro de su propiedad, un pequeño y reducido espacio para que levantaran sus viviendas de hombres libres. Los espacios eran mínimos, las viviendas también. A la muerte de esos libertos la propiedad volvía a sus dueños originales, razón por la cual quedan muy pocos vestigios de estas casas.” No existen pruebas suficientes para suponer que existieron viviendas pequeñas construidas específicamente por esclavos negros para su usufructo personal, ubicadas en el terreno de sus amos. A mediados del siglo XIX, los propietarios preferían subdividir sus grandes casonas en piezas de alquiler para el comercio o para la habitación, obteniendo así una renta mensual segura, ya que los alquileres en esa época eran altísimos.
El relato transcripto, que carece de referencias históricas concretas, fue repetido varias veces en diversos artículos de diarios y revistas, incluso por el último de sus ocupantes. Esa fábula, generada en una revista para guías de turismo, provocó un efecto sin precedentes en la arquitectura histórica de Buenos Aires, a tal punto que se llegó a pedir que la Comisión Nacional de Monumentos la incluyera dentro de la nómina de edificios históricos, para que se la preservara de una posible modificación y/o demolición. Pero, el argumento del esclavo liberto, no fue suficiente para convencer a las autoridades de la Comisión Nacional de Monumentos.
Como corresponde en estos casos, no se dejaron seducir por una frase, sin una investigación histórica concreta que sirva para sustentarla. A fines de 1994, realizamos trabajos de investigación que derivaron en importantes descubrimientos arqueológicos, históricos y constructivos. Parte de los mismos se dieron a conocer en medios periodísticos, para divulgar los avances de esta investigación. Pero aún así, la leyenda del esclavo liberto, sigue siendo una verdad irrefutable para los vecinos del barrio y para el periodismo; y la famosa historia se enriquece, día a día, con descripciones tan nuevas como difíciles de comprobar: “Hasta no hace mucho, los vecinos más viejos recordaban que allí vivían unos mulatos –quizá descendientes de los primitivos habitantes- que tejían redes para los pescadores que trabajaban en Paseo Colón, hasta donde llegaba el río.” Esta información, pertenece a un artículo publicado en mayo de 1999, que comienza de esta manera: “Pocos saben que en San Telmo ha sobrevivido hasta hoy una casa bastante particular, la última de libertos con que contó Buenos Aires.” Como vemos, ya se afirma que está a punto de desaparecer el último ejemplo de un tipo de casa de Buenos Aires, que en realidad nunca existió.
Se inventó un modelo de vivienda determinada para dar un marco constructivo simpático a algunos datos reales, como por ejemplo el buen trato general que se daba a los esclavos en Buenos Aires. El mito, tal vez tenga relación con una costumbre que realmente existió, que consistía en hacer enterrar a algunos sirvientes leales cerca de sus amos.
Esta mezcla entre fantasía y realidad hace que la historia sea tan creíble como errónea.
A fines del siglo XlX, un error matemático en la conversión de las medidas del lote de varas a metros, lo salvó de ser modificado junto con el resto de los frentes de la esquina de San Lorenzo y Defensa. Ese error de medidas sirvió para mantener en pie esta antigua construcción; y la apócrifa leyenda del esclavo, para motivarnos a estudiarla y conservarla.
©Silvia Vázquez
(Fuentes: http://www.iaa.fadu.uba.ar y vs)
La cantidad de notas periodísticas y fotografías existentes de esta casa, indican que siempre llamó la atención de los porteños. Tanto es así, que en los archivos nacionales, existen fotografías desde por lo menos 1909 y el mismo Jorge Luis Borges se fotografió junto a ella. El poeta Baldomero Fernández Moreno la describió de esta manera: “Una Fachada lisa, con una puerta de dos hojas en el medio pintadas de verde con una cerradura y falleba de hierro, y con el número en alto, como una flor en la solapa. Es de dos plantas. Exactamente encima hay un balconcito con barrotes verticales de hierro; detrás de la vidriera de dos hojas y las dos cortinillas iguales, pliegue a pliegue. A un lado del balcón un cacharro con geranios rojos, al otro lado otro cacharro con geranios rojos. En el intervalo cuatro macetas. Y luego, la cornisa: un repulgo de argamasa. La casa se prolonga hacia atrás, pero parece sólo con esa habitación, con esa celda.”
