viernes, 26 de junio de 2020

Escritora invitada: Susana Grimberg

“Las vueltas del poder”. Nota de Susana Grimberg para Radio Sentidos.
“A la más perfecta de las dictaduras, preferiré siempre una imperfecta democracia”.
Sandro Pertini
Cuarentena sin final
En estos tiempos en los que el desmentido perverso parece haberse agudizado, hay que tener en cuenta que decir la verdad respecto de lo que está sucediendo en el país y en el mundo, no sólo es deseable sino exigible según la frase de Lacan, pese a que la verdad sólo pueda medio decirse porque la palabra no alcanza y puede significar otra cosa que lo que pretende decir. Con referencia a esta cuestión y antes de hablar de la cuarentena interminable, voy a tomar como ejemplo la palabra revolución.
Etimológicamente deriva de "volver" y, a su vez, del latín revolutio, regreso. Entonces, podemos formularnos la siguiente pregunta: ¿Hacia dónde "regresan" las revoluciones?
Sigmund Freud, en El Malestar en la Cultura, al referirse al comunismo dice que el mismo, ubica el motivo de la corrupción de la naturaleza humana en la propiedad privada insistiendo con que si desapareciese, la bondad inherente al sujeto humano, sería recuperada.
Suponer que las mejoras económicas conllevarían un cambio en la naturaleza de los seres hablantes, fue la ilusión positivista del marxismo.
Las tendencias agresivas son parte de la naturaleza humana y, por lo tanto, existen antes que la propiedad privada. Por otra parte, el hombre siempre se resistió a renunciar a la satisfacción de las mismas. Es por esto que no sería factible que un cambio económico, por sí solo, pueda traer aparejado considerables cambios en los lazos sociales.
Es necesario recordar que cuando se creó la ex URSS, sus dirigentes, en nombre de nobles ideales revolucionarios, sometieron a la oposición a una represión tan feroz como la que habían sufrido ellos mismos, argumentando que era necesaria para poner en marcha una nueva sociedad.
S. Freud, en "Una concepción del universo", escribió que no le parecía factible que con represión y desatando una brutal censura, pudieran llevarse adelante los ideales marxistas.
En mi opinión, la revolución no podía más que volver al punto de partida porque sus dirigentes no supieron darle lugar, o simplemente rechazaron la posibilidad de poner en juego las diferencias.
También es necesario decir que, a pesar de las adversidades económicas y del argumento de las circunstancias, cada pueblo y cada persona es responsable de los hechos acontecidos en el propio país y, también, en el mundo.
En estos días en los que el gobierno nacional decidió la expropiación a una empresa con la excusa de ayudarla por el momento económico que se está viviendo, una ayuda quizás innecesaria porque la empresa, pese a estar endeudada, nunca dejó de pagarles ni a los obreros ni a los empleados. Expropiar o arrebatarle al otro lo logrado a través de los años, convierte al que lo propuso, en un usurpador.
La expropiación se da cuando la Administración Pública quita a una persona, la propiedad de un bien a cambio de entregarle una indemnización. Así, lo define la RAE. "Privar a una persona de la titularidad de un bien o de un derecho, dándole a cambio una indemnización”.
Los motivos de la expropiación pueden ser muy diversos: económicos, políticos, de interés social, etc., y debe producirse conforme con lo dispuesto por las leyes del país, es decir, que no se realice a través del abuso de poder.
En síntesis: la expropiación es un fenómeno del orden del derecho público, constitucional y administrativo, que consiste en transferir coactivamente, la propiedad privada desde su titular al Estado, siempre con indemnización. Algunos gobiernos optan por la confiscación que consiste en apropiarse de un bien del otro, sin ninguna indemnización.
El narcisismo de los políticos
Como expresé en otras oportunidades, estamos viviendo un momento de apogeo del narcisismo. El individualismo, la prevalencia de la imagen y las ansias de poder, forman lo que podríamos llamar la cultura narcisista. El trastorno narcisista de la personalidad es una alteración típica que se caracteriza por la imagen distorsionada de sí mismo, el exhibicionismo y la falta de empatía. Pero, ¿qué es lo que sucede, cuando son los mismos gobernantes los que sostienen y cultivan esta posición?
