“El stress en tiempos de cuarentena” Susana Grimberg. Nota para Radio Sentidos.
“Cuando he estado trabajando todo el día, un buen atardecer me sale al encuentro”.
Goethe (1749-1832) Poeta y dramaturgo alemán.
Goethe (1749-1832) Poeta y dramaturgo alemán.
La queja insistente sobre la extensión de la cuarentena obligatoria tiene asidero con que la cuarentena en la Argentina, es la más exigente y la más extensa en el tiempo, lo que ha hecho que muchas personas hayan caído en una situación de stress. Y digo caer porque es una caída casi sin límites causada por la incertidumbre, el nerviosismo y la angustia de cada uno.
Justamente, respecto de la incertidumbre, el sociólogo Zygmunt Bauman, en El arte de la vida (Paidós), dijo, que el stress lleva a perder, “la esperanza de escapar de la incertidumbre” y, que "la felicidad genuina, verdadera y completa siempre parece encontrarse a cierta distancia. Como un horizonte que sabemos que se aleja cada vez que intentamos acercarnos a él".
El sujeto humano, al comenzar este milenio, ha quedado expuesto a nuevos síntomas, que hoy llamamos stress pero que, a mí parecer, se trata de la neurosis de angustia que, en situación de encierro, se ha incrementado. Y poco importa si el fundamento es evitar que el coronavirus haga estragos en la gente porque lo que está enfermando a la gente es, también, la falta de credibilidad de quienes gobiernan al país.
Aprovechar estos momentos de temor para cometer los mismos errores, desacreditan a aquél o aquellos en quienes se depositó una cierta confianza.
Es grave también el encierro cuando la publicidad sugiere correr o calmar el vacío existencial con las fórmulas mágicas que la ciencia inventa.
Sin ir más lejos, el mundo publicitario, le indica al hombre moderno que si no corre no alcanza. Pero ¿qué es lo que el hombre encerrado o preso en su casa, debe alcanzar?
J. Lacan, en 1967, se había anticipado a esto al decir que la llegada de mercados comunes, ahora en letargo, encontraría su pendiente en un agravamiento de los problemas sociales. En EEUU es una noticia diaria.
Obviamente, vivimos esta predicción, día a día. También agregó “Nuestro porvenir de mercados comunes será balanceado por la extensión cada vez más dura de los procesos de segregación”, siendo todo esto un motivo más para aumentar el stress. Un doloroso ejemplo es el crimen reciente de un sujeto afroamericano por parte de un policía blanco.
El asesinato de George Floyd, el 25 de mayo de 2020, en Powderhorn, Mineápolis, por parte de cuatro policías locales, es a lo que acabo de referirme. En pocos días, se generó una oleada de indignación y protestas a lo largo de todo Estados Unidos en contra del racismo, la xenofobia y los abusos policiales hacia ciudadanos de raza negra.
Es que George Floyd, ciudadano estadounidense, murió por asfixia provocada por el oficial Derek Chauvin, quien tras esposarlo y ponerlo boca abajo con la ayuda de Thomas Lane y J. Alexander Kueng, presionó al arrestado contra el pavimento con su rodilla apoyada sobre el cuello de la víctima durante 8 minutos y 46 segundos. Floyd, mientras estaba boca abajo repitió varias veces la frase "I can't breathe" ("No puedo respirar").
Según los medios, Floyd había sido arrestado por intentar hacer una compra con un billete falso de 20 dólares en una tienda de comestibles.
Concretamente: ¿qué es el stress?
El estrés o stress, del latín stringere 'apretar' a través de su derivado en inglés stress “fatiga de material”, es una reacción fisiológica del organismo en el que entran en juego diversos mecanismos de defensa para afrontar una situación que se percibe como amenazante o de demanda incrementada.
Sigmund Freud, en Etiología de las neurosis, más específicamente en las neurosis de angustia, se refiere a lo que hoy llamamos stress. Él considera como causas concurrentes: emociones fuertes, agotamiento físico, insomnio, somnolencia, enfermedades agudas, intoxicaciones, accidentes traumáticos, surmenage intelectual aunque agrega que “el trabajo intelectual es un medio protector frente a una eventual afección neurasténica; justamente los trabajadores intelectuales más perseverantes son los que permanecen a salvo”.
