Nuestra amiga Susana Grimberg, escribe acerca de la educación y la meritocracia. Hacía tiempo no leía algo tan interesante...y a la vez discutible ¡No se lo pierdan!
Sobre la educación y la meritocracia.
“Mezquina cosa es la buena suerte. Su falso parecido con el verdadero mérito engaña a los hombres.” Víctor Hugo
Las notas y el mérito detrás de lo logrado.
Como muchas veces, busqué el término nota en el Diccionario Etimológico de Joan Corominas y encontré que deriva del latín y que significa mancha, signo. También que de él deriva señalar, escribir, anotar, notable y notarius, (secretario). Más tarde, connotar, denotar que quiere decir: significar, indicar, anunciar, señalar.
Entonces, la nota es un signo, una señalización y no mucho más que eso.
Así como en música, la nota es un sonido determinado por una vibración cuya frecuencia es fundamental, la nota, en educación, también produce una vibración en el interior del alumno que será mayor o menor según cuánto y cómo haya estudiado y el vínculo con el docente. Vibración o emoción que suele ser agradable cuando la evaluación estuvo acorde con el esfuerzo realizado.
Por otra parte, es necesario, tanto para los docentes como para los padres, una clara exigencia para estudiar además de propiciar en el otro y en los hijos, el interés por saber. Para lograrlo, es fundamental el ejemplo que los padres dan.
Para partir de lo conocido a lo por conocer, están los padres y los maestros y no se necesita más que el deseo de saber, intrínseco al sujeto.
El gusto por el estudio, el placer que despierta poder acceder a nuevos mundos, el de la historia, el de los descubrimientos y de las matemáticas como herramienta para comprender, el funcionamiento del universo.
Para alcanzar ciertos conocimientos, se necesita de condiciones de tranquilidad para poder pensar, de tiempo para profundizar lo que se está estudiando además del esfuerzo necesario para cumplir con lo deseado y en cuarentena prolongada, teniendo los padres que cumplir la función docente, es de una exigencia extrema porque no es una actuación, no es hacer como si fueran maestros, es intentar serlo cumpliendo las funciones que hace el docente.
Los hijos necesitan poder desarrollar la aplicación al estudio, la pasión por saber, la necesidad de esmerarse para alcanzar una meta y, no es sin la ayuda de los padres que esto puede ser posible.
Por otra parte, si bien, coincido con lo esencial de una nota, no descarto la importancia de poder divertirse al comienzo o durante el transcurso de una clase.
“Debes comenzar la lección con una broma; deja que los estudiantes rían un poco. Luego, sigue adelante seriamente”. Talmud
Suavidad y firmeza, por parte de los padres, además de no retroceder en cuanto a la importancia de estudiar, debería ser una consigna.
Los vínculos afectivos basados en el buen trato no sólo colaboran para que los hijos, al mismo tiempo que entretejen lazos con el medio, puedan desarrollar el sentimiento de pertenencia a la familia, a la comunidad y a toda la sociedad.
Como sostuve en mis notas anteriores, tradición y transmisión tienen la misma etimología y ambas remiten a trasladar, transportar, transferir ideas, principios, sentimientos a través de las generaciones, la exigencia de los padres a estudiar debe mantenerse siempre.
Independientemente de lo que acabo de referirme y antes de avanzar con el tema, quiero comentar que según Harish Nair, profesor de Infectología pediátrica de la Universidad de Edimburgo, Escocia, especialista en Epidemiología de Enfermedades Respiratorias de los niños, el costo de no abrir las escuelas sería mucho mayor al de reabrirlas (La Nación. 28-10-2020). También dijo que hay buena evidencia hoy de que la apertura de escuelas después del verano en Europa no generó un aumento en la transmisión viral. Aunque se establecieron distintos protocolos, la mayoría de los países europeos procuró no mezclar a los chicos de distintas edades, mantener una estricta higiene de manos, asegurar el uso de máscaras (en aulas o solo en corredores). En estas condiciones, no se observaron brotes preocupantes.
Meritocracia (mérito y –cracia (poder).
Una de las cuestiones a la que quería referirme, es la meritocracia, sistema de gobierno en que los puestos de responsabilidad se adjudican en función de los méritos personales. O sea que la meritocracia es el gobierno de aquellos que llegan al poder por sus méritos o talento, conocimientos técnicos y habilidades profesionales. También se dice de una sociedad u organización en que el estatus e ingresos se asignan con base en el esfuerzo y no por nacimiento, parentesco u otro tipo de preferencias. Tampoco por pertenecer a un partido político.
La meritocracia (proveniente del latín merĭtum ‘debida recompensa’, a su vez de mereri ‘ganar, merecer’; y el sufijo -cracia del griego krátos, “poder, fuerza”, es una forma de gobierno basada en el mérito en el que las jerarquías son conquistadas por el mérito.
Insisto, el modelo meritocrático es un principio o ideal de organización social que tiende a promover a los individuos en los diferentes cuerpos sociales: escuela, universidad, instituciones civiles o militares, mundo del trabajo, administraciones, estado, etc. según su mérito (aptitud, trabajo, esfuerzo, habilidades, inteligencia, virtud) y no según su origen social (sistema de clases), riqueza o "amiguismo").
