viernes, 25 de septiembre de 2020

Escritora invitada: Gloria Liliana García




Cuentopos de Gulubú: “Aventuras de una señora y su nene”

La distinguida señora doña Elefanta Trompitelli de Barriguini miraba las vidrieras de la calle Chacabuco, con su Nene prendido de su cola.

La señora quería comprar mocasines para su Nene.

Por la calle Chacabuco no suelen salir las señoras Elefantas, de modo que se armó una terrible tremolina.

-No sé qué nos ven de raro –decía doña Elefanta.

Entraron por fin en una zapatería y la llenaron toda con sus pancitas y sus orejotas.

El vendedor, muy asustado, dijo que no tenía mocasines para elefante.

A pesar de todo, doña elefanta quiso probarle algunos a su Nene. Pero, efectivamente, ninguno le entraba.

Le dieron las gracias al vendedor y salieron trabajosamente por la puerta.

Recorrieron veinticinco zapaterías y en ninguna había mocasines para elefante.

El Nene se puso con trompa.

Al pasar por un bazar, doña Elefanta vio unas preciosas cacerolas, enormes, de esas que se utilizan para preparar la comida de un regimiento.

Entraron forzando un poco el marco de la puerta y, antes de que el vendedor tuviera tiempo de desmayarse, doña elefanta le pidió dos pares de cacerolotas para las patitas de su Nene.

Se las probó y le quedaron perfectas.

¡Menos mal!

Doña Elefanta pagó y salieron muy contentos a la calle, rompiendo un poco la pared del bazar.

Los mocasines de aluminio del Nene hacían clin clan chin chan plin plan por la calle.

-Vamos a tener que ponerles suela de goma –dijo la señora de Barriguini-, no me gusta llamar la atención.

Pero esto no es nada.

Todavía le quedaba una compra por hacer a la distinguida señora.

Tenía que comprar un guardapolvo, porque el Nene estaba a punto de entrar al Jardín de Elefantes para aprender a leer.

El Nene, que no tenía ganas de ir a la escuela, se puso con trompa.

En la tienda, el vendedor le mostraba guardapolvos y el Nene a todos les encontraba defectos: que eran chicos, que no tenían un ratón bordado, que los botones no eran de caramelo, que patatín y que patatán.

Como la mamá insistía, el Nene tuvo un ataque de rabieta y empezó a hacer un zafarrancho descomunal: revoleaba los guadapolvos y los arrojaba por todos lados.

La calle Chacabuco quedó sembrada de guardapolvos por el suelo, por los árboles, por los balcones.

Entonces apareció un Vigilante y dijo:

-Señora, o su Nene ordena esto, o va a parar al Zoológico en calidad de detenido.

El Nene temblaba como un ratón, pegado a su mamá.

Una vez restablecida la calma y con el vigilante siempre vigilando, no tuvo más remedio que probarse algunos.

Naturalmente, todos le quedaban chicos. O chico de mangas, o chico de cintura, o chico de sisa, o chico de botones.

Pero la señora de Barriguini no se dio por vencida. Fue a la tienda de al lado y compró seis docenas de sábanas para coserle el guardapolvo ella misma.

Así lo hizo, y el Nene no tuvo más remedio que ir a la escuela, como todos los nenes, sólo que él, en vez de un sandwichito, en el bolsillo del guardapolvo llevaba 14 bananas, 25 naranjas, 67 panes y 89 chocolatines.

Este cuento nos enseña que es feísimo tener rabietas y estar con trompa, y que en la calle Chacabuco no se consiguen guardapolvos para elefante.

Ah, me olvidaba de una cosa. La señora de Barriguini todavía no sabe qué nombre ponerle a su Nene. Probó varios, pero al Nene ninguna le gusta. ¿A ustedes no se les ocurre un lindo nombre? ¿Cómo se podría llamar un Elefante más o menos grande así, de color gris nublado, que usa capita escocesa los días de lluvia y va a la escuela con mocasines de cacerola?

Si se les ocurre un nombre, escríbanlo aquí:

NOMBRE DEL ELEFANTE:

Homenaje en el mes de La Familia a quien fuera parte cultural de una generación argentina, María Elena Walsh. Ramos Mejía, 1 de febrero de 1930 - Buenos Aires, 10 de enero de 2011.

Dedicado por Gloria Liliana Garcia

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