Agradecida a la revista Babelicus y sus editores por publicar mi cuento "Internas amistosas"
Comparto con ustedes
INTERNAS AMISTOSAS
Marcelo pensó mucho antes de volver a encontrarse con los
muchachos. La última vez que fueron a pescar, él no tuvo suerte (bueno, nunca
la tuvo) y lo cargaron, como en los viejos tiempos.
Javier dijo que llegaba en su auto nuevo y preguntó si la
calle donde estaba la casa que le prestaron a Jorge todavía era de tierra. Como
trabaja en una fábrica de autos, consiguió sacar uno en cuotas. Se lo merecía,
siempre fue buen tipo, pero no tuvo mucha suerte.
Jorge jamás tuvo interés en el colegio, pero no se puede
quejar. Dijo que el negocio le va bastante bien, que puede irse con la familia
de vacaciones, y que plata no le falta.
Ahí estaban, los tres, después de diez años de ausencias, de
escasos llamados telefónicos y una tarjeta de Navidad cada tanto.
Se saludaron con un abrazo, tiraron los bolsos en la cocina
y salieron a pescar al muelle.
No tuvieron mucha suerte pero hablaron bastante.
A la noche, mientras tomaban unos mates comenzó el
interrogatorio:
- Che,
¿cómo van tus cosas en la fábrica? ¿Siempre haciendo lo mismo? – preguntó Jorge a Javier. – No
entiendo cómo con las notas que tenías terminaste ahí, macho. ¿Ves que no sirve
de nada tragarte los libros?
Javier levantó la
vista, sin dejar el mate y le hizo un gesto con la cabeza asintiendo.
- ¿Vos
Marce? ¿Las minas? No me digas que todavía nada…no cambiás más.
- ¿Sabés
que pasa? El hospital me consume. No tengo mucho tiempo libre.
- Dale!
¿No será que seguís sin animarte?. No cambiás más vos…
- Dejalo
tranquilo,Jorge. Siempre lo mismo. No sé qué criticás tanto, seguís siendo el
mismo egoísta. Acordate que cada vez que organizábamos alguna jodita, lo
ignorabas. Decías que era un plomo, que no íbamos a conseguir nada porque no
sabía hacerle el verso a las chicas. Eso era lo único que te interesaba. Así te
fue en el colegio, ¿todavía no rendiste las materias por quedarte libre?
Jorge se quedó mudo y
salió al jardín. Por primera vez Javier lo había enfrentado y le había hecho
notar que su soberbia iba aumentando con los años.
Marcelo simplemente se levantó, fue al dormitorio, agarró su
bolso y sin decir nada, subió al auto y salió
- Che, no
es para tanto. Vos sabés como soy. Volvé. Tenemos todo mañana para afinar la
puntería y llevar a casa por lo menos un par de bagrecitos para mandarnos la
parte.
- ¡Basta
Jorge!- dijo Javier. La verdad, no se a qué vinimos. Desde que llegamos no
hacemos otra cosa que compararnos, a ver
si somos mejores o peores que antes. ¿Alguna vez se te ocurrió mirarte y ver en
qué te convertiste? Dedicás tu vida en despreciar a los demás. Marcelo es
médico, loco, ayuda, cura, escucha. ¿Y vos? Solo hablás de lo que tenés, lo que comprás.
- Ah,
bueno, mirá…el que preguntó por la calle de tierra… A ver si el autito se le
arruina… ¡Fracasado! Diez en todo, para terminar en una fábrica con olor a
aceite y mugre.
- Ok, me
parece que hasta acá llegamos- dijo Javier- Yo también me voy. Te sugiero que
compres un espejo , aunque no creo que puedas ver lo que realmente deberías.
Pensándolo bien, no se si alguna vez
fuimos amigos de verdad.
Cerró la puerta, salió por el portón con su auto y se alejó
de la casa, de los desprecios y las críticas.
Jorge, miró a su alrededor. Se había quedado solo. Juntó las
cosas que estaban sobre la mesa, cerró con llave la puerta del fondo y salió
también, Caminó las tres cuadras hasta la parada de los micros y se sentó sobre
el bolso.
Todavía faltaban 15 minutos para el próximo micro a Buenos
Aires. En el bolsillo, encontró los $10 que le quedaban de las propinas del
viernes, cuando terminó de limpiar los vidrios de aquel BM que se estacionó en
la puerta del restaurant de la calle Berutti.
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