EL VIAJE
Estamos en un lugar muy lindo, muy grande, lo llaman Aeropuerto y con muchas personas cargadas de diversos tipos de equipajes. Me da tentación de correr por estos pisos lisos y tan brillantes, pero no me quiero separar de mis dueños. No sea que me dejen aquí. Ellos muestran todos los papeles que han estado acumulando desde que comenzaron los trámites para este viaje. Estamos rodeados de valijas, bolsos, el coche del bebé, carteras etc. ah! y mi “cucha jaula”. Miro al niñito y lo veo muy tranquilo, hasta les diría que está feliz, así que eso me da cierta tranquilidad, porque si él que es tan pequeño no está preocupado, porqué debería estarlo yo.
Llegó la hora de la verdad, estoy atenta a todos los movimientos, me vienen a buscar para llevarme a la bodega de un avión en donde haré mi viaje, mi dueño me tranquiliza, me acaricia y me promete que pronto estaremos otra vez juntos. Yo le creo, ellos nunca me engañan. Pero de verdad tengo miedo. Primero se acercan a mí con un aparatito con el que controlan el chip que llevo en mi cuerpo. Me ponen en mi cucha-jaula y me llevan. Me angustio al perderlos de vista. Mi corazón late tan fuerte que creo se saldrá de mi cuerpo. Allí me meten, en la bodega del avión, hay otro perro en una cucha similar a la mía, tendré un compañero, pensé. Pero él está casi dormido. Nos pusieron distantes el uno del otro. Me aturden los ruidos, mi cabeza parece explotar. Es una experiencia que no se la deseo a nadie. Por suerte me está dando sueño, será mejor que me duerma.
El viaje me pareció interminable, claro, fueron doce horas o más. Me vinieron a buscar unos señores desconocidos y me bajaron del avión. Como no vi a mi “familia” comencé a ladrar y enseguida apareció mi dueño. ¡Qué alegría verlos! La señora abrigó a su niño y a mí me puso el pullover verde que tejió la abuela. Mi dueño me llevó a hacer mis necesidades a los jardines del aeropuerto, porque ahora estamos en otro aeropuerto… Ahora entiendo. Es muy abrigadito el pullover y en este país al que llegamos hace mucho frío. Se llama Holanda. Las personas que pasan a mi lado me miran y sonríen, “está muy elegante” dijo un señor. Enseguida vinieron a buscarnos unos amigos de mis dueños y nos llevaron a su casa, donde almorzamos y pasamos la tarde. Cuando llegó la hora de continuar nuestro viaje volvimos al aeropuerto, presentí que la angustia no había terminado para mí, pero mi dueño me tranquilizó explicándome que sería un viaje corto y que nos volveríamos a ver solo en un rato.
Otra vez dentro de mi “jaula”, temblando de frío y de miedo, No me sacaron el pullover, ya me siento bien con el puesto, calienta mi cuerpo, ¡qué buena idea la de la abuela del niño! Ahora soy el único ser vivo en este lugar, rodeada de equipajes. Ojalá sea corto el trayecto, (ruego, y ruego) me siento mareada. Descubro el coche de nuestro niño entre tantos petates, entonces me tranquilizo, seguro que ellos están en este mismo avión.
No es tan grande como en el que vinimos desde Panamá, pero parece muy cómodo. Dentro de este aparato hay muchos ruidos molestos. Trato de dormir.
Me despertó el “silencio” que me rodeaba, vinieron algunas personas a retirar los equipajes. Espero que me vean, no quisiera quedarme aquí. Si, ya me sacaron y me dejaron en un salón muy confortable, parece que hay calefacción porque me está molestando mi abrigo. Me emocioné cuando vi a mi dueño.
¡Rita, ya falta poco, tranquilízate! – Me dijo, e inmediatamente me sacó del salón del aeropuerto y me llevó afuera a un jardín. AHHH! aquí si que me viene bien el abrigo, hace muchísimo frío! Por suerte regresamos rápidamente al hall del aeropuerto. “Ya estamos en Austria, Rita, me dijo, ahora nos falta un viaje de tres horas en automóvil, más o menos, para llegar a nuestro destino final, Eslovaquia. La ciudad a donde vamos es hermosa, te va a gustar”.
Llegó una camioneta muy confortable, y el conductor, un señor amable que le ayudó a mi dueño a acomodar la gran cantidad de equipaje que llevábamos y el cochecito del niño. Nosotros dentro del vehículo. Me acomodo al lado de la ventana de la camioneta y observo que todo es muy raro. ¿A dónde está el pasto?, porqué los árboles no son verdes como en Cerro Azul? ¿Árboles con ramas blancas? ¡Qué extraño es todo esto! Ya me voy a enterar, sólo escucho lo que conversan, lo hacen en idioma Inglés, menos mal que yo soy “trilingüe”. La palabra “cansancio” se repite muchas veces. Todos se han puesto abrigos raros, gorros, guantes, nunca los había visto arropados así en Panamá.
El niño está tan abrigadito que sólo se le ven los ojitos y la boca, duerme, está relajado en brazos de su mamá,. Mi dueño me felicita porque dice que me he portado muy bien. Yo estoy feliz cuando estoy junto a ellos. Mi dueño me explica que eso que miro tan asombrada se llama nieve, que es muy fría pero que no me aflija porque me pondrán unas “botitas” cuando lleguemos. ¿Que será eso?, me pregunto. Algunos lugares son muy parecidos a Cerro Azul pero sólo que están cubiertos con esa “crema blanca”.
