viernes, 30 de agosto de 2019

Microficción: "Yo y yo"


Yo y  yo




Era yo, sí era yo! Tan igual como si me estuviera mirando al espejo. Pero con unos años menos.

Foto no era, era pintura. ¡Era pintura! Calculo que de 1800 por el material, pero… ¿Cómo estaba yo ahí? Con el pañuelo al cuello que mi abuela me había dejado como única herencia aquel abril que partió.

Había decidido ir al Museo porque la muestra cerraba pronto, después de todo no era algo que se iba a repetir . Caminé por la galería principal hacia los ventanales de fondo y ahí estaba. Al lado de una puerta de madera, iluminado con un spot de luz fuerte, cegadora…
El cabello recogido con una trenza, la carita pálida y triste. Si, era yo, no había dudas.

“¿Quién es el autor de ese retrato?”- pregunté.

“No lo sabemos”, me respondió la curadora. Y eso que ella sabía bastante de arte, tanto que había montado un mes antes una exclusiva colección de Miró.

“Ese cuadro estaba en medio del resto, seguramente vino por equivocación, no sabemos el autor, no está firmado”.

Me sentía rara, mi imagen plasmada en un lienzo por un artista desconocido, mi imagen ahí, ahora y yo mirándola, mirándome.

Sentí que detrás mío había alguien, cuando una mano me tomó la mía y me sumergió dentro de la pintura. La mano me apretó fuerte y de un salto aparecí del otro lado.
“Apurate que ahí viene”, me dijo mi voz. “No te asustes, que te voy a ayudar”.

Mi yo, corrió hacia atrás conmigo y salimos de encuadre.

En el salón, parado detrás de una columna, estaba él, apuntando a la pared vacía donde alguna vez hubo un cuadro de mí misma.

Ahí, sin entender mucho lo que pasaba, nos sentamos en el banco de “El Retiro”, para descansar un poco de la corrida.

©Silvia Vázquez
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