El 21 de abril se celebra el Día del libro.
Esta vez quiero compartir con ustedes, fragmentos de mis 4 libros, para que los conozcan.
¿Qué les parece?
Espero los comentarios y desde ya se los agradezco
ROCIO DE PALABRAS- AÑO 2012
POESIA
El silencio me habla.
El mar se asoma ante mí
como un ramillete de emociones contenidas.
No quiero llorar, fue mi promesa,
el último viaje a lo lejano
y un deseo irrefrenable de no volver.
Tus aguas, espejos límpidos de odios y rencores,
campanadas de cristal helado,
pantallas fulgurantes del alma.
No supiste entender cuánto amor
correteaba por mi sangre y rompiste
el hechizo con locas razones.
Supe callar a gritos mi confesión última,
la visita a lo lejano me tentaba.
El sabor amargo del adiós en tus dulces labios,
escondido en el rincón más cálido de tu apretado corazón,
fue el fin de esa locura, y desafiando al acero
y al oro me deslizo lento entre las frías olas,
siento la sal penetrarme en el alma, muero lentamente,
como Alfonsina, y los corales me hacen ronda
©Silvia Vázquez
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La china
Sus manos estaban siempre dispuestas a cebar un mate, justo antes de que él ensillara el caballo que lo alejaría del rancho por un tiempo. Las trenzas le llegaban a la cintura. El brillo de su pelo negro, enceguecía cuando le pegaba el sol. Era muy delgada, y morena, y en los ojos se veía la tristeza. Sabía que no era eterno, pero la envolvía una melancolía que no conocía. Le había lustrado con mucho amor las botas y le había anudado pacientemente el pañuelo en el cuello. Le había puesto en el bolsillo, unas hojitas de menta para que no extrañe el sabor a casa, cuando por ahí, alguien le cebara los amargos a la tarde. Ella sabía que el invierno iba a ser duro, pero a pesar de eso, trataba de convencerse que era para el bien de los dos. Habían estado hablando muchas noches, convenciéndose que era lo mejor, y que cuando volviera, los dos podrían cumplir una parte de los sueños que tenían desde los 14, cuando se habían conocido en el baile. Si se acordaba de eso... Su mirada clavada en los ojos desde que llegó, el facón en la cintura, el sombrero negro y las bombachas de fiesta... Desde entonces, no se separaron jamás, por eso le costaba tanto. Dándole el último sorbito al mate, le besó la frente y le dijo: —Quédese tranquila, mi doña, que el trabajo en lo de los Sánchez, es seguro, y pagan bien, ya se lo dije. Vaya preparando las cosas, que cuando vuelva, ahí nomás nos vamos. Subió al caballo, le pegó suavecito en las ancas, y al trotecito, desapareció detrás de los eucaliptos que flameaban con el viento frío del invierno que se venía.
©Silvia Vázquez
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ABRAXAS- 2013
Plaza de toros
Vacía quedó la caliente arena de la plaza. Rojas de sangre se tiñeron
las calles con el desborde de las bestias. La gente, atrapada en los portones
gritaba y gemía. Todo era olor a muerte, a herida, a pasión desenfrenada. Había
llegado la hora de la venganza. Ellos, los sementales heridos, lograban su
meta, ellos, con las lanzas clavadas en
sus lomos, también gemían. Pero ese gemido estaba envuelto de aromas a canela,
a aguardiente, a sol español. Ellos, ya no eran las víctimas sino los verdugos.
Siglos esperando y hoy por fin, se sentían libres a pesar de todo.
©Silvia Vázquez
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CONTRALUCES - 2015
Bajo la lluvia
Siempre estuve fascinada con la luna,
por su brillo y su perfecta redondez.
Porque bajo sus alas
tantos enhebraron palabras de amor.
Adoro el aroma a primavera,
a pasto húmedo, a rosas nuevas,
al néctar que fluye
bajo el ala de una abeja saltarina.
Sueño con el mar,
con los corales que hacen ronda
para danzar al compás
de una música de hadas y de duendes.
Me siento plena, enamorada,
porque tu cuerpo me acompaña al despertar
y me acarician tus besos, aún húmedos,
al abrir los ojos repletos de sueños.
Despiertos los dos, al alba
seguiremos por un río de caricias
y nos amaremos,
hasta que la luna, esta vez fascinada
por nosotros, reaparezca en el cielo.
Si bien no somos perfectas, no respondemos a los requerimientos de la sociedad tanto como antes, es decir, somos conscientes que podemos no responder a lo que los demás quieren, sin sentirnos mal.
Nos queremos más, nos aceptamos tal cual somos, no queremos cambiarnos, ni de actitud ni de imagen. Queremos sentirnos bien, ver que nuestro rostro lleva el paso del tiempo con honor y con sabiduría.
Otras mujeres podrán querer verse tan jóvenes como sus hijas, competir con ellas, tal vez, y no aceptar que el tiempo pasó, y que las nuevas experiencias también son saludables.
En ese caso, hay que adaptarse a los cambios, no esconder la edad, contentarse con la propia piel y verse bien, maduras y conformes con esa imagen que nos devuelve el espejo.
Aceptamos que la vida es corta y el desafío a vivirla es cada vez mayor. Ponemos en práctica aquello de “ disfrutar”...
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