viernes, 24 de julio de 2020

Cuento: El boliche






Ya había hecho unos kilómetros, y la bronca que tenía  por la discusión iba

desapareciendo.

Después de horas de viaje sin rumbo vio la entrada al pueblito. El  cartel, casi

ilegible mostraba el paso del tiempo.

Estacionó la camioneta en la estación de servicio, bajó y buscó algo para comer.

“No, señor”, le dijo un hombre ,” aquí no hay. Puede ir al boliche que

está allá atrás”  y agregó, mirándolo de arriba abajo  “pero no se si al

señor le va a gustar” .

Lo siguió con  la mirada y lo vio entrar.

 Fue hasta la casita rosa, con puerta de madera alta y blanca y una ventana

demasiado chica para esa pared; miró hacia todos lados, no había mucho para




elegir.

“Seguramente es maloliente y desordenado, pero no me queda otra”, se dijo. 

El  bullicio desapareció cuando lo vieron entrar. Todos habían notado que no era de

ahí .

Se sentó sin saludar. Apareció una muchacha,  quien con una sonrisa, le dictó

el breve menú, para que eligiera .

Mientras esperaba, miró a su alrededor. Todo estaba prolijamente ordenado, las

botellas colgaban del techo no tenían  rastros del  polvo que venía de la calle, las

mesas de madera, muy viejas pero bien cuidadas, el piso de tierra dura, y el asado

preparado como si se tratara del “restó” más exclusivo.

Se sintió mejor que en su propia casa. Aunque, cierto,  ya no la tenía. Las cajas con

unas pocas cosas le recordaban que la había dejado esa mañana.

Cuando terminó de comer, vio que ya la gente que estaba cuando él había entrado,

seguía ahí, charlando sin apuro.

Se acercó al mostrador, buscó a la chica y sacó su  billetera de cuero del bolsillo.

“No, hoy no le cobro”, le dijo.“Los nuevos en el pueblo son

bienvenidos”.

Volvió a la estación de servicio , y le hizo la pregunta al despachante :

“¿Algún lugar donde pasar la noche? No, mejor alguna casa para

alquilar. Me parece que me voy a quedar un tiempito acá...”
                                                                               

®Silvia Vázquez
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