viernes, 5 de junio de 2020

Escritora invitada: María Teresa Di Dio

Fragilidad




Se detuvo un momento, la tarde teñía de rojo las figuras que caminaban apesadumbradas por las aceras. Aquella travesía, la llevaría a un lugar dónde descansar de la fatiga que la invadía.


El viento comenzó a soplar de nuevo casi con fuerza de vendaval, llevando consigo papeles y restos de hojas secas. Por fortuna ya casi llegaba al hotel, cruzó por una plaza, jamás había visto una semejante casi circular con estatuas montadas sobre pedestal de mármol.


De repente el hotel apareció a la vuelta de la esquina, pronto se tendería en una cama para descansar. Contempló la elegante fachada con un suspiro.


_Buenas tardes! Las llaves de la habitación A32 por favor.


La pantalla del televisor se iluminó y por último el periodista dio la noticia.

Un sismo de 6,3 en la escala de Richter en la ciudad de Valdivia, Chile en el hall principal las personas se agolparon murmurando.

Soledad se dirigió hacia el ascensor.


_ ¿Quiere entrar primero, doctora?


_Preguntó el científico ruso Alessandri Stefano, cuyo nombre recordaba Soledad a pesar de no ser su amigo.


Una figura alta y extraña apareció en el momento en que las puertas automáticas del elevador se cerraban Stefano las paró con un movimiento rápido, mientras los presentaba.

Fue interrumpido por la sonora voz del individuo alto soy Raymond, Joel Ammón.


_Encantada soy la doctora Amanda Pérez Corral.


_Qué momento triste, cada vez que hay un movimiento sísmico en alguna región, dijo Stefano con su castellano rústico.


El ascensor se detuvo en el piso décimo Soledad saludó a los dos ocupantes y salió.

Ya en el cuarto se desvistió tirando las prendas sobre un sillón y se dirigió hacia el cuarto de baño.


El agua tibia la calmaron, más allá de su angustia por las últimas noticias del terremoto.

Si trataba de establecer contacto telefónico, seguro las líneas estarían saturadas.

Esperó pacientemente mientras encendía el televisor para ver los últimos anuncios, no había víctimas y tan sólo algunos daños en las edificaciones.


Su pequeño había quedado con sus padres, si bien los abuelos lo cuidaban con amor ella siempre estaba pendiente. Las cortinas ligeramente abiertas, dejaban ver a través de la rendija a la luna, lejana y fría. Todo está bien se dijo y se lo repitió hasta que el sueño la llevó a la inconciencia.


A todo esto, la mañana amaneció fresca y soleada, Amanda logró llamar a sus padres…

Todo estaba bien y nadie había resultado con daños.


Lo pensó varias veces…la fragilidad del ser humano ante las catástrofes de la naturaleza.

Ya un poco más tranquila le sonrió a Joel Ammón, al salir del hotel que permanecía parado en la vereda mientras charlaba tranquilamente por teléfono…


Ella también era frágil y la alta figura parecía querer sostenerla.


Joel le sostuvo la mano más de lo necesario mientras, se dirigían hacia la conferencia…

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