viernes, 30 de julio de 2021

UNA ALEGRIA QUE VENIA POSTERGADA: DESDE COLOMBIA


Ellasuna anuncia el lanzamiento del espacio creativo en su página web www.ellasuna.com.co Junto con la revista Digital en su primera Edición, el día 30 de julio de 2021 en la página oficial de Facebook https://www.facebook.com/Ellasuna-107712254124084
Gracias a la participación en la convocatoria realizada el año 2020, se seleccionaron 57 propuestas artísticas de mujeres de Colombia, Ecuador, México y Argentina, las cuales se publicarán en la página web; a su vez 20 propuestas fueron seleccionadas para la presentación de la revista digital.
El proceso de creación y selección tardó más del tiempo deseado, ya que este proyecto es independiente y no cuenta con apoyo económico de entidades; no obstante, trabajamos con la firme convicción de crear un espacio digital para dialogar a través del arte. Esperamos que por medio de esta idea creativa, se fortalezcan lazos de unidad y empoderamiento.
¡Muchas gracias por participar y ser parte de este sueño creativo!
Nota: En el adjunto se muestra una lista de las propuestas seleccionadas en la convocatoria
Comparto el trabajo que fue inspirado en el Museo Rosas de San Andrés:
El pañuelo blanco

Se sentó en el banco del jardín, cerca de los arbustos. No miraba con curiosidad alrededor suyo, como si viviera ahí, desde siempre. Yo la había visto varias veces cuando pasaba de noche por la vereda del Museo pero pensé que era alguien que estaba ensayando para una recreación, de las que hacen habitualmente. Esa noche, me llamó. No me pregunten por qué, pero quise entrar y saber quién era.
Estaba vestida de celeste, con un hermoso sombrero de moño negro. Era muy blanca, hermosamente blanca y delicada. Su cabello escondido debajo del sombrero era oscuro. Me tomó de la mano y me llevó hacia la biblioteca. Nos sentamos como si fueramos viejas amigas. Me tomó de la mano, me miraba extrañada cada tanto, hasta que me preguntó “¿Por qué no me dejan salir?”.
Su voz era suave pero se sentía un poco de tristeza al escucharla. “No encuentro a nadie que pueda responderme”, me dijo.
“Sé que hace años estoy aquí, en este lugar, sola con mis recuerdos, sola con mi corazón recordando a alguien…en realidad a dos personas recuerdo, una es un hombre, otra un bebé. No puedo verles el rostro, pero sé que los amo profundamente y ellos a mí”
Recordé la primera visita que hice al Museo, donde contaban la historia real de los hechos del fusilamiento de Camila O´Gorman y Ladislao Gutierrez. Era ella, la misma que había luchado por su amor, la misma que había sentido la presión de la época por amar a alguien prohibido.
Ella seguía mirándome y me contaba cosas de su época, su sufrimiento y a la vez su incondicional amor hacia ese hombre de quien no podía recordar su rostro.
De repente se levantó y me llevó hacia el frente, donde está la escultura. “¿Soy yo?” me preguntó. “¿Esa soy yo, por qué estoy ahí?”
Le expliqué como pude, quien había sido ella, cómo había llegado ahí y qué le había sucedido. Aceptaba moviendo la cabeza, cuando le preguntaba otros detalles de su vida. Recordaba muy pocas cosas, pero asentía cada vez que le hablaba de ellos.
De repente, desapareció. Miré hacia todos lados y lo único que había en el lugar era un pañuelo blanco, con puntillas, al lado del banco donde habíamos estado hablando.
Lo levanté, lo guardé en mi cartera y seguí caminando hacia la puerta. Estaba cerrada con llave.
“No te vayas”, escuché. Necesito que me sigas aclarando algunas cosas.
No niego que me asusté un poco cuando volví a escuchar su voz, esta vez desgarrada de dolor y con lágrimas resbalando por su rostro blanco y terso.
“No llores”, le dije. Sentate y hablemos. Intenté de recordar más sobre esa historia tan apasionante como trágica. Hablamos un rato largo, hasta que se calmó y cada tanto tapaba su rostro con sus manos asustada por mi narrativa.
“Camila, es así, lamentablemente, todo fue muy horrible,pero real” le dije.
Ella sollozaba, me miraba, observaba mi ropa con curiosidad,pero seguía escuchándome atentamente.
La llevé hacia la cocina y le preparé un té. Creo que eso la tranquilizó un poco. Cuando el sol comenzó a asomarse caminó hacia el frente del Museo y entró en el sótano que está en uno de los salones.
Crujieron los pisos, se cerraron todas las ventanas y un aire cálido me envolvió de repente. El portón de entrada estaba semi abierto y corrí, salí a la calle cuando pasé, se cerró abruptamente.
Me quedé esperando en la puerta hasta que llegaron los primeros empleados una hora más tarde.
“Abrime por favor, que hay alguien adentro, esperándome”, le dije a una de las chicas.
“Adentro? Adentro no hay nadie, señora. El museo está cerrado hasta las 12”, me dijo.
”No, no, ella está ahí, esperándome”.
La chica me miró extrañada. Pensó que me había bajado la presión y me permitió pasar.
“Siéntese por aquí, por favor”, me dijo en la cocina. Le voy a servir un poco de agua fresca.
A quien vio, señora?”
“A Camila”, le dije, “A Camila”.
Ella esbozó una sonrisa y salió de la cocina. Se fijó que el portón haya quedado cerrado y volvió.
Yo tenía escondido en mi mano el saquito de té, para que no lo viera.
Después de todo, no quería que dijeran que estaba mal de la cabeza…

©Silvia Vázquez
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