Es la golosina más polémica que existe. La inventó un
asturiano en Uribelarrea, provincia de Buenos Aires. Amada y odiada, ni sus
fabricantes saben el origen real del nombre.
La grieta se da entre el ansioso del masticable y el
paciente cultor del caramelo duro. Y entre lo duros, el Media hora es Clint
Eastwood. Además, Duro de morder antes de los dos minutos, empezó a fabricarse
en 1952.
El responsable: Rufino Meana, un gaucho con base en Uribelarrea, Cañuelas, provincia de Buenos Aires. ¿Cómo definir su gusto? Rufino lo bautizó “anetol”. La fórmula secreta es tan misteriosa como la de la Coca-Cola y sólo fue revelada cuando Meana le vendió la marca a Stani. Meana instaló su fábrica de dulces. Fabricó también el alfajor "Gran casino".
Y mire si le habrá quedado chica, que a mediados de siglo decidió comprar una estancia en Uribelarrea, partido
de Cañuelas. Allí no solo amplió sus instalaciones sino también el abanico de
dulzuras ofrecidas: caramelos de dulce de leche, de tres sabores y –haciendo
uso de los tambos que proliferaban en la zona– hasta se atrevió a la leche
condensada. Al decir de los vecinos, se estima que don Rufino montó tamaña
fragua allá por el año 1952, pero la miel del éxito le duró poco, en tanto
falleció para fines de década y sus hijos no recogieron el guante paterno.
El Media Hora (en rigor 1/2 Hora) tiene un reloj dibujado.
¿En qué hora está? ¿Una y media? ¿Ocho? ¿Cambia la hora según el envoltorio?
Alejandro Dolina se ocupó del tema: “Tengo la ligera sospecha de que ese reloj
anda”
“Ninguna golosina puede tener un sabor tan apocalíptico y
contrahecho. El sabor de la vejez, el gusto de un suéter lleno de humedad. Es
lo que te convida una abuela que vive rodeada de gatos y lo único que tiene
para convidar de un tazón lleno, son Media Hora comprados durante la última
Dictadura Militar”.
Cuando comenzaron a fabricarse se le atribuyeron cualidades
digestivas. Hay una publicidad de 1982 que lo promociona con niños, lógica
aspiracional de cualquier golosina. Fue la última vez que se invirtió tanto
para un producto tan poco estratégico. Al cabo de distintos días, este cronista
pudo comprobar que el caramelo, como mucho, dura 14 minutos.
“No los como”, se ataja Naná, única crítica de golosinas del
país. “Intenté descubrir su magia, entender por qué un dulce color caca tenía
tan admirable permanencia, pero no pude ni cinco segundos. Creo que en cierto
sector de la sociedad es un caramelo vintage; es decir, un caramelo snob que
supone distinción y experiencia. En lo personal, si fuera la única golosina en
una isla desierta, preferiría comer arena”
“Desde el punto de vista histórico y nostálgico, los Media
Hora son testigos vivos de lo que eran las golosinas de otros tiempos. Para mí
pertenecen al patrimonio kiosquero junto a las pastillas DRF y el bocadito Ho."
Con la muerte de Meana comenzó el pasamanos. Stani fue el
primer gigante en meter las narices en el asunto, para transferir la firma al
grupo de Cadbury y Adams. Luego sería el turno de Kraft Foods y,
posteriormente, Mondelé, hoy padrino de clásicos como la Tita y Rodhesia, por
lo que los caramelos Media Hora encontraron su buen cobijo. Al menos, el
suficiente para marchar como relojito a las carameleras kioscos y golotecas.
Todo muy orquestado hasta aquí, sí, pero… ¿qué ha sido del dulce coloso de Uribelarrea?
A poco menos de mil metros de la estación ferroviaria, sobre la prolongación de
la calle Carlos Vega, el antiguo galpón en el que don Rufino Meana trajinó de
lo lindo aún resiste de pie. Lejos de los azúcares, maquinarias y envoltorios,
el seno de los Media hora ya nada sabe de operarios. Reconvertido en vivienda
personal, del tipo loft, cambió de manos por última vez en 2018, y con idéntica
finalidad.
(fuentes: InfoGBelgrano Diario Digital, https://pulperiaquilapan.com/, fb www.hoyrojas.com.ar y fb Uribe pueblo natural )
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