viernes, 12 de junio de 2020

Nuestra Poldy Bird, en el recuerdo




El pasado 1 de junio, recordamos el fallecimiento de nuestra escritora Poldy Bird.

Nacida en Paraná, Provincia de Entre Ríos, Poldy María Delia, llevaba el mismo nombre de pila que su madre, Leopoldina Emilia Lichtschein Laferriere de Bird Mosconi, quien también fuera escritora.​ Su padre fue Enrique Bird Mosconi (sobrino del General Mosconi). Cuando tenía 45 días de edad su familia se mudó a Buenos Aires. Quedó huérfana de madre a los 8 años.

Con 16 años publicó un poema en el diario La Prensa, y otras colaboraciones en revistas como Maribel o Vosotras. Puesto que su padre era militar, su familia se estableció en Monte Caseros (Corrientes) por cuatro años durante el periodo de su escuela secundaria.3

Se casó con Martín Renaud, a quien había conocido a los 17 años, y a los 20 tuvo su primera hija, Verónica. Allí comenzó a escribir la obra que la hiciera famosa, su libro Cuentos para Verónica se editó en 1969. En 1971 publicó Cuentos para leer sin rímmel. Entre estos dos libros se vendieron, a los largo de los años y las sucesivas ediciones, aproximadamente 3 600 000 ejemplares.

En 1975 dejó de trabajar como directora de la revista Vosotras y se dedicó junto a su marido a la creación de una editorial. Así nacería Orión donde se publicaron sus libros y también otros escritores conocidos como Katherine Mansfield, Arnaldo Rascovsky, Antonio Di Benedetto, Silvina Ocampo y la "Colección Tobogán" de libros infantiles. En 1979 su marido falleció de un infarto.



En 2001cerró la editorial debido a la crisis económica. El 25 de octubre de 2008 falleció su hija, la joven editora Verónica Renaud, de un ataque cerebral.
Poldy falleció por un problema respiratorio en el Hospital Ramos Mejía el 1 de junio de 2018 a los 76 años.

Sus obras:

Cuentos para Verónica
Cuentos para leer sin rímmel
Cuentos con niebla
Cuentos de amor
Nuevos cuentos para Verónica
La nostalgia
El país de la infancia
Palabras para mi hija adolescente
Verónica crece
Mariposas encerradas en mí

Es tan largo el olvido
Corazón sin llave
Brillo de lágrimas
Cartas debajo de la almohada
Morir entre tus brazos
Ventanas
Durará lo que dure el mundo
Pasa una mujer
Romper las cadenas
El cuento infinito
Tan amada
Lo que tengo de mi madre
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos
Ya vendieron el piano

Fue también Autora y guionista en el film Días de ilusión en 1980 bajo la dirección de Fernando Ayala (su cuento MAMA DE NIEBLA).




Tuve el placer de conocerla en el evento de premiación del Concurso organizado por el Centro Cultural Rosalía de Castro que se llevó a cabo en el Café Tortoni, en el año 2018. Ella fue jurado y eligió una de mis obras. Cuando me acerqué a saludarla, me dijo que le había encantado mi trabajo y que era muy importante que siguiera escribiendo. Jamás olvidaré sus palabras y su delicadeza para hablar. Por eso comparto con ustedes este audio, donde leyó un trabajo suyo:

https://youtu.be/3EmZWhBLAb8 



¡Te extrañamos Poldy!