¡Llegamos ¡ - dijo mi dueña. Salieron a recibirnos sus papás Me dio mucha alegría verlos, ellos siempre habían sido amables conmigo. Me dieron una calurosa bienvenida, pero claro, era de esperar, primero atendieron al bebé, que no lo conocían. Entramos a la vivienda, ¡qué lindo lugar y que calorcito agradable con la chimenea encendida! El pullover me estaba molestando, pero me sacaron a correr y no me vino mal tenerlo puesto. Cuando regresamos a la casa estábamos un poco mojados porque la nieve moja, ¿sabían? Todo es muy diferente aquí. Me habían preparado una comida suculenta y muy sabrosa, me indicaron mi nueva cama y me acosté, ¡este lugar es más lindo y más seguro que la bodega del avión!
Creo que dormí toda la noche y al día siguiente, ¡que cansancio! Cuantas emociones. Soñé con Flap, escuché a mis dueños hablar de los amigos y también nombraron a Flap. Dijeron que están en la Argentina, viviendo en un departamento. ¡Pobre mi amiga! ella que estaba acostumbrada a vivir en Cerro Azul! Los imagino sacándola a pasear a alguna plaza, sujeta a una correa, debe estar asustada, si estuviéramos juntas le diría que no pasa nada, al contrario que la cuidan para que no la vaya a atropellar algún vehículo. Pienso mucho en ella, habrá sufrido el viaje como yo? Aunque creo que el de ella habrá sido más llevadero, un solo vuelo y no tan largo como el nuestro.
Salimos de la casa, ¡Cuánto lugar para correr! pero patino sobre la nieve! me da un poco de temor, pero ya me acostumbraré. Es interesante estar aquí, las aves de corral están encerradas para que no tomen frío y las sacan un ratito cada día. Los otros animalitos están refugiados también en algún establo. Escucho que saldrán de cacería a la montaña, me emociona, ¿me llevarán? ¡Si la abuela del bebé supiera como disfruto el suéter que tejió para mí!, me lo ponen cada vez que tengo que salir de la casa. Lo que no me interesa es que me pongan zapatos, no me hacen falta. Ya no siento el suelo frío como al principio.
Yo escucho todo, me hago la dormida pero estoy atenta. Este lugar del mundo es novedoso para mí, me gusta mirar por las ventanas para ver como caen los copitos de nieve, algunos se derriten al chocar con el piso y otros se quedan colgados de los árboles y arriba de los tejados. Cuando nieva muy fuerte, se forma una cortina que no me permite ver el resto del paisaje. Todo se tiñe de blanco.
Vienen los primitos de Samuel a visitarlos y juegan también conmigo, como Lara. Parece que van a festejar un cumpleaños. Hay un importante pastel, muy colorido y un cerdo cocido que despide un olorcito que hace movilizar mis jugos gástricos. Mi dueño es “maravilloso”, me convida con la cola del lechoncito y una oreja. Es un festín para mí. Me los llevo al patio de la casa y allí los disfruto durante varias horas. Y pienso en Flap, ¡si estuviéramos juntas lo podríamos compartir!
Hemos salido a las montañas, ¡no se imaginan que belleza de paisajes! todavía hay nieve sobre algunas de ellas, he descubierto muchas cosas nuevas. También paseamos a las orillas de un río, me advierten que no me acerque demasiado porque es muy caudaloso y no podrían rescatarme si me caigo en él.
Bueno, yo me siento privilegiada, soy la única que sale de la casa por ratos, los humanos deben permanecer encerrados, sólo lo hacen cuando es indispensable sobre todo para ordenar documentos, o visitar a algún médico, o a cumplir con sus respectivas obligaciones laborales. Claro, estamos en Europa, no es nuestro hogar pero aquí también la palabra “pandemia” la escucho a menudo, y debe ser algo muy serio porque todos están preocupados.
Estoy inquieta porque mi dueño está haciendo preparativos para un viaje, Parece que se va solo. ¿Y nosotros? –me pregunto. No se ha puesto su uniforme ¿Qué está pasando? Escucho decir que tal vez vea a Flap. ¡Qué suerte que tiene! El me conoce muy bien y sabe que le estoy pidiendo que le dé un abrazo a Flap y a la pequeña traviesa cuando los vea.
Han pasado varios y días y ya está de regreso, se lo ve contento, y nosotros más. Me reconfortan y me hacen feliz sus caricias. Se ve que también me ha extrañado. Ha llegado la primavera, el clima está cambiando, en el jardín se ven asomar las plantitas, que estuvieron ocultas debajo de la nieve. ¡Qué hermosas!, oí decir que allí saldrán pronto los Tulipanes y otras flores muy coloridas. Los arboles están enseñando sus frutos, ¡Qué lindo es todo acá! ¿El bebé aprenderá a caminar pronto? Sería maravilloso que jugáramos los dos en este gran jardín. El destino de los humanos parece ser incierto en estos tiempos, no sé qué planes tienen, pero si estamos los cuatro juntos cualquier lugar del mundo será bueno para mí. ¡Esto pasará!¿¡verdad? Cuando tenga novedades les contaré. SOY RITA. Gracias por escucharme.
©Leonor Pires
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Buenísimo!!! Una belleza el relato de Rita.
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