viernes, 17 de septiembre de 2021

El "fantasma" Inakayal

 



 

Inakayal (un nombre compuesto cuyas sílabas significan: Ina=seguir, Ka=otro, yal=prole) fue uno de los caciques más poderosos del sur. Nació alrededor de 1830, y pertenecía a una familia del valle de Tecka, en la actual provincia de Chubut. Había prometido fidelidad a la bandera argentina junto al cacique tehuelche Casimiro Bigua, en lo que se conoce como la primera jura de ese pabellón de la Patagonia.

Fue uno de los jefes indios que mejor recibieron a los blancos que atravesaban su territorio. Pero en 1884, cuando la campaña del desierto que redujo a las tribus hostiles al gobierno de Buenos Aires había llegado a su fin, Inakayal fue capturado y enviado a la capital argentina en un confuso episodio.

Grupos más o menos numerosos rodeaban a los jefes aborígenes de mayor prestigio, que no desperdiciaban oportunidad para mostrar sus hábitos de rapiña. El asesinato de tres pobladores de la colonia Rawson fue la causa inmediata para que se designara al teniente coronel Vicente Lasciar, con una tropa de 50 hombres, para proteger aquel poblado. Se asentaron en el paraje conocido con el nombre de Corral Charmata, lugar de paso de los indios hacia las colonias galesas del Chubut, con los cuales comerciaban.

Existen dos versiones sobre los hechos que llevaron a la captura de Inakayal. Los militares cuentan que los indios irritados por la actitud de los soldados, se dirigieron de nuevo al fortín, con la intención de atacarlo. Inakayal comandaba a estos aborígenes junto con el cacique Foyel. Pero cuando llegaron, al verse superados en armamentos, ambos decidieron deponer de toda manifestación hostil y se presentaron en son de paz, aduciendo que lo hacían para prestar acatamiento al gobierno. Aceptadas estas explicaciones, los indios pidieron regresar a los toldos para traer a las pequeñas tribus que restaban.

Siempre de acuerdo con esa versión, Inakayal quedó como rehén junto con la mitad de los guerreros que lo habían acompañado, mientras Foyel partía con el resto de los indios y 20 soldados de custodia hacia la toldería. Ya en el lugar, Foyel retardó día tras día su prometido regreso, presentando una y otra excusa. El teniente coronel Lasciar, temeroso de que el cacique estuviera preparando a los indios para caer sobre el pequeño destacamento, atacó a los sin previo aviso.

La otra versión-narrada por los descendientes de los caciques- dice que Inakayal y otros jefes  fueron citados por el ejército porque existía preocupación por saber cuál sería la actitud de los indios ante el avance de las tropas regulares por el sur argentino. Los indios deseaban vivir en forma pacífica en sus propias tierras, que ocupaban desde siempre, sin embargo, relatan que la reacción del jefe del regimiento fue extraña: envió un mensaje al presidente de la Nación donde decía que había eliminado "las terribles tribus de Inakayal y Foyel" y esperaba órdenes.

 

Ambos relatos divergentes concuerdan -sin embargo- en que las autoridades nacional enviaron refuerzos con el vapor Villarino, que remontó el río Chubut. Con varios litros de aguardiente de por medio, los soldados lograron maniatar a los indios y enviarlos a Buenos Aires una vez que despojaron a los caciques de sus joyas. Cuando los indígenas llegaron a la capital fueron separados y repartidos en distintos lugares (especialmente en la localidad de Luján, cercana a Buenos Aires y en la Boca). Las mujeres y los niños fueron entregados a distintas familias para cumplir tareas de servidumbre. Los jóvenes fueron llevados a trabajar en la isla Martín García, donde picaron adoquines hasta su muerte. Inakayal. Foyel y un último cacique Sayeweque, fueron confinados en el Tigre, en el cercano delta del Paraná, obligados a talar árboles durante un año y medio.