Es conveniente saber que el estrés es un síndrome de alerta que prepara al organismo para una respuesta de ataque, o de huída, frente a una amenaza inminente. Es decir, aunque no lo creamos, está al servicio de poder defendernos de algo que debemos enfrentar.
Sin embargo, cuando esta respuesta defensiva es constante, se empieza a funcionar mal. Aparecen la dificultad para concentrarse, problemas de memoria, cansancio, angustia, ansiedad, taquicardia, temblor, mareos, síntomas que revelan una sobrecarga de tensión que pueden darse también en cuarentena. De todas maneras, depende de cómo cada persona interprete aquello con lo que debe enfrentarse: puede ser algo temible para un sujeto o un desafío para otro.
Hay distintas fases del stress:
1) Una fase de alarma es el momento de enfrentarnos con una situación distinta y, quizás, peligrosa por lo exigente, y que despierta ansiedad.
2) Una segunda fase de resistencia, en la que la gente se mantiene activa desestimando los síntomas de cansancio
3) Y una tercera fase de agotamiento porque al no disminuir las exigencias como por ejemplo del trabajo en la casa o, incluso en la creación artística, aunque lo que se realice sea una elección de vida, es probable que la amenaza de caer en las redes del stress también aparezca.
De todas maneras, pese a saber que en la vida cotidiana, es posible encontrarse con una sobrecarga inaudita derivada de diferentes situaciones estresantes hoy, por ejemplo, con los negocios cerrados ni los dueños ni los trabajadores pueden vivir como antes de la cuarentena. En realidad, la gente puede morir de un infarto solamente al comprobar que el trabajo de toda una vida, se derrumba.
Es que, aún en cuarentena, los problemas laborales, económicos, exámenes, discusiones con la pareja o con distintos miembros de la familia, el aumento de precios acompañado por la disminución de sueldos o directamente la falta de trabajo, demanda un gran esfuerzo de adaptación, generando conflictos con amigos y con uno mismo, incluyendo un gran desgaste en el organismo.
Es factible que cada uno de los factores mencionados, pueda llevar al agotamiento, a "no poder más", y este es una señal de haber caído en un estado de stress.
Sin embargo, no hay que olvidar que el stress le avisa al cuerpo que tiene que defenderse y esto es bueno, sobre todo en una situación de emergencia.
Es problema es que es muy difícil la quietud y el ejemplo de Ana Frank no alcanza porque la gente al no poder evitar el miedo, la ansiedad, la incertidumbre, cae en situación de stress.
La verdad es que, afortunadamente, se está rodeado de pequeñas situaciones novedosas, casi impredecibles, pero que en una sociedad en la que la palabra crisis se pronuncia diez o doce veces más que la palabra amor, tener todo bajo control, es una ilusión que se desmorona al sentirse frágil, vulnerable, “tironeado”, expuesto al estrés.
Por eso, es importante saber cómo funciona y escoger una buena estrategia de respuesta para sobreponerse a esta nueva epidemia del siglo XXI que es la del coronavirus. Otra estrategia es la de psicoanalizarse por Skape, whatsapp o simplemente por Internet. ¿Por qué lo digo? Porque hay cuestiones de la propia historia que pueden favorecer el malestar producido por la cuarentena.
El psicoanalista Luciano Lutereau destacó la vigencia de las ideas de Sigmund Freud y lo explicó así: “en esta cuarentena, diferentes personas empezaron a contar que sueñan más intensamente, con imágenes más nítidas además de una fuerte carga afectiva y que, eventualmente, se despiertan en la madrugada para, después de unos minutos, volver a dormir.
¿Por algunos sueñan de esta manera y en qué clase de refugio se convirtió el sueño? La respuesta está en lo que el sujeto asocie y en el analista, que debe haber a la letra, los textos freudianos.
Quiero concluir con este pensamiento de Buddha:
“El secreto de la salud mental y física no es llorar por el pasado, preocuparse por el futuro o anticipar problemas, sino vivir en el momento presente, sabiamente”.
Y con esta reflexión de Vaclav Havel:
"La esperanza no es lo mismo que el optimismo, no es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo resulte.”
Susana Grimberg. Psicoanalista, escritora y columnista.
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