A partir de la década de 1980 su fama se fue acrecentando con la publicación de un breve párrafo en la revista “Buenos Aires nos cuenta”, que mezcla la ficción con la realidad: “En general estas casas de reducidas proporciones eran para los esclavos libertos a quienes sus antiguos dueños les asignaban, dentro de su propiedad, un pequeño y reducido espacio para que levantaran sus viviendas de hombres libres. Los espacios eran mínimos, las viviendas también. A la muerte de esos libertos la propiedad volvía a sus dueños originales, razón por la cual quedan muy pocos vestigios de estas casas.” No existen pruebas suficientes para suponer que existieron viviendas pequeñas construidas específicamente por esclavos negros para su usufructo personal, ubicadas en el terreno de sus amos. A mediados del siglo XIX, los propietarios preferían subdividir sus grandes casonas en piezas de alquiler para el comercio o para la habitación, obteniendo así una renta mensual segura, ya que los alquileres en esa época eran altísimos.
El relato transcripto, que carece de referencias históricas concretas, fue repetido varias veces en diversos artículos de diarios y revistas, incluso por el último de sus ocupantes. Esa fábula, generada en una revista para guías de turismo, provocó un efecto sin precedentes en la arquitectura histórica de Buenos Aires, a tal punto que se llegó a pedir que la Comisión Nacional de Monumentos la incluyera dentro de la nómina de edificios históricos, para que se la preservara de una posible modificación y/o demolición. Pero, el argumento del esclavo liberto, no fue suficiente para convencer a las autoridades de la Comisión Nacional de Monumentos.
Como corresponde en estos casos, no se dejaron seducir por una frase, sin una investigación histórica concreta que sirva para sustentarla. A fines de 1994, realizamos trabajos de investigación que derivaron en importantes descubrimientos arqueológicos, históricos y constructivos. Parte de los mismos se dieron a conocer en medios periodísticos, para divulgar los avances de esta investigación. Pero aún así, la leyenda del esclavo liberto, sigue siendo una verdad irrefutable para los vecinos del barrio y para el periodismo; y la famosa historia se enriquece, día a día, con descripciones tan nuevas como difíciles de comprobar: “Hasta no hace mucho, los vecinos más viejos recordaban que allí vivían unos mulatos –quizá descendientes de los primitivos habitantes- que tejían redes para los pescadores que trabajaban en Paseo Colón, hasta donde llegaba el río.” Esta información, pertenece a un artículo publicado en mayo de 1999, que comienza de esta manera: “Pocos saben que en San Telmo ha sobrevivido hasta hoy una casa bastante particular, la última de libertos con que contó Buenos Aires.” Como vemos, ya se afirma que está a punto de desaparecer el último ejemplo de un tipo de casa de Buenos Aires, que en realidad nunca existió.
Se inventó un modelo de vivienda determinada para dar un marco constructivo simpático a algunos datos reales, como por ejemplo el buen trato general que se daba a los esclavos en Buenos Aires. El mito, tal vez tenga relación con una costumbre que realmente existió, que consistía en hacer enterrar a algunos sirvientes leales cerca de sus amos.
Esta mezcla entre fantasía y realidad hace que la historia sea tan creíble como errónea.
A fines del siglo XlX, un error matemático en la conversión de las medidas del lote de varas a metros, lo salvó de ser modificado junto con el resto de los frentes de la esquina de San Lorenzo y Defensa. Ese error de medidas sirvió para mantener en pie esta antigua construcción; y la apócrifa leyenda del esclavo, para motivarnos a estudiarla y conservarla.
©Silvia Vázquez
(Fuentes: http://www.iaa.fadu.uba.ar y vs)
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