©Silvia Vázquez


EL ESCONDITE. Un cuento de Poldy Bird

Para que no se transformen en cenizas las cosas que he amado, yo tengo un escondite donde las guardo intactas….
Es un lugar que queda entre el sueño y los párpados, en la parte de arriba de las lágrimas, a la hora de la siesta.
Llego hasta allí andando por las lajas de mi quinta: cesped de esmeraldas vivas, charquitos donde suenan las ranas de lata verde, agujas flexibles que caen de los pinos. ….Llego hasta allí descalzandome después de la lluvia, pisando los treboles con los pies desnudos, frotando una ciruela en la manga de la blusa y viendo saltar su jugo rosa contra un cielo que la tarde vuelve carmín.Al escondite no se puede ir entre gente apuradaAl escondite no se puede llegar sobre grises asfaltos. Ni en ascensor. Ni en auto último modelo.
Y sí se llega en tranvía de Bonn, de Roterdam, en omnibus de dos pisos de Londres.
Y se llega agarrandose fuerte de la cola de un barrilete.
Y se llega por las escaleras del silencio con un ramito de lluvia entre las manos, como si fuera un ramo de violetas ,porque para mí el ramo de violetas es casi un pasaporte obligado a la infancia: las tres hermanitas poniamos un ramo de violetas sobre la tumba de Franck Brown, los domingos, cuando íbamos al cementerio a llevar flores a mamá. Franck, el payaso que nunca conocimos por que había muerto muchos años antes de que nacieramos.
Franck Brown, de quién la abuela nos contaba cuentos “Tenía la cara enharinada y dos lágrimas de carbonilla negra. Tenía cuellos de volados almidonados que parecían corolas de flores. Y un gorro de arco iris, muy pequeño, muy pequeño, igual que una mariposa de alas abiertas posada sobre su cabeza. Con su circo recorría todas las provincias argentinas, llevando magia y alegría a los grandes y a los chicos. En su cara versearon y cantaron payadores. Betinotti fue uno de ellos. Franck Brown hablaba un castellano inglesado pero tomaba mate y conocía los caminos como un baqueano”.
En mi escondite Franck Brown saluda con una reverencia y tres niñas le tienden tres ramos de violetas en agradecimiento de una función de circo que nunca vieron pero que presintieron desde siempre.
En mi escondite el viento infla un vestido de organza blanca
de primera comunión que mi mamá nunca me vió puesto.
Hay un río al que tiraba piedras cuando podía escaparme de mi casa a la hora de la siesta, cuando los grandes dormían y yo de repente ya no le tenía miedo a las arañas.
Hay un libro de poesía dominicana en donde aprendí de memoria los primeros poemas de Manuel de Cabral. A Manuel lo conocí hace dos años, por la calle Florida; le recité uno de sus poemas aprendidos en mi niñez y el me regaló sus libros dedicados y firmados. Son esos que no les presto a nadie. Son los que les leo en voz alta a mis amigos, cuando vienen a visitarme.
Hay pedacitos de turrón que yo me levantaba a roer, silenciosamente, en las madrugadas de Navidades y Años Nuevos.
Hay una muñeca Marilú que mi mamá me regaló cuando cumplí 7 años, me la olvidé afuera, llovió….. y se deshizó adentro del vestido de seda celeste ( pero en el escondite está recién sacada de la caja, pintadita, con mejillas ruborosas).
Hay uñas de pétalos de malvón que me pegaba con saliva sobre mis uñitas comidas, inventándome manos de señorita muy aseñorada.
Y un rosario de cristal de roca que se me perdió en la escuela.
Y un plato de scons recién sacados del horno por mi abuela.
Y hay gustos: los rabanitos tan picantes para mis nueve años, el berro que mi hermana Marta decía que tenía el mismo sabor de las hormigas, la mareadora cerveza que me dejaban beber “solo un sorbo”, los confites de “yapa” en la farmacia Splendid.
Y están las tres peliculas de las funciones del domingo en el Bijou, mi amor prematuro por Gary Cooper, mi ventana sobre la parada del tranvía  84, las bromas por teléfono el ” día de los inocentes”.         Todo allí está reluciente y oloroso.Todo está nuevo y mio en el escondite al que a veces llego a través de las lágrimas y la nostalgia. Y allá me espera  siempre, sonriente, con su ramo de violetas entre las manos, Frank Brown charlando con mi abuela…¡ que no sé por qué se han hecho tan amigos Mamá Sara y Frank Brown! 
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