viernes, 22 de abril de 2022

Escritora invitada: Leonor Pires

 EL BANCO DE PIEDRA

Está en venta la casa de mi abuelo, vinimos a ponerla en manos de una inmobiliaria. No había vuelto desde que él partiera .Conserva el olor dulzón del tabaco que consumía. En cada mueble, en cada objeto que adorna su casa se siente su presencia.
Recorro cada rincón y de cada uno de ellos surgen recuerdos, momentos inolvidables que compartíamos.

Salgo al jardín, la hamaca con sus cadenas oxidadas me recuerda tiempos mejores. "Pareces un gorrión asustado" -me decía mientras impulsaba con ternura el columpio que había construido especialmente para mí. "No temas, yo estoy aquí para sostenerte".

Paseábamos por las calles de los alrededores de nuestro barrio, le satisfacía ver como construían y arreglabas las lindas casitas. Me hacía notar los adelantos del barrio. "Lo han hecho a fuerza de trabajo"- me decía, porque él admiraba y consideraba buenas personas a quienes lograban su cometido trabajando honradamente, era lo que más valor tenía para él.




"Mira - me dijo un día- Me encuentro un poco cansado para dar tantos paseos, voy a construir un banco en el jardín y desde allí observaremos la naturaleza; las flores, los pájaros, veremos crecer los frutos de mi huerta, te contaré historias ¿.Que te parece?...Todo lo que él me decía estaba perfecto para mí, .éstas sensatas sugerencias y contar cuentos eran su especialidad.
Con piedras y cemento construyó la base, con el tronco de un viejo árbol que por muchos años había dado sombra a su jardín, y sus hábiles manos hizo el

Es justo la medida para nosotros, - me dijo emocionado-.Desde ahora será nuestro lugar preferido de encuentros.
Diez años más tarde de cuando se vendió la casa, pasé caminando por la vereda de la misma, nunca antes me había animado.
No pude contener la curiosidad y me arrimé al alambrado desvencijado, semi cubierto con una enredadera  de campanillas azules y vi que "nuestro banco" estaba aún allí.
Me temblaban las piernas y las lágrimas corrieron por mis mejillas sin poder contenerlas.
Una jovencita que salía de la casa me vio en esa actitud  que le pareció sospechosa e intentó entrar a la casa nuevamente. La retuve con amabilidad y se tranquilizó cuando le conté cual era el motivo por el que esta mirando su jardín. Inmediatamente me invitó a pasar, no lo pensé dos veces, eso era en realidad lo que deseaba. Mi corazón latía desordenadamente. Ya estaba junto al banco. ¿Puedo sentarme? -le pregunté un poco avergonzada por mi atrevimiento.

Por supuesto señora, siéntese con confianza, está viejito pero fuerte - me dijo conmovida-.
Cuando logré sentarme, recién mis piernas dejaron de temblar. Conservaba el efluvio de mi abuelo. Renacieron en mi mente sus consejos, sus cuentos, su ternura...
Sentía que mi abuelo estaba conmigo como cuando era una niña.

De repente me di cuenta que estaba acompañada también por la madre de la muchachita  que escuchaba atentamente las cosas que yo le contaba a su hija.

Vengo todas las tardes a tomar mate en este banco. Siento que es un lugar especial, lleno de paz, de amor...-dijo la mujer- me quedo hasta el anochecer, que es mi hora de descanso.

Les agradecí a ambas la oportunidad que me dieron al dejarme pasar a su jardín.

-Venga cuando guste, la espero con unos matecitos y me contará más de su abuelo, debe haber sido un ser maravilloso, ¿no?

Regresé a mi hogar llena de felicidad, mi abuelo estaba conmigo...

Leonor Pires
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