viernes, 20 de marzo de 2020

Colaboraciones: Roberto Pancaldi: "El espejo"

EL ESPEJO

Se despertó esa mañana. A las siete, como todas las mañanas. Era domingo. Pensó, es demasiado temprano. No pudo conciliar el nuevo sueño.
Se levantó, como todas las mañanas, hacia la derecha y despacio, tratando de acomodar sus huesos.

Fue al baño, como todas las mañanas. El espejo le devolvió otra imagen.
No era su cara regordeta, con incipientes bigotes, barba de dos o tres días, unas pocas arrugas producto del tiempo.

Estaba viendo una cara flaca, angulosa, de nariz ganchuda. Sin embargo quien estaba frente al espejo era él. No había otra persona en el lugar.
Salió. Huyó del baño para volver a entrar. Otra vez encontró frente a su espejo una cara flaca, angulosa, de nariz ganchuda.

No podía ser, si quien estaba frente a su espejo era él.
Es un sueño, todavía no me desperté y sigo soñando. Corrió a su cama. Observó a su mujer dormida, tal como la había dejado unos minutos antes.

Volvió al baño. Otra vez se le repitió la imagen. Qué había pasado ?. Trató de recordar su día anterior. Mas o menos normal. Se había acostado como todas las noches. Un poco de televisión, unos mimos y a dormir. Nada que hubiera hecho predecir el cambio de cara.
Frente al espejo, realizó la prueba de todos los cuentos, se pellizcó. Dolió. Estaba despierto.

Corrió a buscar sus documentos. En todos estaba su cara y su nombre. Juan Carlos Ramirez , DNI 16……..

Sin embargo tenía otra cara. El espejo le devolvía una que no era la suya. Si bien no era fea, él ya estaba acostumbrado a su vieja cara. No era el momento para cambiarla.
En la cocina preparó el mate. No quería ni mirar los vidrios. Sin embargo el de la ventana le devolvió la misma cara flaca y angulosa.

Mientras preparaba el mate, ritual de cada domingo, recorría la historia de su vieja cara. Con ella había transcurrido toda su vida.
La había puesto en cada entuerto !!!. Había recibido algunos golpes.
No era para un cuadro, pero era propia. Era un signo de distinción.
De ahora en adelante debería cambiar sus documentos, debería presentarse de otra manera, pasaría desapercibido para sus amigos, tendría que empezar de nuevo, como explicaría el cambio, quien iba a creerle.

Era otra persona.

Por un momento enloqueció. Eran demasiados cambios para solo unos minutos.
Dudó en despertar con el mate a su esposa como cada mañana.

Uno de los mejores momentos de la pareja eran esos mates en la cama los domingos.
La casa silenciosa, la tranquilidad del no hacer nada. Largas charlas convertidas en proyectos. Era el momento en que cada uno decía lo que quería y de la manera que quería.
La charla les hacía bien. Sincericidio puro que empujaba a la pareja con viento de popa.
Dos termos de mates, ahora arruinados por una cara, una cara nueva.
Volvió al baño. La nueva cara seguía en el espejo.

Justo un domingo tenía que pasar ?.

Si era lunes salía a trabajar temprano y por lo menos hasta la noche no le tenía que dar explicaciones a su esposa.
Pero ahora había llegado el momento. Debería llevar los mates. Tratar de despertar a su esposa sin que se asuste por ver a otro tipo con el termo en la mano tratando de explicar lo inexplicable.

No resultaba fácil entender que se había acostado con una cara y se había levantado con otra. Para colmo ni siquiera parecida. Ni con maquillaje se arreglaba este asunto.
Llegó el momento. Ya no podía dudar.
Si con la otra cara había enfrentado situaciones difíciles a esta habría de acostumbrarla de la misma manera. Después de todo no eran muchos los que se podían dar el lujo de mutar una cara en medio de su vida. Pensó que hasta sería divertido.
En el camino al dormitorio, pensó en su nuevo apellido. Araya, se llamaría Araya. Juan Carlos Araya, sonaba lindo. Tal vez hasta se cambie el Juan Carlos. Siempre había querido llamarse Mauricio. No renegaba de sus ancestros. Los Ramirez eran personas de bien. Pero esta oportunidad, ser otra persona, debía ser acompañada por un cambio total. Sonaba lindo, Mauricio Araya.

Entró al dormitorio. Termo y mate en mano sin encender la luz. Quería que el cambio fuera tomado de la manera menos traumática posible. Casi sin darse cuenta y como todos los días tropezó con las sandalias de su esposa. Nunca supo porque siempre se las llevaba por delante. No siempre estaban en el mismo lugar, sin embargo él, aún con su cara nueva acertaba a pasar por el lugar donde ellas estaban.
Notó que eso no había cambiado.

Despertó a su esposa con el ruido del volar de las sandalias. No podía empezar peor. Se sentó en el borde de la cama.
Aún con la luz apagada tendió el primer mate. Por supuesto rebalsado en la oscuridad de agua caliente cayendo sobre sus pies. Aguantó el grito.
Habrá cambiado también la voz ?. No se le había ocurrido probar antes. Ahora ya era tarde.
Aún no encontraba las palabras para contarle a su esposa el nuevo hecho, cuando ésta encendió el velador.

Juan Carlos, Mauricio o como se llame giró como un rayo tratando de esconder su cara.
Volvió despacito sobre su giro indicándole a su esposa que no se asustara, que seguía siendo él.
Estás loco, dormiste mal, te pasa algo ? ya sé que sos vos.
Me traes los mates a la mañana temprano en un día domingo, te llevas por delante las sandalias, derramas el mate, quien otro puede ser.

Lo miró, preguntó , estás bien ?.
reo que sí, entrecortado.

Te sentís bien, Juan Carlos ?.

Si, sí , repitió en su corrida al baño.

Frente al espejo volvió a encontrar su nueva cara.
Su esposa no había notado el cambio ?
Volvió al dormitorio decidido a tratar el tema.

Que tema ?, pregunta la esposa. Mi cara. Que tiene tu cara ?. No es la mía, es nueva.

Yo veo siempre la misma y me gusta de esa manera, es temprano, tal vez no reaccione, explícame el chiste y nos reímos juntos.

No es chiste. No ves que tengo una cara nueva.

Acuéstate Juan Carlos, debes haber tenido un mal sueño.

Regresó al espejo. La nueva cara seguía estando allí.

Podía ser que sólo él advirtiera el cambio ?

Recordó.
En algo debería cambiar.
Recién entonces el espejo de su conciencia le devolvió su cara.

©Roberto Salvador Pancaldi
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