EL ROMANCE DEL RUISEÑOR
En una terraza impregnada de aromas
su triste sino la condenó a estar enjaulada,
con un lloroso gorjeo desgarrado
atrajo al Ruiseñor que la observaba
desde la frescura del naranjo siempre verde
mientras de libertad gozaba.
El sutil susurro del viento entre las hojas
y el perfume de las flores le obsequiaba,
afinaba una dulce melodía
y al salir el sol la despertaba,
su corazón de amor se consumía
por la linda pajarita secuestrada.
Zangoloteaba sobre las corolas de las flores
y con su pico, una ramita de romero,
un azahar, o una florcita del ciruelo
a la cárcel impiadosa la llevaba,
una sinfonía de grillos y pericos
en las tardes calurosas le brindaba.
Volvió al alba al jardín de sus amores
aunque el frío del invierno le afectaba,
vio la puerta del presidio sin cerrojo,
la buscó entre las plantas y con dolor
confirmó que su hermosa pajarita
ya no estaba.
Se exilió en el verde de los montes,
buscó vincularse al cielo, al sol y al agua
creyó en la soledad hallar consuelo,
pero murió de amor, la extrañaba...
Leonor Pires
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