viernes, 2 de abril de 2021

Nueva publicación

 Heima Editorial informó cuáles serán los relatos que participarán de la Antología "Crónicas de un corazón roto", desde la Ciudad de Bogotá, Colombia

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🔺ESTOS SON LOS RELATOS PARTICIPANTES DEL CONCURSO #CRÓNICASDEUNCORAZÓNROTO
✨DESEAMOS MUCHA SUERTE A TODOS LOS PARTICIPANTES✨


* EL MOLINILLO DE LA ABUELA
* COMO LOS PAJAROS



El molinillo de la abuela

Cuando  la abuela decía que iba a cocinar empanada gallega, ahí estaba papá, preparando el auto para salir. La tarde de domingo, casi siempre aburrida, se convertía en una fiesta. Primas, masa, olorcito a levadura, juegos, y a comer!

Una vez que llegábamos a la casa de la madrina, la abuela se ponía su delantal, que le llegaba a las rodillas, sobre el batón perfectamente planchado. Acomodaba su rodete de cabellos semicanos y manos a la obra. O a la masa…

Amasaba con energía, a pesar de lo delgado de sus manos. Esa misma energía que tuvo para criar 8 hijos casi sola en un momento español complicado.

Cuando la veíamos amasar, solo esperábamos a que le “sobre”algo de masa. Esos eran los pancitos que luego moldeados por nosotras tres (mis primas y yo) iban al horno antes que la abuela hiciera lo propio con la empanada gallega.

Ese domingo culminaba con todos alrededor de la mesa: mis padrinos, mis primas y yo, mis padres y la abuela, que esbozaba una sonrisa cómplice demostrando que había “convencido” a mi papá para quedarse hasta un poco más tarde y disfrutar de la maravilla culinaria.

Lo más rutinario venía luego. La abuela, luego de levantar la mesa y preguntar si nos había gustado la comida, se sentaba, colocaba el viejo molinillo de madera entre sus piernas y molía el café que el padrino traía del mismo proveedor que le compraba el bar del que era dueño. Una vez logrado el punto deseado, abría lentamente el cajoncito del frente y lo colocaba en la cafetera.

Ese olorcito a café, inundaba el comedor, lo llenaba de poesía, de energía, aunque nosotras tres no probábamos el café, por cuestiones de edad, claro.

No sé si aún conservan ese molinillo. Tendría que preguntarle a la madrina. Lo que sé es que tal vez ese aroma tan particular, mezcla de café con amor de abuela, hizo que amara sentarme en un bar y sentir el aroma antes de pedir un cafecito. Tal vez hasta me dé cuenta si me va a gustar o no solamente sintiendo ese olorcito.

El molinillo de la abuela…el café de la abuela…el amor de la abuela…poesía.

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Como los pájaros

Llevame atada a tus manos. Como aquellos once pájaros silvestres que te acompañaron en tu partida. Llevame atada a ese manojo de libertad, la misma que proclamaste cuando decidiste partir. Te despediste de tu flor, de aquella que creía ser la mejor, la más bella, la soberbia y engreída. Como me gustaría estar en ese cielo, que te acompañaría eternamente. Porque creo que estás ahí, en el cielo, ese que jamás te abandonó. El mismo que fue tu copiloto cuando llevabas sobres marrones a sus destinos. Quién sabe cuántos mensajes habrás llevado, cuántas noticias, cuántos regalos.

No quiero nada como herencia. Solo que me ates a los hilos de tu imaginación y me remontes a ese cielo. Quiero abrir mis alas, rozar con ellas la brisa de un día pleno de sol. Abrirlas y cerrarlas, aletear sin rumbo, donde quiera que vayas. Quiero cerrar los ojos y despertarme en el mismo desierto que aterrizó tu avión. Ahí, donde conociste al príncipe feliz, el que siempre preguntaba.

Quiero limpiar volcanes, hacer cuentas, domesticar zorros y encender faroles. Quiero subirme a lo alto de una montaña, y jugar con el eco. Repetir una y otra vez que lo esencial es invisible a los ojos, que algunos volcanes parecen extinguidos pero hay que cuidarse de ellos…Me gustaría conseguir una píldora para ahorrar cincuenta y cinco minutos de mi vida, y correr hacia una fuente para beber el agua cristalina. Quiero escuchar el canto de la roldana cuando sube el balde y asoma el agua fresca en medio del desierto. Treparía la pared, así no me alcanza la serpiente que habla, la que desaparece ante el más insignificante ruido. Quisiera saber si el cordero se ha comido la flor, si por fin el zorro fue domesticado, si sigue solo el hombre vanidoso, si seguirá dando órdenes el rey sin súbditos…

Atame a tu manojo de pájaros. Súbeme a tu avión desvencijado y colócame tu bufanda, a veces, hace frío. Despegá en la pista imaginada, esa misma que utilizaste cuando partiste aquel año, sin saber que jamás regresarías.

Invitame un café, en tu buhardilla de la Galería Güemes, y asomémonos por el mirador, para ver la costa de Colonia. Contame de Consuelo, del ese amor, de esa mujer…de tu rosa, y de sus volcanes nicaragüenses, los mismos que dibujaste en el libro. Mostrame tu medalla de honor, dibujame un sombrero, que en realidad no era.

Arranquemos juntos los baobabs, caminemos por el desierto, con agua en los bolsillos .Olvidemos ese mes de julio, donde jamás te volvimos a ver, y embarquémonos en otro viaje, pero no por el Mediterráneo, el eterno, el que nos mantenga siempre en el aire. Vos más que nadie, sabés que caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos. Me pregunto si habrás encontrado tu estrella, esa que te ilumine y sea propia. Te invito a que ates mis manos a tus pájaros. Prometo no volar muy lejos. Prometo, eso sí, hacer lo que dijiste, en caso que algo suceda, dejar una nota escrita en casa que diga : Si alguna vez no vuelvo, no me llores. “ y agregaría, “Estoy con Antoine, si, el del Principito, volando en su avión, ¿viste que los sueños se cumplen?”

©Silvia Vázquez
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