El perito Francisco P. Moreno quien en alguna de sus expediciones al sur había sido escoltado por los indios de la tribu de Inakayal pidió al gobierno Nacional que interrumpiera esa injusticia y les entregara a los jefes indios para alojarlos en el Museo de La Plata, que por entonces estaba edificando y donde él vivía. Allí, al amparo de Moreno, transcurrió Inakayal su exilio forzoso hasta el día de su muerte. Rufino Vera, un mapuche valdiviano que hacía las veces de intérprete del cacique, tradujo algunos de los lamentos de los primeros días de detención de Inakayal: "Yo jefe, hijo de esta tierra, blancos ladrones matar a mis hermanos, robar mi caballos y la tierra que me ha visto nacer. Además, yo prisionero, yo desgraciado."






Una veintena de indios también deambulaban por el edificio del Museo en tareas de maestranzas, e inclusive, uno llegó a ser portero. Inakayal nunca abdicó su jerarquía. No trabajaba y siempre estaba acompañado por Tafá, su fiel sirviente. Su dignidad era impresionante. Algunos de sus hijos, como Andrés, Utrrac y Sákak (Dolores) acompañaron al cacique hasta sus últimos días.

Las hijas y la esposa del cacique en la Localidad de Tigre

Inakayal vivió en La Plata durante tres años. Ya no se movía de su silla de anciano cuando, sostenido por dos indios, apareció un atardecer en la escalera. Clemente Onelli, asistente de Moreno, cuenta que "se arrancó la ropa, la del invasor de su patria, desnudó su torso, dorado como metal corintio, hizo un ademán al sol, otro larguísimo hacia el sur y habló palabras desconocidas para quien no entiende el idioma tehuelche". Quizá pidió protección para su pueblo y para sus tierra, que ya eran propiedad de estancieros ingleses. Esa misma noche del 24 de Septiembre de 1888, Inakayal murió.

Luego de más de un siglo, los restos del cacique pueden descansar en su tierra. El 19 de Abril de 1994 recibió las honras fúnebres de su pueblo tehuelche en la localidad de Tecka en la provincia de Chubut.

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Con el paso del tiempo, trabajadores del museo aseguran que por las noches  el espíritu de Inacayal sigue allí en busca de su libertad.

En el subsuelo del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, donde están ubicados los laboratorios, una extraña sensación suele erizar los nervios de investigadores y personal de seguridad cuando experimentan ser observados por una extraña presencia, invisible también, que a veces se manifiesta con una corriente de aire frío que aterra o al menos inquieta a quienes la perciben.

La singular anomalía es atribuía –muy en serio por los vigiladores y de modo más liviano por los científicos- al fantasma del cacique tehuelche

Unos y otros transfieren al fantasma del “lonko” tehuelche la autoría de los extraños episodios que incluyen también portazos inesperados o escritorios que aparecen revueltos como si un indómito viento patagónico hubiera barrido el lugar.

Y hay más. Si bien desde que los restos del cacique descansan en su terruño las experiencias son menos frecuentes que antes, más de un vigilador nocturno creyó escuchar un zumbido que pronto se convierte en un lamento rítmico pronunciado en una lengua desconocida. Es allí cuando el corazón de estos serenos se acelera y su intenso palpitar se confunde con el intenso galope de un malón fantasma que levanta el polvo de la libertad.

Tecka en Chubut

           


Formando parte de la Comarca Andina y puerta de entrada a la Comarca del Río Senguer, Tecka se encuentra en el centro oeste de la provincia, la podremos visitar si continuamos trayecto por la RN40 y dista 100km de Esquel.

Tanto Tecka como las tierras circundantes se han diferenciado por haber constituido el lugar de asentamiento de pueblos originarios (tehuelches y mapuches).

Un relieve netamente estepario, inmerso en el valle del Río Tecka, caracterizándose el color oro de sus campos.

Hoy es un lugar visitado por los amantes de la pesca y quienes desean disfrutar del Turismo de Estancia.

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1 comentario:

  1. I nteresante y triste artículo. Las leyendas no nacen porque sí. Casi siempre fruto del sufrimiento de los que les negamos derechos.

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