Reflexiones en esta etapa, escritas hace un tiempo atrás, por otras razones, pero tan actual...
Caer, volver a
levantarse. Erguido, firme, como si jamás hubieras caído al cruel espejo del
olvido.
Sentirse pleno,
capaz aunque el tren de la vida no haya parado en esa estación. Seguramente, lo
hará en otra, más cerca o más lejos.
Jamás perder la
esperanza de recuperar lo perdido.
Saber que se
puede volver a empezar, a ser otro, siendo el mismo.
Amanecer a la
vida con ojos de pájaro, volar, sentir el aire que toca el cuerpo y estremece
el alma.
Bendecir al sol,
fuente de vida.
Animarse a una
caricia, a una sonrisa, una charla o un simple “buen día”.
Las tormentas
pasan, van a otros paisajes y dejan el arco iris o simplemente un cielo
despejado.
Todo pasa, todo
cambia, todo renace. El pozo oscuro se ilumina alguna vez y una mano aparece
para ayudarnos a salir.
Las sombras se
transforman en tenues luces y ellas en brillantes rayos que volverán a dar
placer.
No dudes en que
el amor sana, apacigua, refresca. El amor de un hombre, de una mujer, un hijo,
un amigo.
Cada cosa vuelve
a su lugar y en él se acomoda.
Tener fe es
esencial, seguir luchando por los sueños, fundamental.
No bajar los
brazos. Levantarlos muy alto, porque el destino está más cerca de lo que
creemos.
©Silvia Vázquez
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