Escribir
Escribir me sana.
Sí, levantar una lapicera o tocar las teclas de la computadora, me transforman
en alguien mejor. No sé cuál es el motivo, pero siento que puedo más, que
transmito, que sueño sobre una hoja de papel y que mis sueños (por qué no?)
pueden convertirse en realidad.
Escribir me tranquiliza,
descargo emociones, risas, lágrimas, cambio mi tristeza por una sonrisa.
Escribir me saca de mi eje, para convertirme en alguien que no soy, hasta
colocar el punto final de mi obra. Soy reina, princesa, mujer, hombre, niño,
capitán, pirata, astronauta, extraterrestre, salvadora del Universo.
Escribir me
llena. Junto emociones en pequeños cajoncitos de madera, como esos que hacía mi
papá, o en sobres de colores, que usaba mi mamá para escribir sus cartas que
iban tan lejos…
Escribir me
conecta, conozco gente que jamás hubiera conocido, la siento cercana aunque
esté del otro lado de una pantalla. Escribir me relaciona, me enseña a
comprender actitudes y me hace crecer.
Escribir me
permite expresarme, cuando por timidez no lo hago frontalmente. Me sacude con
alguna noticia, me estremece cuando la tinta sale y forma una letra, una
palabra.
Escribir me hizo
ser, me hizo cambiar, me hizo vivir otra vida. Sacar del anonimato viejos
poemas me transportó a ignotas
experiencias.
Por eso, pienso
seguir escribiendo, hasta que el último rayo de sol se cuele por mi ventana,
hasta que mis manos tiemblen por última vez, hasta que mis ojos se cierren para
siempre. Escribiré las últimas palabras con las fuerzas que me queden. Porque
así como aprendí a leer siendo tan pequeña, aprendí a escribir, porque así como
aprendí a caminar, aprendí a escribir. Tal vez, muchas frases no hayan llegado
donde deberían, pero allí están, plasmadas en hojas blancas, con puntos y
comas, con comillas y espacios.
Seguiré
escribiendo, hasta que Dios reciba mi última carta.
©Silvia
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