En la calle San
Lorenzo 380, barrio de San Telmo, Buenos Aires, existe una casa mínima.
Un poco más ancha que un placard (apenas mide 2,5 metros) y una profundidad de
13 metros.
Sobre la puerta de madera en la entrada, asoma un balcón con
barrotes y entre los dos, un farolito. El revoque descascarado revela en
algunos sectores el alma de ladrillos de su construcción original.
…”El 25 de Mayo de 1812, el Triunvirato decretó la
prohibición del comercio de esclavos dentro del territorio de las Provincias
Unidas. El 31 de enero de 1813 la Asamblea del Año XIII decretó la Ley de
Libertad de Vientres. Los esclavos accederían a la libertad cuando contrajeran
matrimonio, o a la edad de 20 años los varones ó 16 las mujeres y se les
otorgarían instrumentos de trabajo. La abolición de la esclavitud recién se
declaró en la Constitución Nacional de 1853, pero en Buenos Aires no fue sino
hasta 1861 que se instrumentó, cuando la ciudad suscribió a la reforma de la
Constitución promulgada en Santa Fe por la Convención Provincial un año antes.
Todos estos esclavos debieron buscar un lugar donde vivir
y era muy frecuente que sus antiguos amos les proporcionaran pequeñas porciones
de sus terrenos para que levantaran sus casas. Generalmente, con la muerte del
esclavo liberto, estas parcelas volvían a sus anteriores dueños.” (fuente
buenosaires.gob.ar).
Posiblemente, un esclavo liberto de Urquiza, recibió esta casa en 1813.
El arquitecto José María Peña, director del Museo de la Ciudad, tiene una
versión diferente. Encontró en un catastro de 1860, donde se señalan las
dimensiones de los lotes, que el terreno perteneciente a la casa mínima era una
propiedad que tenía 16 metros de frente con 17 de fondo. Es por esto que Peña
tiende a pensar que en sucesivas divisiones del terreno quedó un lote de menos
de 2 metros y medio de ancho, en el que hoy sobrevive la casa mínima.
Vista planta baja desde el interior |
Esta revisión del arquitecto Peña destroza la teoría del
esclavo liberto. Pero, seguramente, hubo en Buenos Aires muchísimas casas
mínimas que fueron desapareciendo a medida que los libertos morían y los
propietarios originales recuperaban el dominio de la propiedad.
“La casa más pequeña de Buenos Aires... Yo no voy a decir
el número. El que quiera, que la busque”, escribió alguna vez el poeta
Baldomero Fernández Moreno sobre este ícono del barrio porteño, al que también
describió como “una fisura que llenaron de ladrillo y cal para que no se vea el
azul del cielo”.
©Silvia Vázquez
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