viernes, 9 de agosto de 2019

“La vida. Amar más allá del tiempo”. Susana Grimberg.


“Cuando me dicen que soy demasiado viejo para hacer una cosa, procuro hacerla enseguida”. Pablo Picasso
Elegí esta frase de Picasso como acápite porque muchos harían lo mismo, tan sólo por no estar de acuerdo con la connotación que tiene la palabra viejo, utilizada como sinónimo de abuelo (sin que lo sea) o incluso, persona mayor, aunque la edad poco dice de que se trate de una persona mayor.
En la Antigüedad, en Grecia y en Roma, se pueden apreciar los primeros tratados y escritos de carácter filosófico sobre el valor de los mayores. La sociedad griega era contradictoria respecto a la vejez; por un lado, se la ensalza por el valor de la sabiduría. Por otra parte, sirve como ejemplo de algo negativo. Por ejemplo, para Aristóteles, la vejez supone el declive del cuerpo y el alma.
La primera obra literaria dedicada a la vejez. “De Senectute” (La Senectud) de Cicerón, la encontramos en Roma, obra literaria que ya en la Antigüedad comienza a ensalzar el valor social de los mayores al enfatizar que, en la vejez, se incrementan las aptitudes del ser humano.
Las mejoras en higiene, sanidad y alimentación generadas durante la modernidad, hicieron que los mayores comiencen a gozar de un mayor peso en la sociedad. En el Renacimiento (siglos XV y XVI), al ensalzar la belleza por encima de todo, la gente mayor es dejada de lado por no entrar en los cánones de belleza impuestos y, es a partir del siglo XVIII, que se reconoce la importancia de la madurez de la gente mayor, además de destacar la experiencia y la reflexión.
Finalizando los años setenta, tuve la oportunidad de empezar a leer al gran comentarista de la Torá y del Talmud, Rabeinu Shlomó Yitzjaki conocido por sus iniciales como Rashi. Gran comentarista de la Torá y del Talmud, el exégeta bíblico había nacido en Troyes, Francia, en el 1040 y, tras pasar parte de su vida en Renania, donde también estudió y enseñó, murió donde nació, en 1105.
Poco se sabe de su vida, salvo que su ocupación principal fue la de enseñar la Biblia y el Talmud además de que ganaba su sustento y el de su familia mediante el cultivo de una viña, y la venta de vinos.
Además de su versación enciclopédica en la literatura talmúdica, poseía el maravilloso don de un estilo de redacción claro y conciso. Su explicación de los primeros cinco libros de la Biblia, o sea el Pentateuco, se volvió con el tiempo la más popular y la más ampliamente usada, dotada de explicaciones, en un francés de la época con palabras y giros hebreos difíciles.
El comentario de Rashi a la Biblia, primer libro impreso en hebreo, publicado en 1475 más las letras con que lo hizo, fue un diseño de acuerdo con la escritura española medieval en uso en el siglo XV, por lo que se denominó “escritura de Rashi”.
Quiero subrayar que en el Génesis, Rashi al referirse a los tiempos de la creación, destacó que eran tiempos lógicos y no cronológicos además de que la vida pasa por el deseo de vivir.
Por los caminos de la vida
En su evolución, el ser humano recorre diferentes etapas que van desde la niñez a la adolescencia, le sigue la juventud, luego la adultez y, finalmente, la vejez.
Cada momento es un tiempo en que cada cual lo vive a su manera, sobre todo a partir de la juventud, tiempo de decisiones y de hacerse responsable de las propias elecciones. A mí parecer, a eso nos referimos al hablar del libre albedrío. Por otra parte, por lo que dije anteriormente, no me parece apropiado hablar de tercera o cuarta edad. Todos sabemos que hay jóvenes viejos y viejos jóvenes.
La búsqueda de apoyo, la necesidad de ternura, la seducción, el amor, son sentimientos propios a toda edad, sólo que para la cultura occidental, a partir de los griegos y romanos, aparece la idea de que la belleza y lo erótico tienen que ver con la juventud; esto, a su vez, generó la idea de que los viejos están sólo para cuidar su salud.
En el Talmud, no hay ningún elemento prohibitivo de la sexualidad en la vejez, al contrario, hay aliento porque se trata de una sexualidad que no se rige ni por la belleza ni por los modelos ideales, simplemente por un deseo básico de vida, un gusto por el encuentro.
Los tiempos actuales y la sociedad de consumo.
Ya en 1970, Simone de Beauvoir, escribió un ensayo: “La vejez”, en el que afirma que los ancianos se han ido convirtiendo en un sector marginado de la sociedad al igual que los inmigrantes o los pobres. Yo lo llamaría un sector simplemente descartable y una generación que descarta a los viejos, es una generación suicida.
El sociólogo Zygmunt Bauman, muestra al consumismo como artífice de un deterioro masivo de los sistemas sociales, y marca la tendencia hacia una sociedad introvertida y egoísta que sólo está pendiente del disfrute personal. En pocas palabras: Zygmunt Bauman apela a nuestras conciencias para hacernos mejores personas, seres que se preocupan del futuro y del devenir de sus sociedades, lo cual entraña también ser conscientes de los comportamientos propios y ajenos.
Me interesa destacar la opinión de Paul Virilio (arquitecto y filósofo), porque dice, en sus libros, que la velocidad es, paradójicamente, la vejez del mundo. “Llevados por su violencia no vamos a ninguna parte, sólo nos contentamos con partir y abandonar lo vivo en provecho del vacío de la rapidez”. Tras haber significado largo tiempo la supresión de las distancias, la negación del espacio, la velocidad equivale de pronto al aniquilamiento del Tiempo: “se trata del estado de urgencia”.
Virilio entiende que las nuevas técnicas, bajo el vértigo de la aceleración, secuestran y simulan la realidad, hasta hacerla desaparecer. Es decir: la sobre información tecnológica aleja, distorsiona, olvida los sentimientos y diversos sabores de la vida cotidiana.
El judaísmo no le dio a la vejez autoridad por sí misma como la cultura china, pero supo reconocer que los sabios maduran en la vejez. Partiendo del mandamiento honrarás a tus padres, podemos inferir que todos los mayores deben ser respetados, protegidos, escuchados, rescatar sus enseñanzas y aprender de lo que transmiten.
El pedagogo y escritor Jaime Barylko, invita a detener la marcha y apartarnos por un momento del vértigo cotidiano, palabras que nos recuerdan a Virilio. También, contemplar la naturaleza, expandir la noción de universo y aceptar, como parte de lo más humano, la idea de armonía, además de meditar sobre el amor, la fe, la felicidad, la familia, los hijos, la amistad.
Quiero concluir con este proverbio idish:
“La vejez es tiempo de cosecha para el hombre cultivado e invierno para el inculto”.
Y con esta reflexión de Maurice Chevalier:
“Una vejez cómoda es la recompensa de una juventud bien empleada. En lugar de perspectivas tristes y melancólicas sobre la decadencia, nos da esperanza de una juventud eterna en un mundo mejor”.
Susana Grimberg. Psicoanalista, escritora y columnista.


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