Si el narcisismo puede ser definido como la conducta motivada por el placer de ser admirado, el exhibicionismo narcisista es la expresión clínica de la necesidad infantil de ser admirado, que se traduciría en el excesivo deseo o necesidad de atención y en una tendencia a presentarse como único y exclusivo.
Según Sigmund Freud, el narcisismo primario es constitutivo del sujeto. Si consideramos la actitud de padres tiernos hacia sus hijos, dice Freud, habremos de discernirla como renacimiento y reproducción del narcisismo propio, supuestamente superado y que se manifiesta en la sobreestimación, la compulsión a atribuir al niño toda clase de perfecciones (para lo cual un observador desapasionado no descubriría motivo alguno) y a encubrir y olvidar todos sus defectos. Que el niño pueda tener mejor suerte que sus padres, es el deseo de los padres, aclara Freud, además de que no debería estar sometido a las necesidades objetivas que imperan en la vida: enfermedades, muerte, restricción de la voluntad propia, sobre todo porque él es el centro y el núcleo de la creación: His Majesty, the Baby.
Para expresarlo de un modo más sencillo, el cachorrito humano es el más dependiente en la escala animal dado que necesita de otro que le provea, durante años, de todo lo necesario para vivir. A partir de esto, es necesario reforzar el narcisismo del pequeño para que pueda construir su autoestima de la mejor manera posible.
Sin embargo, cuando el narcisismo se sostiene a través de los años, el sujeto va a perseverar en seguir siendo el rey. Esto se observa sobre todo en los políticos, especialmente los gobernantes, que, como si fueran reyes o, más bien dioses, hacen todo lo posible para eternizarse en el poder.
Las personas narcisistas suelen urgir a sus seguidores, el máximo de aclamación y pleitesía, A su vez, la incapacidad para comprender al otro, lo torna un sujeto insensible y desconfiado. Intolerante con las críticas, reacciona de mala manera cuando alguien se atreve a corregirle algo. Manipula a la gente y genera las condiciones para que ningún otro pueda superarlo.
S. Freud, expresa que es notable cómo, teniendo tan escasas posibilidades de existir aislados, la gente sienta como una lamentable opresión, realizar lo necesario para que la convivencia sea posible. Es desconcertante que la misma cultura deba ser protegida de los mismos individuos, y que sus normas e instituciones deban no sólo apuntar a una mejor distribución de los bienes, sino poder conservarlos.
“Las creaciones de los hombres son frágiles, y la ciencia y la técnica que han edificado puede emplearse también en su aniquilamiento”, dijo Freud.
Para los totalitarismos que por su constitución rechazan la alteridad, el otro, el que piensa distinto, es un enemigo. Además, como sus seguidores se mueven en bloque, terminan conformando un solo cuerpo (el corpus de la masa), con una sola cabeza, la del jefe que piensa por ellos. Esto sume a esa mayoría, en el anonimato: dejan de ser sujetos para ser una masa aglutinada, consecuencia por demás buscada por la gratificación que implica.
En Latinoamérica, el caudillismo, el liderazgo extremo, la concentración del poder, unidos al culto a la personalidad, son efectos de la misma cuestión: el narcisismo de los gobernantes y la necesidad, por parte de la masa, de un líder del que aceptan, con naturalidad, que una vez que llega al poder, no le va a rendir cuentas a nadie más que a sí mismo.
Quiero concluir con esta reflexión de Denis Diderot:
“Cuidado con el hombre que habla de poner las cosas en orden. Poner las cosas en orden siempre significa poner las cosas bajo su control.”
Y con este pensamiento de Leonard Cohen:
“Con el poder mantenemos una relación ambigua: sabemos que si no existiera autoridad nos comeríamos unos a otros, pero nos gusta pensar que, si no existieran los gobiernos, los hombres se abrazarían”.
Susana Grimberg. Psicoanalista, escritora, ensayista, columnista.
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