Por extensión, «meritocracia» hace referencia a la selección social o jerarquización social por la valoración de un tipo de méritos (meritaje) para el desempeño de puestos de gobierno, laborales, económicos y sociales.
La Pauperocracia y la Plutocracia, la Consumocracia y la Dedocracia, nunca son la Democracia, mientras que la Plutocracia (del griego πλουτοκρατία, ploutokratía, ploutos 'riqueza' y kratos 'poder') es una forma de oligarquía en la que una sociedad está gobernada o controlada por una minoría formada por sus miembros más ricos.
La palabra "paidocracia" está formada con raíces griegas y significa "gobierno donde mandan los niños". Sus componentes léxicos son: paidos (niño) y kratos (estado, gobierno), más el sufijo -ia (cualidad). Ver: sufijos, otras raíces griegas, paidología y también democracia.
Retomando lo referido a la meritocracia, los primeros indicios se remontan a la antigüedad. En la Grecia antigua, la República ideal de Platón es un claro ejemplo de meritocracia.
En China. Confucio y Han Fei son dos pensadores que propusieron un sistema meritocrático. También Gengis Kan y Napoleón Bonaparte; cada cual utilizó en su vida y en la política de sus estados elementos de la meritocracia.
La palabra meritocracia quizá aparezca por primera vez en el libro Rise of the meritocracy, de Michael Young (1958). Allí se la cargaba de contenido negativo, ya que la historia trataba de una sociedad futura en la cual la posición social de una persona era determinada por el coeficiente intelectual y el esfuerzo.
El principal argumento a favor de la meritocracia es que proporciona mayor eficiencia que otros sistemas jerárquicos, dado que las distinciones no se hacen por sexo o raza ni por riqueza o posición social, entre otros factores biológicos o culturales. El mérito del esfuerzo individual se entiende como un criterio más justo que otros para la distribución de los premios y las ventajas sociales asociadas.
Conforme a lo que el sufijo -cracia indica, la meritocracia es, estrictamente hablando, un sistema de gobierno basado en la habilidad (mérito) en vez de la riqueza o posición social. En este contexto, mérito significa básicamente inteligencia y esfuerzo.
Gobiernos y organismos meritocráticos enfatizan el talento, la educación formal y la competencia, en lugar de las diferencias existentes como clase social, etnia o sexo.
Estados meritocráticos
En la meritocracia, los funcionarios estatales son seleccionados para sus puestos de acuerdo con su capacidad (a través de concursos, por ejemplo). Comúnmente asociada a los exámenes de ingreso o evaluación en las escuelas, no hay discriminación entre los alumnos en cuanto a las preguntas o temas propuestos. Así, la meritocracia indica posiciones conseguidas por mérito personal.
Aunque la mayoría de los gobiernos están basados en parte en la meritocracia, esta no se expresa de forma pura en ningún lugar. Gobiernos como el de Singapur o el de Finlandia utilizan estándares meritocráticos para la elección de autoridades.
En Ecuador fue creado el Instituto Nacional de la Meritocracia, adscripto al Ministerio de Relaciones Laborales.
A pesar de su intento de aplicación en diversas partes del mundo, muchos investigadores consideran la meritocracia como una redistribución de las oportunidades.
La China imperial y la meritocracia
En la China antigua existía un sistema de exámenes imperiales para la selección de los mandarines.
Los estudiantes profundizaban las obras clásicas más antiguas atribuídas a Confucio (551 - 479 aC), quien supo privilegiar la enseñanza para la formación del hombre bueno, destinado a servir al Estado.
El método, utilizado por ejemplo en la Academia Hanlin, era meritocrático en principio y consistía en la selección de "talentos" más por el esfuerzo personal que por el origen social de los candidatos.
Este sistema, generalizado en el siglo XIV bajo la dinastía Ming para luchar contra la aristocracia, fue abolido en 1905, hacia el final de los Qing. Algunos investigadores sostienen que el método habría inspirado directamente la introducción de "los procedimientos psicológicos para la selección y evaluación de los funcionarios en Inglaterra y otros países europeos".
En Francia, los nombramientos por concurso en el servicio público y en las grandes écoles, se inspira en el sistema de exámenes imperiales, traídos de China por los jesuitas, que lo habían adoptado en sus escuelas.
De 1704 a 1711, Voltaire que fue estudiante en los Jesuitas, en el colegio Louis-le-Grand, escribió en 1770:
"La mente del hombre no puede imaginar un gobierno mejor que el de China, donde todos los poderes están en manos de una burocracia cuyos miembros han sido admitidos después de exámenes muy difíciles"; "China es un país que premia la virtud y alienta el mérito: un campesino honesto y pobre se hace mandarín".
Quiero concluir con este pensamiento de Leandro Fernández Moratin:
“A la sombra del mérito se ve crecer la envidia.”
Y con este pensamiento de Albert Camus:
“El éxito es fácil de obtener. Lo difícil es merecerlo.”
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